Madrid: 10 edificios con increíbles historias que desconocías
Vistos, fotografiados y admirados, los unos; discretos, lúgubres y desconocidos los otros, en Madrid hay una cantidad inabarcable de edificios entre cuyas paredes tuvieron lugar conversaciones y tomas de decisiones que han ido perfilando la historia no solo de la capital, sino de toda España. Recorremos las calles madrileñas para mostrarles las fachadas de edificios que esconden increíbles historias, de la mano de Juan Carlos González, historiador deCarpetania Madrid.
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Madrid: 10 edificios con increíbles historias que desconocías
PorAdolfo Moreno. Escritor, autor de las novelas ‘La mirada. Un viaje al corazón marroquí’ (2012) y ‘La gata y el ajedrez. Una serie en papel’ (2016). Con la asesoría de Juan Carlos González, historiador de Carpetania Madridhttp://www.carpetaniamadrid.com
1. ‘La casa de las flores’: la inspiración de Neruda con la Generación del 27
El barrio de Argüellesera, en la década de los años treinta del siglo XX, un lugar dondevivían y se encontraban muchos de los artistas y políticos socialistas y comunistas más destacados. El noroeste de la capital (en oposición al burgués barrio de Salamanca), con su “cornisa de Madrid” —que permite ver al sol marcharse a diario entre el verde del parque del Oeste y la Casa de Campo y las montañas de la sierra de Guadarrama al fondo— fue el hábitat donde crecieron reflexiones y anhelos de muchos intelectuales.
Por ejemplo, parala Generación del 27. Fue Federico García Lorca quien, en 1934, esperó aPablo Nerudaen la estación de tren a su llegada a Madrid, y fue su amigo Rafael Alberti quien le consiguió una habitación para que viviera en‘La casa de las flores’,que apenas se había terminado de construir, situada en la calle Rodríguez San Pedro, 72. Ricardo Reyes (Pablo Neruda era un seudónimo) tenía treinta años recién cumplidos cuando llegó a la capital de España como cónsul chileno, pero ya hacía una década que había escrito una de las obras poéticas más aclamadas de la historia de la literatura: ‘Veinte poemas de amor y una canción desesperada’ (1924).
Así,la residencia de Neruda se convirtió en uno de los centros neurálgicos para las reuniones de los miembros de la Generación del 27(Neruda era íntimo amigo, además de Alberti y Lorca, de Miguel Hernández o Vicente Aleixandre): “¿Te acuerdas, Rafael (Alberti), Federico (García Lorca), te acuerdas debajo de la tierra, te acuerdas de mi casa con balcones en donde la luz de junio ahogaba flores en tu boca?”. El poeta chileno también estuvo acompañado durante su estancia en Madrid por dos compatriotas de renombre: Gabriela Mistral y Luis Enrique Délano.
La efervescencia política de esos jóvenes les apelaba a plasmar sus pensamientos en las obras. Así lo explica el poeta Luis García Montero: “Neruda tenía cerca el ejemplo de Rafael Alberti, que había pasado ya de la rebeldía moral del surrealismo a la militancia política comunista”. Pero la guerra civil española cambió el destino no solo de estos creadores (unos exiliados, otros asesinados...), sino también del símbolo que representaba ‘La casa de las flores’, que al encontrarse muy cerca del frente que supuso Ciudad Universitaria durante el conflicto, quedó muy dañada (aunque años después se restauraría). Y, pese a que durante los bombardeos Neruda ya estaba en Chile, regresó poco después para volver a ver su habitación junto con Miguel Hernández, como recuerda el poeta chileno en sus memorias: “Subimos y abrimos con cierta emoción la puerta del departamento. La metralla había derribado ventanas y trozos de pared. Los libros se habían derrumbado de las estanterías… Aquel desorden era una puerta final que se cerraba en mi vida”.
Pero Neruda abrió otras, siempre apoyándose en su doble rol de activista político y escritor. Respecto a lo primero, podemos destacar su papel como embajador en Francia, senador en su país entre 1945 y 1959, miembro del Comité Central del Partido Comunista chileno y precandidato a la Presidencia de Chile. Como poeta, alcanzó la cima en 1971, dos años antes de fallecer, al sergalardonado con el Nobel de Literatura.
Para conocer mejor a este ilustre habitante del Argüelles previo al estallido de la guerra civil, lo mejor es leer y escuchar el poema “Explico algunas cosas”, parte de su obra “España en el corazón” (1937), en el que abordaba su compromiso político durante la época en la que habitó en ‘La casa de las flores’:
Preguntaréis: ¿Y dónde están las lilas?
Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.
Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.
Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.
Mi casa era llamada
la casa de las flores,porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.
Raúl, te acuerdas?
Te acuerdas, Rafael?
Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de junio ahogaba flores en tu boca?
Hermano, hermano!
Todo
eran grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.
Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.
Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiaran!
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!
Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.
Preguntaréis por qué su poesía
no nos habla del sueño, de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
Venid a ver la sangre por las calles,
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
10. Palacio de Uceda: retrato del poder, siglo a siglo
2. 'La casa de los penes y las vaginas’: provocación en el modernismo madrileño
2. 'La casa de los penes y las vaginas’: provocación en el modernismo madrileño
La naturaleza, lo geométrico, lo fantasioso, lo profano o lo mitológico fueron la inspiración para los adornos con los que los arquitectos modernistas de principios del siglo XX iban dibujando los edificios de Madrid. La capital no contó con un referente como el que tuvo Barcelona con Antoni Gaudí, ni tuvo una potente relación con este movimiento (posiblemente por la inexistencia de una burguesía industrial como la catalana o la francesa). Pero sí observamos por las calles madrileñasdetalles de un modernismo ecléctico y variado, sin estilo único, que permite ver en susfachadas la huella delArt Nouveauque recorrió Europa.
En Madrid podemos destacartres ejemplos de este movimiento.El palacio de Longoria, actual sede de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), sito en la calle Fernando VI es un llamativo palacio con una espectacular fachada deArt Nouveau. También es notable la llamadacasa de Pérez Villaamil, situada en la plaza de Matute, 12, con sus balconadas de hierro y decoración vegetal en el exterior, combinando lo vertical y lo horizontal en un inmueble cuya elegante y decorativa puerta de hierro fue diseñada en 1907 por el arquitecto madrileño Eduardo Reynals.
El tercero de los ejemplos es quizá el más provocador. La provocación era uno de los conceptos preferidos de los artistas modernistas, quienes, en muchos casos, la aunaban con el erotismo, que se iba abriendo paso en la escena pública. Hablamos de‘La casa de los penes y las vaginas’, que encontramos en el número 12 de la calle Montserrat, a medio camino entre las calles Conde Duque y San Bernardo.
El arquitecto Arturo Pérez Merino fue uno de los principales referentes modernistas de Madrid. Y aunque vemos su mano en la calle Don Pedro, 4, en Hortaleza, 96, o en los números 85 y 87 de la calle San Bernardo, la más llamativa de todas sus fachadas es la de ‘La casa de los penes y las vaginas’.Dos penes de imponentes dimensiones, en cada una de las tres plantas, incisos en la fachada.En medio de ambos, una vagina. Hay muchas preguntas y casi ninguna respuesta respecto a los porqués. Apenas se tiene constancia documental de Pérez Merino.
1. ‘La casa de las flores’: la inspiración de Neruda con la Generación del 27
3. 'La casa de Las Costus’: epicentro del talento de la Movida
3. 'La casa de Las Costus’: epicentro del talento de la Movida
Eran otros tiempos. En el salón del 1ºA del número 14 de la madrileña calle de la Palma se esnifaron las que, probablemente, fueron las primeras rayas en el cine español.Una escena impactante al inicio de los años 80 que se grabó el salón de la transgresora Bom(interpretada por Alaska, aún menor de edad), una de las tres protagonistas dePepi, Luci, Bom y otras chicas del montón(1980), la primera película del oscarizado Pedro Almodóvar.
Su imaginación, mejor que estas líneas, le permitirán visualizar qué estaba ocurriendo entre estas cuatro paredes cuando el cineasta manchego hablaba con los inquilinos de ese piso —la pareja de artistas conocidos como Las Costus— sobre el rodaje de varias escenas de su debut en el séptimo arte.Aquel piso en la calle de la Palma era el refugio social de personas como Tino Casal, Alaska, Nacho Canut, Fabio McNamara o Carlos Berlanga, cuyos nombres quedan hoy asociados a una década en que Madrid superó los años de plomo de la dictadura sumergiéndose en el futuro con el ansia vital propio del artista joven.
“No teníamos un palacio —aseguraba el cantante Fabio McNamara—, pero el palacio más total era el nuestro: Casa Costus”.“Las Costus” era el nombre artístico que en 1981, y en homenaje al colectivo de las costureras, de las que se veían identificados,se dieron los pintores Enrique Naya(Cádiz, 1953) yJuan Carrero(Palma, 1955; pero gaditano de adopción). Ambos tuvieron un flechazo en 1974 en Cádiz, donde se conocieron en la Escuela de Artes y Oficios, pero se vinieron a Madrid al año siguiente: la censura social les podía ofrecer más libertad.
El foco sobre Casa Costus como “icono” de la Movida puede habernos deslumbrado históricamente sobre la calidad pictórica de sus inquilinos, algo que se observa mejor visto desde fuera de nuestras fronteras, donde la creatividad de Las Costus se reconoce de relevancia dentro de la vanguardia artística nacional.
El final de la pareja fue trágico. Se habían ido a vivir a Sitges, cuandoen la primavera de 1989 falleció de SIDA Enrique Nayas; un mes después, la pena invadió de tal manera a Juan Carrero que lo llevó al suicidio. Su influencia estética no se ciñó estrictamente a lo pictórico —de entre donde podemos señalar la que fue su primera gran exposición:“Chochonismo ilustrado”(1981)—, sino que más bien se podría catalogar de hegemónico en la Movida: Las Costus diseñaron portadas de discos, como la“Horror en el Supermercado”, de Alaska y los Pegamoides (de hecho, una de las canciones del grupo se llamó “La tribu de los Chochoni”, en homenaje a Las Costus), o las paredes de La Vía Láctea, el lugar donde acababan las noches que empezaban en Casa Costus. También es nítida su influencia en el que probablemente haya sido el símbolo artístico de aquella época: la estética almodovariana.
Se puede fantasear sobre la carga artística del diálogo entre Las Costus y el cineasta…. Y bromear sobre el cameo de ambos durante el estreno del cineasta manchego:
Seguro que ha pasado delante de él en más de una ocasión, pero habrá sido víctima de una de las mayores lacras que sufrimos quienes paseamos por Madrid: no levantar la vista del suelo y mirar a las fachadas de los edificios para que ellos, como ocurre en este caso, nos saquen una sonrisa y nos regalen una curiosidad que contar a nuestros familiares y amigos al recorrer Madrid.
2. 'La casa de los penes y las vaginas’: provocación en el modernismo madrileño
4. ‘La casa de Clara Campoamor’: una desconocida heroína universal
4. ‘La casa de Clara Campoamor’: una desconocida heroína universal
Clara iba a cumplir doce años cuando llegó el siglo XX. Había nacido en la calle Marqués de Santa Ana, 4, muy cerca de la calle Pez, en el seno de una familia humilde, lo que la impidió vivir como le correspondía por momento histórico e intelecto la importancia que la zona sur del barrio de Maravillas/Malasaña estaba adquiriendo en materia educativa. En la calle Reyes, el Instituto del Noviciado (actual Instituto Cardenal Cisneros) era de los primeros en abrir sus puertas a la Enseñanza Secundaria, mientras que, a pocos metros, sobre la calle San Bernardo, el corazón del saber universitario se concentraba en el edificio de la Universidad Central de Madrid.
Las ventanas de la habitación de la Clara Campoamor niña ofrecían una estampa en la que muchos estudiantes dialogabany vivían, de acuerdo al idealismo propio de esa etapa vital, y al inicio de un siglo que cambiaría el mundo para siempre.Clara quedaría huérfana de padre a los trece años, viéndose obligada a aparcar los libros y aayudar laboralmente a su madre. Veinte años después, a la edad de treinta y tres, pudo haber ahorrado lo suficiente como parainiciar sus estudios de Bachillerato. No lo tuvo fácil: en 1921 Clara era, por un lado, una mujer en un aula y, por otro, mucho más mayor que sus compañeros varones.
Aunque ellos no la verían demasiado tiempo.En el curso 1921-22 Campoamor logra aprobar todas las asignaturas y se matricula en Derecho. Tan solo dos años después, en 1924, se licencia en Derecho en la Central: el corazón educativo que la niña había oído latir desde su ventana.
Una trayectoria educativa (la igualdad de género para acceder a la universidad había llegado en 1910, precisamente, el día 8 de marzo) tan llamativa no fue objeto de noticia para ningún contador de historias de los años veinte.Las mujeres universitarias no llamaban la atención mediática en esa décadaporque respondían sin ambages, según quienes decidían qué era noticia, al tópico de feas y poco femeninas. En los años treinta todo cambió: las revistas, dirigidas por hombres, ¡comenzaron a hablar de las universitarias! Concretamente, eso sí, de la sorpresa que les producía que aquellas “finas estampas” puedan albergar “preocupación” por el saber.El historiador Juan Carlos González, de la asociación Carpetania Madrid, nos subraya estas líneas de “Mundo Nuevo” (una de las revistas ilustrada más importantes de los años treinta), con fecha del 16 de junio de 1933:
Nadie diría, viendo sus finas estampas y sus rostros maquillados, que en aquellas frentes —línea sutilísima de la ceja sobre los ojos embellecidos por el rímel— vive la preocupación del Derecho Internacional Privado, de la Anatomía Patológica o de la Arqueología arábiga.
Y en 1933 llegó, sin reelección para ella, la igualdad de voto
Si bien “los padres” de la Constitución de 1978 no estimaron pertinente incorporar a ninguna mujer en el equipo humano que redactó la vigente carta magna española, en la de 1931 sí estuvo en la comisión redactora la única mujer que ha participado en una tarea tan relevante en la Historia de España: Clara Campoamor.
Ella, tras licenciarse,había creado un bufete durante la dictadura de Primo de Rivera. Como bien recuerda el periodista Isaías Lafuente, biógrafo de Campoamor (‘La mujer olvidada’, Temas de hoy), ya entonces se declaraba republicana: “¡República, siempre república!”, le respondió a un periodista. Esta ilusión por la república la impulsó a participar en política desde el inicio del proyecto:logró un escaño como diputada por el Partido Radical (liberal y progresista), fuela primera voz femenina que se escuchaba en la historia de las cámaras políticas españolas, y luchó por estar en la comisión que redactara la Constitución de 1931.
Es fundamental destacar que Campoamor fue pionera también a nivel internacional:la única sufragista en el planeta que había logrado el voto femenino mediante el debate parlamentario. Y no sería por enemigos. La madrileña sacó toda su brillantez en un debate frente a una Cámara formada por 470 hombres y la socialista Victoria Kent. La única mujer del hemiciclo, además de la ponente Campoamor, no votaría finalmente a favor del sufragio femenino. Tampoco los miembros del Partido Radical al que pertenecía Campoamor, pese a haberle prometido previamente el apoyo a su causa igualitaria.
“No cometáis un error que no tendréis suficiente tiempo de llorar”, alertó Campoamor en la tribuna ante la imposibilidad de construir una república democrática solo con el sufragio masculino. No cometieron ese “error” 80 diputados socialistas (los otros 35, hasta un total de 115 escaños, se abstuvieron), ni otros diputados hombres de tendencias políticas diversas, incluídos los conservadores. Así, el 1 de octubre de 1931, con 161 votos a favor y 121 en contra, la mitad de la población también tendría derecho a elegir representación política.
Su éxito parlamentario significó también el principio del fin de su trayectoria política.Tras dos años de diputada, no logró los votos para ser reelegida en 1933, elecciones en las que, paradójicamente, las mujeres pudieron votar por primera vez. Parte de la izquierda responsabilizó a Campoamor y al resto de mujeres del triunfo de la derecha a causa del sufragio femenino; no hicieron lo propio, eso sí, cuando el Frente Popular ganó en 1936. Posteriormente,fue perseguida por el franquismo y se tuvo que exiliar, primeramente en Argentina y posteriormente en Lausana (Suiza), donde fallecería el 30 de abril de 1972, a los 84 años.
En sus obras “Mi pecado mortal”, “El voto femenino y yo” o “La revolución española vista por una republicana”, se pueden sentir hoy los latidos de ese corazón que luchó por la igualdad, impulsado por el anhelo educativo de la zona sur de la actual Malasaña.
3. 'La casa de Las Costus’: epicentro del talento de la Movida
5. ‘La casa de las siete chimeneas’: del fantasma de Elena al motín de Esquilache
5. ‘La casa de las siete chimeneas’: del fantasma de Elena al motín de Esquilache
Pedro de Ledesma adquirió en el siglo XVI unas tierras en el corazón de la actual Chueca(hoy este edificio, situado en la calle Plaza del Rey 1, uno de los más antiguos del barrio, essede del Ministerio de Cultura) sobre las queelevó un palacio en el que fueron colocadas siete chimeneas. Ledesma era uno de los hombres más poderosos no solo de Madrid, sino especialmente del que por entonces era el “mundo nuevo”:fue el secretario de Indias del rey Felipe II, el hijo del emperador Carlos V. Se desconoce el pecado cometido por Ledesma en su gestión de las Indias por el que a su casa parece haberle acompañado, durante siglos, la tragedia, según los amantes de los mitos más tenebrosos de Madrid.
Cuandose casaron Elena de Ledesma y el capitán de la Armada española Zapata, y el padre de ella les regaló la casa, la vida sonreía al matrimonio recién formado. El llanto llegó pronto a ese hogar, y lo hizo para quedarse durante cuatro siglos.
Y es que también conocía a la hija de su secretario de Indiasel rey Felipe IIquien, según algunos, favoreció el matrimonio y posteriormenteapostó por enviar a Zapata a Flandes, para luchar por la Corona, con el objetivo de, teniéndole lejos o, incluso, muerto,visitar a Elena.Zapata fallecería en combate en Flandesy la pena se apoderó deElena, hasta tal punto quese suicidó.
El horror que sintió para con el rey, según la leyenda que podemos escuchar al historiador Juan Carlos González en la ‘Ruta de los Misterios’ que ofrece la asociación Carpetania Madrid, transformó aElena en un fantasma que, en las noches de niebla espesa, se aparece en el tejado zigzagueando las siete chimeneashasta llegar a la esquina, dirigir su dedo hacia el oeste y, dibujando en el aire una línea recta que atraviesa el corazón de Madrid, apuntar al causante de sus males: el palacio real. El padre de Elena,Pedro de Ledesma, también aparecería muerto, tras haberse ahorcado.
Ya en el siglo XVII, bajo las siete chimeneas se trazaba la estrategia de espionaje dela Corona inglesa, que tenía su embajada en Madrid situada en este palacio. Un espacio que recibía la visita de todo tipo de personajes, entre ellos, hombres que hoy son escritores que han pasado a la Historia. También visitó esta embajada George Villiers, I Duque de Buckingham —mano derecha del rey inglés Jacobo I—, acompañando a un joven Carlos: el príncipe de Gales pudo disfrutar (con pasión por el arte, según los historiadores) del Madrid del Siglo de Oro.
En 1623, Inglaterra buscaba discretamente un pacto con Felipe IV casando al príncipe Carlos con la infanta María Ana, la hija menor del rey. Cuando Felipe IV condicionó el enlace a su conversión al catolicismo, Carlos regresó a Inglaterra y, junto con el duque de Buckingham pidieron al rey Jacobo que declarase la guerra a España, algo que no ocurrió. Dos años después, recién nombrado rey tras la muerte de su padre, Carlos I se casó con Enriqueta María de Francia. No sabemos si, en 1649, a Carlos I sus estancias en ‘La casa de las siete chimeneas’ y su frustrado matrimonio con María Ana de Borbón se le pasaron por la mente, segundos antes de morir, decapitado en la plaza pública.
Y llegó Carlos III
Y con él, Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache.El rey que es apodado como “mejor alcalde de Madrid” quería hacer sentir en España el viento de la Ilustración, y el encargado de conseguir recaudar lo necesario para sus políticas fue el ministro de Hacienda:el marqués de Esquilachevenía de Italia con la mente más abierta y a él se le puede atribuir el impulso del empedrado de las calles, así como su iluminación, o la construcción de la actual casa de Correos o casa de la Aduana.
También esel responsable de la implantación de un edicto que castigaba el uso de la capa larga y del sombrero de ala ancha. El objetivo, disminuir la delincuencia: que los malhechores no pudieran esconder armas bajo la capa ni su rostro bajo el ala del sombrero. La promulgación de esta normativa provocó la ira ciudadana. Un malestar entre las clases bajas que fue la gota que colmó un vaso que estaba ya casi lleno por los impuestos altos y los elevados precios del día a día.
El 23 de marzo de 1766, ‘La casa de las siete chimeneas’ fue objeto de asalto. El motín popular a la residencia del ministro de Hacienda terminó en tragedia: 17 muertos. Entre ellos, el mayordomo de Esquilache, quien se salvó por cuestiones físicas: no estaba en casa cuando se produjo el ataque.Como el motín de Esquilache fue protagonizado por el pueblo llano, se puede cometer el error de no tener en cuenta que no eran los únicos a los que la política del ministro de Hacienda no agradaba: las viejas élites políticas y la jerarquía eclesiástica habían perdido mucho poder, que había pasado a manos de los ministros aperturistas que Carlos III había traído del extranjero.
Tras salvar su vida en el motín,Esquilache huyó del país, el rey nombró nuevo Gobierno (lo que agradó a las élites políticas más tradicionales) y terminaría expulsando a los jesuítas (lo que satisfizo a la jerarquía eclesiástica).
En los años treinta del siglo XX, ‘La casa de las siete chimeneas’ se convierte en la sede del club Lyceum. Esta asociación de mujeres estaba liderada por María de Maetzu, y en sus inicios tuvo más de un centenar de socias, entre las que había poetisas, pintoras, educadoras… El único requisito para ser miembro era ser una mujer interesada en el mundo de la cultura. El club Lyceum, en la vanguardia europea, conoció su final a causa de la guerra civil española.
Posteriormente,el edificio se convirtió en la sede de un banco. Concretamente, en la del Banco Urquijo. Tampoco en este caso el final escaparía de la tragedia:los marqueses de Urquijo,Manuel de la Sierra y Torres y María Lourdes Urquijo y Morenés, fueron encontrados en su lujoso chalé de Somosaguas sobre sendos charcos de sangreen la mañana del 2 de agosto de 1980. En aquellos momentos, se hablaba de una fusión del Banco Urquijo con el Hispano, a la que el marqués se oponía, pero que, finalmente, se llevaría a cabo. Pese a que la pistola con la que se cometió el doble crimen nunca se encontró, y las sospechas rozaron a varios miembros del clan familiar, fue Rafael Escobedo —el yerno de ambos, quien estaba casado con su hija Miriam, pese a estar ya viviendo separados en aquel momento— quien sería condenado. Él admitió el crimen en un primer momento, aunque posteriormente proclamaría su inocencia: Escobedo entró en la cárcel en 1985, donde se suicidaría tres años después.
4. ‘La casa de Clara Campoamor’: una desconocida heroína universal
6. Hotel Palace: Mata Hari, espionaje y seducción en el hotel de una ciudad sin guerra
6. Hotel Palace: Mata Hari, espionaje y seducción en el hotel de una ciudad sin guerra
La imaginación de los narradores de historias ha tenido una gran fuente de inspiración en las inaccesibles habitaciones que se cobijan tras la fachada de un hotel de lujo. El secretismo y la seducción son, posiblemente, dos de los temas más abordados en las escenas de ficción ubicadas en estos lugares. Es por eso que cuando la realidad aporta personajes, tiempos y lugares concretos, el mito aparece y se consolida.
Durante la Gran Guerra (1914-1918), Madrid era la capital de un país no beligerante—funcionó como lugar neutral, dado que el rey Alfonso XIII apoyó al kaiser alemán mientras que los liberales hacían lo propio con los aliados—. En sus calles y edificios, a modo de tablero, los servicios de inteligencia de ambos bandos jugaban una partida de ajedrez en la que cada país tenía peones, alfiles, caballos, torres, reyes… y reinas.
El “monumental” hotel Palace de Madrid, situado en Plaza de las Cortes 7,se había inaugurado a las cinco de la tarde del sábado 12 de octubre de 1912(levantado sobre los antiguos solares del palacio de Medinaceli). Vecino de su “hermano” el hotel Ritz, algo más veterano,fue el primer edificio de hormigón armado construido en Madrid, yalojaría a artistas como Orson Welles, Ernest Hemingway, Rita Hayworth o Salvador Dalí, entre otros muchos. No tardó en convertirse en una de las piezas clave del juego de la inteligencia europea. En él se alojó con cierta frecuencia la agente alemana H-21. También era espía francesa, aunque los historiadores aseguran de forma mayoritaria que no era muy buena en este cometido.
Antes de ser H-21, esta espía doble era conocida como Mata Hari(“el ojo del amanecer”). Y previamente, como Margaretha Geertruida Zelle. Neerlandesa de nacimiento, mayor que sus tres hermanos varones, se casó a los 19 años con un hombre que le doblaba la edad y con el que se fue a vivir a la isla de Java. Al fallecer su hijo, él se convirtió en un alcohólico y ella, hasta que consiguiera divorciarse en 1906 (en aquel entonces tenía treinta años, y un sufrimiento indeleble al ver cómo su marido le quitaba la custodia de la hija que les quedaba), se refugió en la cultura javanesa, aprendiendo en la otra punta del mundo unos bailes y unas técnicas amatorias que en Europa eran exotismo puro. Los más poderosos hombres de las grandes ciudades como París o Berlín la deseaban tras verla en sus espectáculos: unos contactos cuyo valor se multiplicó exponencialmente tras el asesinato en Sarajevo del heredero de la corona del Imperio austrohúngaro.
Mata Hari no supo calibrar las consecuencias de la tentadora oferta que le hicieron para cambiar de trabajo: de bailarina, a espía. El 3 de agosto de 1914, cuando el Imperio alemán declara la guerra a Francia, Mata Hari se estaba divirtiendo con el jefe de la policía de Berlín. Luego volvería a su natal (y neutral) Holanda, donde la visitaría en su domicilio otro de sus amantes: Eugen Kraeme era el cónsul alemán en ese país y, a la vez, el jefe de la inteligencia germana. Le ofrece ir a con su espectáculo a París, seguir rodeándose de ministros y generales galos, y hacer de confidente para el Imperio alemán. Ella aceptó: había nacido H-21.
Ya en París, solicitó verse con el jefe del Contraespionaje francés, el capitán Georges Ladoux. En el juicio en el que en 1917 sería condenada a muerte, aseguró que lo hizo para obtener información del estado de salud de un soldado del que se había enamorado locamente y había sido herido en combate. Ladoux la había tanteado para incorporarla como espía francesa y, pese a no confiar demasiado en ella, pensó que podría serles de utilidad. Mata Hari decidió aceptar la misión de Ladoux: seducir y espiar al embajador alemán en Madrid. Fue entonces cuando cruzó un peligroso umbral: el de ser un agente doble.
Uno de los amantes que se la conocen en el hotel Palace—donde actualmente hay una sala llamada Mata Hari en su recuerdo— esel capitán alemán Von Kalle, de quien obtuvo información que luego transmitió al servicio secreto francés. “Si alguien dice que me proporcionó información secreta —diría después Mata Hari—, el delito lo cometió él, no yo”. También se referiría a su estancia en la capital en los siguientes términos: “En Madrid jamás llegué a pisar la calle, porque cada vez que aparecía en la puerta del Ritz, una legión de caballeros arrojaban sus capas al suelo para que caminara sobre ellas, poniendo ante mí una alfombra roja que nunca se acababa”.
Mata Hari se había convertido en objeto de atención de los servicios de inteligencia de ambos países, cuyos responsables se dieron cuenta de su doble condición: quizá fuese por el hecho de que no logró ni un solo éxito importante para la guerra como espía. A principios de 1917 rechazó la oferta del senador catalán Emilio Junoy para que abandonara Madrid y se marchara a vivir a Barcelona, y, por contra, aceptó regresar a París, donde la esperaba una trampa.
“Comunicar a la agente H-21 que vuelva a Francia y continúe allí su misión”, decía el mensaje de radio con destino Madrid enviado por los alemanes que, a conciencia, dejaron que fuera descifrado por los servicios de inteligencia situados en París. Este mensaje fue la razón por la queMata Hari abandonó Madrid camino de la capital francesa, en lo que fue el principio de su final.Allí sería detenida y llevada a juicio(aún en plena guerra):falleció frente a un pelotón de fusilamiento, maquillada y vestida de forma elegante, y sin querer que le taparan los ojos. Era 15 de octubre de 1917. Nadie reclamaría su cadáver.
5. ‘La casa de las siete chimeneas’: del fantasma de Elena al motín de Esquilache
7. El Ateneo de Madrid: la casa de la tertulia y la sabiduría
7. El Ateneo de Madrid: la casa de la tertulia y la sabiduría
¿Se puede crearun espacio donde las mentes más brillantes del país, sin importar su ideología o fe, debatan dentro de un círculo de amistadesen busca del progreso social; un lugar holístico en el que el todo sea mayor que la suma de sus —eruditos— individuos? Se puede, y se debe. En Madrid,este espacio lo representa el Ateneo. “Sin ilustración pública no hay verdadera libertad”, se podía leer en sus estatutos iniciales. Y es que el camino hasta la consolidación del que hoy es el edificio del Ateneo de Madrid, en la calle Prado, 21, fue tortuoso para los amantes de la libertad.
El origen de esta sociedad privada declarada de utilidad públicalo encontramos a raíz de los cambios políticos, sociales y culturales que se vivieron en España a raíz del paso de Napoleón,a principios del siglo XIX, y cuya inspiración política podría verse reflejada en ‘La Pepa’,la Constitución de 1812. La llegada de Fernando VII frenó estos avances, pero, tras el pronunciamiento de Riego en 1820, que obligó al rey a acatar la Constitución, las mentes ilustradas apostaron por un espacio de debate entre las élites culturales y políticas.
En 1823, los ‘Cien mil hijos de San Luis’ devolvieron a Fernando VII el poder absoluto, por lo que los abanderados de la Ilustración tuvieron que exiliarse. Quienes lo hicieron en Inglaterra conocieron allí el Ateneo británico y, tras la muerte del rey y la llegada de nuevos vientos liberales impulsados por la regente María Cristina de Nápoles, ya de nuevo en España,fundaron en 1835 el Ateneo Científico y Literario(al que posteriormente se le añadiría el epíteto de Artístico) para “discutir tranquila y amistosamente cuestiones de legislación, de política y, en general, de toda materia que se reconociera de utilidad pública”.
En 1838, el Gobierno continúa impulsando esta iniciativa, y dispone que se le otorgue para su biblioteca “un ejemplar de todas las obras que salgan de la Imprenta Nacional y todos los ejemplares sobrantes de la fusión de las bibliotecas de las Cortes, la Nacional y las de los conventos suprimidos”.Hoy, con más de 500.000 libros, la biblioteca del Ateneo de Madrid es posiblemente la mayor biblioteca privada del país.
El nombre de Ateneo es un homenaje a la diosa de la sabiduría que, para los romanos era Minerva y para los griegos Atenea. Los jóvenes románticos del siglo XIX se sumaron con ilusión al proyecto de la pasión por el saber. El primer presidente fue el liberal Ángel de Saavedra, Duque de Rivas; siendo el socio número uno del Ateneo de Madrid el que es considerado como primer periodista español: Mariano José de Larra, quien fue admitido el 4 de enero de 1936. Para lograr ser socio había que tener el aval de otros tres socios (Larra obtuvo el de ocho) y luego ganar una votación en la que los socios mostraban su opinión respecto a la inclusión del nuevo miembro mediante la elección de una bola negra o una blanca. Sin embargo, Larra apenas disfrutaría trece meses del Ateneo, puesto que se suicidaría el 13 de febrero de 1837.
16 presidentes del Gobierno ‘made in’ Ateneo
La sociedad fue pasando por distintas sedes, hasta llegar al edificio modernista(obra de los arquitectos Enrique Fort y Luis Landecho) que hoy podemos conocer en la calle Prado, 21, inaugurado el 31 de enero de 1884 por Antonio Cánovas del Castillo, en presencia del rey Alfonso XII.En la fachada del edificio, tres bustos presiden el accesoa este templo del saber:Velázquez, en nombre de las Artes;Alfonso X ‘El Sabio’, representando a las Ciencias; yCervantes, haciendo lo propio con las Letras.
Distinta sería la relación de Alfonso XIII con el Ateneo: en los años veinte, en plena dictadura de Primo de Rivera, el rey negoció personalmente su fusión con el Círculo de Bellas Artes, aprovechando la inauguración de la nueva sede de éste. Rechazada su propuesta por la Junta, un grupo de ateneístas solicitó a ésta la expulsión del socio 7.777: de apellido Borbón, de nombre Alfonso y de cargo jefe del Estado.
Ateos y católicos, liberales y conservadores, monárquicos y republicanos, todos tenían hueco en el Ateneo de Madridpor “dos duros” (diez pesetas era la mensualidad que debían abonar).Han cruzado esa puerta, entre otros,16 presidentes de Gobierno y todos los premios Nobel españoles(desde el primero, el Nobel de Literatura 1904 José Echegaray, a Camilo José Cela, pasando por Ramón y Cajal, Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez, Severo Ochoa y Vicente Aleixandre).
La lista de ilustres miembros continúa con una larga lista de nombres entre quienes podemos destacara a quienesfueron algunos de sus presidentes: Gregorio Marañón, Ramón María del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Fernando de los Ríos o Manuel Azaña. Especial relevancia tuvieron los masones, algunos de cuyos miembros alcanzaron relevancia no solo en el Ateneo sino en la cúspide del poder político: Emilio Castelar, Cánovas del Castillo, Alonso Martínez o Nicolás Salmerón. También recibió a algunas de las mejores mentes de su tiempo, como Marconi, Maeterlinck, Einstein o Sarah Bernhardt.
Las mujeres tuvieron más difícil el acceso, pese al carácter liberal de la institución.Su primera socia fue la escritora gallega Emilia Pardo-Bazán, pionera de la lucha feminista, quien sería nombrada presidenta de la sección de Literatura. Su marido, hastiado de su pasión por las letras, la obligó a elegir entre él y la literatura. Pardo Bazán optó por su gran amor, y dejó a su marido. Posteriormente, el Ateneo sería escenario de la tormentosa relación sentimental protagonizada por la propia Pardo Bazán y el canario Benito Pérez Galdós.
La llegada de la Gran Guerra (1914-18) dividió a los socios entre germanófilos y aliadófilos, lo que provocó un notable aumento de la tensión en el Ateneo. Ya en 1930, Manuel Azaña se convirtió en su presidente. Este alcalaíno representa como pocos la figura del ateneísta: socio activo, contertulio y secretario del Ateneo durante la Primera Guerra Mundial, este por entonces anónimo intelectual llegaría a presidir la II República española. Un cambio político (de monarquía a república) que fue diseñado, en buena medida, dentro de las paredes del propio Ateneo de Madrid y, más concretamente, en el despacho de quien fue su presidente entre 1930 y 1932: Manuel Azaña.
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8. ‘La casa de Jacinta’
8. 'La casa de Jacinta', Benito Pérez Galdós o la importancia de las casas
No se puede entender el Madrid del siglo XIX sin la obra de Benito Pérez Galdós, uno de los mejores novelistas españoles. Y no nos referimos solo a sus gentes o a sus sucesos históricos, sino también a la importancia de los edificios.El escritor de origen canario apostó por representar a través de la privacidad de las casas(y sus mudanzas)la personalidad de los propios personajes.Una perspectiva, respecto a la hegemonía en la utilización del espacio público, que ha ido tomando un protagonismo exponencial en la literatura hasta llegar a nuestros días.
Pese a que Galdós es considerado icono del realismo literario, manejaba con maestría el simbolismo, y era precisamente con las descripciones de las casas o con la narración de los hechos que acaecían dentro de las cuatro paredes, con las que entendemos mejor a sus personajes.
Corría 1862 cuando un Galdós de 19 años llegaba a Madrid.La capital había aprobado dos años atrás un Plan de Ensanche que terminaría de dibujar la distribución social (un tema de sumo interés para Galdós) de la ciudad: la aristocracia, en el actual Paseo de la Castellana; la industria se ceñía al barrio de Chamberí; la población de menor estrato social, en los barrios bajos del sur; y la burguesía empezaba a poblar el barrio de Salamanca.
‘Fortunata y Jacinta: dos historias de casadas’se publicó en cuatro partes, entre 1886 y 1887. Un triángulo amoroso “de casados” como eje vertebrador que, paradójicamente, fue escrito por un hombre que permaneció soltero durante toda su vida. La novela transcurre (1969-76) en un contexto histórico de muchos cambios: comienza ya iniciado el ‘Sexenio Revolucionario’ tras la revolución burguesa de ‘La Gloriosa’ que en 1868 terminó con el reinado de Isabel II, y finaliza año y medio después de la Restauración Borbónica de Alfonso XII en 1874.
8. ‘La casa de Jacinta’
Seguro que has “flaneado” las calles de Madrid en numerosas ocasiones —dado que es uno de los regalos que la ciudad ofrece a quien la transita—, aunque no lo llamabas así. “Flanear” era el verbo que ideó Galdós para describir ese caminar sin rumbo concreto que tanto le apasionó de la ciudad que conoció poco antes de cumplir la veintena. Quizá en uno de estos paseos fue cuandoel escritor se fijó en un edificio sito en la plaza de Pontejos 1, a la espalda de la Puerta del Sol. Un inmueble que hoy nos permite ayudar a entender cómo vivía la burguesía de la época.
Yahí ubicó Galdós la casa de la burguesa Jacinta, una mujer a la que el escritor canario presentó al mundo de la siguiente forma:
Jacinta era de estatura mediana, con más gracia que belleza, lo que se llama en lenguaje corriente una mujer mona. Su tez finísima y sus ojos que despedían alegría y sentimiento componían un rostro sumamente agradable. Y hablando, sus atractivos eran mayores que cuando estaba callada, a causa de la movilidad de su rostro y de la expresión variadísima que sabía poner en él. La estrechez relativa en que vivía la numerosa familia de Arnaiz, no le permitía variar sus galas; pero sabía triunfar del amaneramiento con el arte, y cualquier perifollo anunciaba en ella una mujer que, si lo quería, estaba llamada a ser elegantísima. Luego veremos. Por su talle delicado y su figura y cara porcelanescas, revelaba ser una de esas hermosuras a quienes la Naturaleza concede poco tiempo de esplendor, y que se ajan pronto, en cuanto les toca la primera pena de la vida o la maternidad.
Cuando Jacinta se casa con Juanito Santa Cruz, el matrimonio sigue viviendo en la casa de los padres de Juanito: “Los de Santa Cruz vivían en su casa propia de la calle de Pontejos, dando frente a la plazuela del mismo nombre. (...) Ocupaban los dueños el principal, que era inmenso, con doce balcones a la calle y mucha comodidad interior. (...) Allí tenía número sobrado de habitaciones, todas en un solo andar desde el salón a la cocina”.
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9. ‘La casa de Fortunata’
9. 'La casa de Fortunata', Benito Pérez Galdós o la importancia de las casas
No se puede entender el Madrid del siglo XIX sin la obra de Benito Pérez Galdós, uno de los mejores novelistas españoles. Y no nos referimos solo a sus gentes o a sus sucesos históricos, sino también a la importancia de los edificios.El escritor de origen canario apostó por representar a través de la privacidad de las casas(y sus mudanzas)la personalidad de los propios personajes.Una perspectiva, respecto a la hegemonía en la utilización del espacio público, que ha ido tomando un protagonismo exponencial en la literatura hasta llegar a nuestros días.
Pese a que Galdós es considerado icono del realismo literario, manejaba con maestría el simbolismo, y era precisamente con las descripciones de las casas o con la narración de los hechos que acaecían dentro de las cuatro paredes, con las que entendemos mejor a sus personajes.
Corría 1862 cuando un Galdós de 19 años llegaba a Madrid.La capital había aprobado dos años atrás un Plan de Ensanche que terminaría de dibujar la distribución social (un tema de sumo interés para Galdós) de la ciudad: la aristocracia, en el actual Paseo de la Castellana; la industria se ceñía al barrio de Chamberí; la población de menor estrato social, en los barrios bajos del sur; y la burguesía empezaba a poblar el barrio de Salamanca.
‘Fortunata y Jacinta: dos historias de casadas’se publicó en cuatro partes, entre 1886 y 1887. Un triángulo amoroso “de casados” como eje vertebrador que, paradójicamente, fue escrito por un hombre que permaneció soltero durante toda su vida. La novela transcurre (1969-76) en un contexto histórico de muchos cambios: comienza ya iniciado el ‘Sexenio Revolucionario’ tras la revolución burguesa de ‘La Gloriosa’ que en 1868 terminó con el reinado de Isabel II, y finaliza año y medio después de la Restauración Borbónica de Alfonso XII en 1874.
9. ‘La casa de Fortunata’
Fortunata simboliza a la mujer de clase baja con gran fortaleza interna, pese a haber sufrido. Así la presenta Galdós en la novela: “Una mujer bonita, joven, alta (...) La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón en los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural”.
Galdós, quien, como hemos dicho, comienza a tejer simbolismos con los edificios y las estancias,hace que Maximiliano Rubín conozca a Fortunata, quien será su futura esposa, a través de la habitación donde vive: “Por la noche fue Maximiliano al hotel de Feliciana, tercer piso en la calle de Pelayo, y al entrar, lo primero que vio… Es que junto a la puerta de entrada había un cuartito pequeño, donde moraba la huéspeda [Fortunata], y esta salía de su escondrijo cuando Rubín entraba.” Observamos cómo Galdós, mediante palabras y connotaciones, nos dibuja la situación emocional del personaje, al hablar de “tercer piso” (cuanto más humilde era una persona, en planta más alta vivía, y una tercera planta era elevada para la época), “cuartito pequeño” y “escondrijo”.
El escritor nos enriquece el arco narrativo de Fortunata a través de sus nuevas casas, como explica el profesor de Filología Hispánica Antonio Arroyo Almaraz en su texto “La casa como núcleo estructurador del espacio urbano en la novela del siglo XIX: ‘Fortunata y Jacinta’ de B. Pérez Galdós y ‘La febre d’or’ de N. Oller”: Galdós “crea un fuerte contraste entre las dos casas que habitan Maxi y Fortunata. La primera como espacio de tránsito, cuyos muebles son de alquiler y donde aparece Fortunata (...) bajo un fuerte deseo de honradez y purificación de su pasado. Por el contrario, la segunda vivienda, el espacio matrimonial que ocupan tras la purificación de Fortunata en el convento de las Micaelas, tiene buenas vistas y no es un interior, los papeles de la pared son nuevos, la alcoba estucada…”.
También el inmueble sirve a Galdós para dar más información entrelíneas sobre el vínculo extramatrimonial de Fortunata con Juanito Santa Cruz. Según el profesor Arroyo Almaraz, “el espacio del adulterio, la casa de Juanito y Fortunata en Cuatro Caminos, tiene una decoración más impersonal”. Dado que “esta dialéctica de hacer/deshacer la casa es consustancial al personaje de Fortunata—prosigue Arroyo Almaraz—, un personaje ambivalente que se mueve entre dos polos”.
La casa de la Cava de San Miguel, 11 es el lugar donde se produce el primer encuentro entre Fortunata y su verdadero amor Juanito Santa Cruz, el inmueble donde la novela sitúa a Fortunata al inicio y donde termina su vida, dando a luz al hijo de Juanito y entregándoselo a Jacinta para morir tras el parto.
Quien es considerado por muchos el mayor estudiosos de la obra de Galdós, Pedro Ortiz-Armengol, contó en su día cómo una jornada de 1952, paseando por la Cava de San Miguel vio un cartel de “se vende” en un inmueble que, según sus estudios, era el lugar donde había vivido Fortunata. “Pedía quinientas o seiscientas mil pesetas —recuerda el historiador— pagadas en letras a muchos años. Era viable”. Allí llevó su “biblioteca galdosiana”, decoró el inmueble inspirándose en la novela de Galdós y disfrutó de seguir estudiando la obra galdosiana desde el edificio en la Cava de San Miguel, 11, donde el autor había dado vida a una mujer que tiene un lugar muy destacado dentro de la literatura española.
8. ‘La casa de Jacinta’
10. Palacio de Uceda: retrato del poder, siglo a siglo
10. Palacio de Uceda: retrato del poder, siglo a siglo
El siglo XVII fue el primero que Madrid completó siendo la capital de España. Con el rey nuevo Felipe III al frentedesde hacía poco más de un año (tras la muerte de Felipe II), el mapa callejero del Madrid de los Austrias se seguía dibujando en calles recorridas por los principales artistas del Siglo de Oro. A la vez, el Imperio español se extendía por el planeta.
Algo que dejó de ocurrir a finales de este mismo siglo. Es seguro que las malas noticias circularon pronto entre las paredes del que hoy conocemos como Palacio de Uceda.En 1613, Cristóbal Gómez de Sandoval, el primer duque de Uceda, hijo del duque de Lerma—a quien precisamente sucedió como valido de Felipe III—,ordenó construir esta joya renacentista con trazas barrocas de la arquitectura palaciega del XVII, situada en la calle Mayor, 79. Pero el duque de Uceda nunca lo vio terminado: embargaron sus bienes y su familia fue desterrada de la corte, por lo que no pudo manejar los hilos del poder desde este edificio, como había soñado.
Otros sí lo harían por él durante los cuatrocientos años que tiene el inmueble.A finales de ese mismo siglo XVII, el palacio fue la residencia de la reina Mariana de Austria, la viuda de Felipe IV y madre de Carlos II. ¿Con quién y en qué términos hablaría, en el salón de su palacio, Mariana de Austria sobre su hijo, el último rey de la dinastía?
En el siglo XVIII, las políticas —ya en manos de la dinastía borbónica— respecto a los territorios americanos gobernados por la monarquía española se tomaban en los salones del Palacio de Uceda, dado que Felipe V dispuso por Real Decreto de 20 de enero de 1717 el traslado a este palacio del Consejo de Indias, junto con los de Castilla, Órdenes y Hacienda y sus respectivas tesorerías, oficinas, contadurías y tribunales. Curiosamente, el Consejo de Estado (que hoy ocupa este palacio) fue el único que no se trasladó al Palacio de Uceda.
Aunque sí lo hizo en el siglo XIX:las Cortes de Cádiz habían suprimido los antiguos Consejos y sólo mantuvieron el de Estado, al que dieron rango constitucional, ycuya sede se estableció en el Palacio de Ucedaa mediados de un siglo en el que se tomaron decisiones que lograron transformar España, tales como la modernización de la agricultura o el nacimiento de la industria moderna. Entre estas paredes también se vivió el paso de la monarquía absoluta a la parlamentaria y constitucional e, incluso, el fin de ésta con la llegada de la I República.
De todas las noches de tensión que se vivieron en el Palacio de Uceda durante el siglo XX, una de las destacadas fue la del 23 de febrero de 1981. Mientras el presidente dimitido Adolfo Suárez y el candidato a sucederle Leopoldo Calvo Sotelo, así como los diputados y diputadas, estaban secuestrados en el Congreso de los Diputados a manos de los militares encabezados por Tejero, el Gobierno provisional estaba reunido en este palacio de la calle Mayor que, paradójicamente, era —y es—también la sede de la Capitanía General.
En el siglo XXI este edificio, sede del Consejo de Estado, sigue siendo uno de los epicentros de poder. Si bien este órgano no forma parte de la Administración activa ni está integrado en ministerio alguno, la Constitución de 1978 lo define como órgano consultivo del Gobierno que, en virtud de la sentencia del Tribunal Constitucional 56/1990, tiene además carácter de órgano de Estado. En la actualidad, con una media de edad de los miembros de la comisión permanente que ronda los 78 años,este órgano sigue siendo clave en asuntos políticos de la más alta trascendencia.
9. ‘La casa de Fortunata’
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