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Dos psicólogos de la Universidad de Stanford hicieron una vez este experimento: pidieron a un grupo de voluntarios con conocimientos financieros, que valorasen las ventajas de invertir en compañías de bolsa, y les aportaron informes ficticios. Unos informes provenían de una firma fácil de pronunciar –Artan–, mientras que otros procedía de una firma difícil de pronunciar: Taahhut. Ambas hacían sus valoraciones sobre las posibilidades de invertir, y no siempre coincidían.

Para cualquier experto, lo mejor habría sido sacar una media de las opiniones de Artan y Taahhut, pero eso no fue lo que pasó. Los participantes dieron por mayoría más valor a los informes de Artan que a los de Taahuut. ¿Por qué? Los psicólogos cognitivos tienen la respuesta: nuestro cerebro escoge lo que le supone menos esfuerzo cognitivo.

Nuestro cerebro está gobernado por dos sistemas: uno, más inconsciente, que es el que nos permite tomar decisiones rápidas para ahorrar tiempo y para sobrevivir. Se supone que cuando nos atacaba un animal en la prehistoria, no teníamos tiempo para reflexionar y creamos este sistema rápido. Y el otro sistema es más consciente y nos permite razonar con tranquilidad. Nos lleva tiempo y esfuerzo.

Lo que pasa es que este segundo sistema es más perezoso, como dice el psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman, de modo que dejamos el trabajo al primer sistema. Además, “la facilidad cognitiva se asocia a sensaciones buenas”, afirma Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio. 

Un experimento publicado en PNAS (una de las revistas científicas de mayor renombre) demostró que las empresas que salen a bolsa tienen mejor estreno cuando sus nombres son fácilmente pronunciables como KAR. Sin embargo, las que tenían nombres o nicks difíciles –PXG o RDO–, arrancaban con mayor dificultad. Con el tiempo, la acción corregía este defecto. (Ver gráfico).

Por qué la bolsa sube los días soleados y otras cosas ‘absurdas’ que nos influyen a la hora de invertir
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A más esfuerzo, mejores decisiones

Hay más ejemplos de nuestro comportamiento fuera de lo común. Existe el caso contrario. Si se nos presentara un informe financiero en un formato con tapas brillantes, buena letra y bien empastado, sería muy fácil leerlo y entenderlo, ¿no? 

Ahora imaginemos que se nos da a leer el mismo informe con letra pequeña y en una impresión gris y mal diseñada. ¿Lo entenderíamos peor? Al revés: los experimentos realizados en Princenton con estudiantes (se llama test de reflexión cognitiva), demostraron que los estudiantes cometían menos errores cuando se les exigía más esfuerzo cognitivo con pruebas presentados de mala manera. 

La clave estaba en la letra: la letra mal dibujada les provocaba mayor esfuerzo cognitivo. En el caso de la firma de Bolsa del principio, no era la letra sino la palabra la que resultaba difícil de pronunciar.

Cuestión de confianza

Uno de los experimentos más raros sucedió cuando palabras de origen turco desconocido aparecieron en las portadas de revistas universitarias. Al cabo del tiempo, se les preguntó a los estudiantes qué palabras les causaban mejores sensaciones, y la inmensa mayoría citó solamente a las que habían salido casi todos los días, y obvió las que habían salido dos o tres veces. 

Los psicólogos lo razonaban diciendo que lo que nos resulta familiar es menos amenazador: es una actitud adquirida en la evolución; en un mundo hostil, nos fiamos de los que nos es familiar.

¿Cómo se puede llevar eso a la práctica en la información financiera? Si una empresa desconocida aparece más en los periódicos, al final empieza a causar buenas sensaciones, aunque sea un verdadero bluff. Somos así de vulnerables.

Mercados soleados

Otro de los experimentos curiosos sucedió cuando se cruzó minería de datos con el comportamiento de los inversores. El psicólogo Leonard Mlodinow cuenta el caso de Edward Saunders, un profesor de Massachusetts que estudió el comportamiento entre bolsa y meteorología entre 1927 y 2008. Su conclusión fue que había una correlación entre días soleados y subidas (bull market) y días nublados y caídas (bear market).

Como el estudio parecía demasiado absurdo para ser verdad, otros investigadores lo extendieron a 26 países entre 1982 y 1997. Su conclusión fue sorprendente: había más subidas de los índices cuando salía el sol. Seguramente, los psicólogos evolucionistas lo ven como algo natural pues asociamos el sol a la vida y al bienestar (a la vitamina D y a que podemos ver las amenazas del ambiente).

Pero si uno se pone a reflexionar sobre estos comportamientos, determina que, cuando invertimos en Bolsa, nos dejamos llevar por fuerzas ocultas de nuestra mente que ni siquiera sospechamos. 

Somos unos inconscientes. “Nuestra mente inconsciente es activa, resuelta e independiente. Puede estar oculta pero sus efectos no lo están en ninguna parte”, dice Leonard Mlodinow en su libro Subliminal: cómo tu inconsciente gobierna tu comportamiento.

 

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