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Ángel Cano, consejero delegado de BBVA
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El sector financiero ha sufrido una oleada de cambios durante los últimos años. Para adaptarse al nuevo escenario ha realizado el mayor ajuste de oficinas de la eurozona, ha vivido el desplome del crédito, ha tenido que afrontar una compleja regulación internacional y ha visto cómo su reputación se desvanecía ante los ojos de los ciudadanos. En definitiva, la crisis ha cambiado las reglas del juego del negocio y ha desatado un sinfín de retos, como la búsqueda de la eficiencia y la rentabilidad o la apuesta por las nuevas tecnologías.

Al igual que cualquier empresa o sector, la banca no ha tenido más remedio que reducir sus gastos para superar mejor la tormenta económica. Y una de las vías que ha utilizado es la reducción de su red de oficinas.

Entre 2008 y 2014, el sector ha cerrado cerca de 13.000 sucursales, una cifra que representa más de un 30% respecto al número total que existía antes de la crisis. Se trata, según el Banco de España, del mayor ajuste de oficinas de toda la eurozona… y todo apunta a que todavía no ha llegado a su fin.

“Cada vez resulta más evidente que si queremos ser competitivos tenemos que ganar en eficiencia y rentabilidad”, asegura Francisco Gómez, consejero delegado de Popular.

¿Pero cómo se puede ser más eficaz? Las entidades lo tienen claro: por un lado, deben adelgazar más sus estructuras (en los últimos dos años Bankia ha reducido en 600 millones su gasto de explotación) y, por otro, aumentar todo lo posible sus ingresos.

Equilibrar la caída del crédito

Y es aquí donde entra en escena otra de las consecuencias más importantes que ha provocado la crisis: la caída en picado de la concesión de créditos, el corazón del negocio bancario.

En los últimos años, los préstamos para viviendas, consumo y empresas se han desplomado más de un 60% desde los máximos anteriores a la crisis, aunque en 2014 las estadísticas ya empezaron a reflejar un cambio de tendencia. Durante dicho ejercicio, las principales entidades prestaron a familias y empresas más de 416.000 millones de euros. Una cifra que, aunque parezca elevada, sigue estando muy lejos de los niveles de años atrás (en 2010 rozó los 790.000 millones) y sobre todo de la época precrisis.

Para hacerse una idea, acudimos al caso concreto de Banco Sabadell. “El crédito hipotecario que registramos en 2014 no es ni el 10% del que tuvimos en 2006”, señala Jaime Guardiola, consejero delegado de la entidad catalana.  

Por si fuera poco, no se esperan grandes mejoras a corto plazo, sino una lenta recuperación. Caixabank, por ejemplo, cree que el crédito nuevo crecerá de media un 2% en los próximos años, mientras que BBVA estima que el volumen de crédito total no aumentará hasta bien entrado 2016.

Por tanto, el sector poco a poco ha tenido que buscar nuevas fuentes de ingresos, entre las que destaca el aumento de las comisiones (por gestión, mantenimiento de cuenta, retirada de efectivo en los cajeros…) Para comprobarlo, basta recordar que Santander, BBVA, Popular, Bankinter, Caixabank, Bankia y Sabadell ingresaron en 2014 por este concepto 18.641 millones de euros, un 7,3% más que un ejercicio antes.

Más solvencia y menores costes de financiación

A lo largo de estos años se ha ido forjando una nueva regulación internacional. Las entidades se han visto sometidas a varios exámenes por parte de las autoridades europeas (los famosos test de estrés) y han tenido que engordar su colchón en miles de millones de euros para afrontar posibles problemas futuros (lo que el sector denomina provisiones). Solo Santander ha tenido que sacar de su beneficio más de 75.000 millones de euros entre 2008 y 2014 para cubrirse de hipotéticas insolvencias.

El sector reconoce que el camino ha sido muy duro, que ha provocado (y aún provocará) una multitud de cambios en las reglas de juego, aunque también asegura que el resultado ha sido positivo: los bancos españoles tienen un elevado nivel de solvencia, están vigilados por el mismo organismo que sus homólogos europeos (el Banco Central Europeo) y han conseguido reducir sus costes de financiación, ya que la nueva regulación evita que el mercado pida más intereses a una entidad por ser un país u otro y fomenta que se guíe por sus fundamentales. Un cambio que, sin duda, ha beneficiado al sistema financiero española.

Según los datos del Banco de España, a finales de 2011 el coste de financiación representaba más del 2% del tamaño total del sector, mientras que a mediados del año pasado (último dato disponible) se situó en el 1,49%.

Nuevos nichos, productos y mercados

En estos años, el sector también se ha visto obligado a buscar nuevos nichos de mercado. Por ejemplo, Popular, que es el referente en el mundo pyme, se ha adentrado en el negocio de los créditos al consumo con la compra del negocio de tarjetas de Citi, mientras que Santander ha recorrido el camino inverso lanzando la plataforma Advance.

Además, y en plena decaída de los depósitos (uno de los productos estrella del portfolio financiero cuya rentabilidad se ha visto mermada por las exigencias regulatorias y los bajos tipos de interés), se empiezan a imponer otro tipo de alternativas como el ladrillo, los fondos de inversión o los seguros, estos dos últimos considerados como soluciones de ahorro e inversión a largo plazo. Sin ir más lejos, Bankinter obtiene de Línea Directa Aseguradora un tercio de su margen bruto, mientras que su negocio de banca privada ya gestiona más de 23 millones de euros, un 61% más que hace dos años.

Por otro lado, los bancos españoles también han tenido que globalizar su estrategia. Así, en los últimos tiempos Santander y BBVA han reforzado su red de filiales en el extranjero, mientras que Popular y Sabadell han entrado en México y Caixabank ha modificado sus estatutos para incluir que su vocación es internacional. En términos generales, el sector tiene presencia en Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y China.

Recuperar la reputación con un mejor servicio

Con una estructura más ligera, una posición más sólida y una oferta de productos más amplia, el sector lleva tiempo intentando recuperar parte de la confianza que ha perdido de cara a los ciudadanos. Quiere acercarse más al cliente, ofrecerle una atención más personalizada, hacerle la vida más fácil y conseguir su vinculación.

“Estamos en un contexto de tipos bajísimos donde la rentabilidad de los activos es muy baja. No tenemos margen  para diferenciarnos en el precio, así que debemos hacerlo a través de la calidad del servicio”, asegura José Sevilla, consejero delegado de Bankia.

Su opinión la comparte José Antonio Álvarez, consejero delegado de Santander, quien puntualiza que “vivimos una transformación cultural. Ahora cómo se vende al cliente y a qué coste importa mucho”.

Para conseguirlo, las entidades se están centrando en especializar a sus empleados y en adoptar las nuevas tecnologías. “Debemos potenciar el asesoramiento en las oficinas en detrimento de la operatividad, porque eso lo podemos hacer gracias a la tecnología”, cree Manuel Menéndez, consejero delegado de Liberbank.

El sector se ha propuesto avanzar en la gestión remota, seguir desarrollando la banca online y móvil y mejorar en el negocio del pago digital. “La tecnología nos permite satisfacer al cliente a un coste bajo, por lo que supone un ahorro de costes y una oportunidad para interaccionar con el cliente y mejorar el negocio”, añade Gonzalo Cortázar, consejero delegado de Caixabank, considerado el banco líder mundial en innovación.

“La transformación ya se está produciendo porque los retos del nuevo mapa bancario nos obligan a estar en una permanente evolución. El día a día del sector está cambiando y la cuestión es definir cómo vamos a afrontarlo”, concluye Ángel Cano, consejero delegado de BBVA.

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