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De ser vistas como el ‘patito feo’ del negocio del ladrillo a ser una de las pocas 'promotoras' que se ha mantenido en pie durante los peores años de la crisis. Los bancos siguen financiando este tipo de viviendas ante la seguridad que supone contar con los compradores finales de los pisos mientras los dueños de terrenos prefieren vender a las gestoras de cooperativas.

Las entidades financieras ya no quieren correr riesgos y han mantenido el grifo del crédito cerrado a los promotores inmobiliarios. Sin embargo, prefieren apostar por las gestoras de cooperativas, ante la tranquilidad que supone tener asegurados los compradores de vivienda final.

 Además de los bancos, los propietarios de terrenos están convencidos de que si quieren vender el suelo al mejor precio hay que venderlo a una gestora de cooperativas. Son los más van a pagar”, afirma Ernesto Tarazona, director de Residencial y Suelo de la consultora Knight Frank.

Parte de este resurgimiento aparece también porque las cooperativas han dejado de promover casi exclusivamente viviendas con protección pública para edificar también vivienda libre e incluso de lujo, según destaca el director de gestión de Cooperativas de TAU Gestión S.A, Roberto Moratalla.

Este gestor también destaca la mayor profesionalización de las cooperativas con la aparición de las gestoras. “Se encargan de captar a los socios y de gestionar totalmente el proyecto, desde el terreno hasta la gestión de los cobros y pagos”, concreta Moratalla.

Las cooperativas tuvieron mala fama ante la pérdida de cooperativistas que no podían asumir los pagos y dejaban tirado al resto de participantes. Sin embargo, ahora se suelen exigir como mínimo desembolsos del 30% sobre el coste final del piso. "Se utilizan para comenzar a pagar el suelo", destaca Moratalla.

 

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