Los rascacielos en Nueva York ya no están de moda. Muchas empresas vinculadas al negocio de la publicidad, los medios de comunicación y las nuevas tecnologías están haciendo las maletas para abandonar Manhattan y cruzar el East River en busca de oficinas más grandes, más baratas y más creativas.
Su destino es el distrito de Brooklyn, que está recibiendo una auténtica oleada de inversiones procedentes de promotores.
El objetivo de los constructores es introducir en el mercado más de 186.000 m2 de espacios para oficinas durante los próximos años, cifra diez veces superior a todo lo que se ha construido en el barrio durante la última década (poco más de 18.000 m2).
Los inversores tienen la intención de levantar edificios nuevos y, a la vez, reformar los más antiguos para atraer a todo tipo de empresas. Y es que muchas compañías del sector tecnológico y el mundo de la comunicación prefieren instalarse en almacenes rehabilitados que en los rascacielos tradicionales. Esta tendencia ha quedado patente, por ejemplo, en Oakland, donde Uber adquirió en septiembre un edificio, o en Pittsburg, donde Google ha instalado sus oficinas en una antigua fábrica de galletas.
En los últimos meses varios inquilinos se han despedido de Manhattan y han cambiado sus instalaciones a Brooklyn, al considerar que este barrio les ofrece más posibilidades de espacio y precio. Una de ellas es Kickstarter, una web de crowdfunding que se mudó el año pasado y que se ha instalado en un edificio con unas dimensiones que no hubieran podido pagar en el barrio de los rascacielos.
Ahora bien, los precios en Brooklyn ya no son lo que eran a finales del siglo pasado. Tal y como reconoce Jed Walentas, director de la constructora Two Trees, “en tan solo 15 años, los alquileres se han incrementado debido al atractivo del distrito, pasando de 86 dólares el metro cuadrado a 430 dólares”.
Los constructores están convencidos de que en los próximos años seguirán llegando más inquilinos vinculados a los negocios creativos y emprendedores, aunque descartan la llegada de los grandes bancos, que se sienten más atraídos por los rascacielos y los edificios de prestigio.
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