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‘Aquí no hay quien viva’, 20 años después: los barrios donde podría ambientarse la serie en cada ciudad española
Getty, Google Maps y Wikipedia

Hace casi 20 años, Antena 3 emitía el último capítulo de Aquí no hay quien viva. Se apagaban las luces en Desengaño 21, pero la comunidad más caótica y entrañable de la televisión española seguía (y sigue) muy viva en la memoria colectiva. Porque todos, en el fondo, hemos tenido una vecina como Marisa, un administrador como Juan Cuesta o una presidenta tan intensa como Paloma.

Dos décadas después, la pregunta no es tanto qué fue de sus personajes (aunque algún que otro spin-off mental nos hemos montado todos), sino dónde se ambientaría hoy una serie así si no transcurriera en Madrid. ¿En qué barrio de Barcelona vivirían Vicenta y Concha? ¿Dónde montaría Mariano su bar en Bilbao? ¿Y cuál sería el equivalente a Desengaño 21 en Valencia o Zaragoza?

Aquí va nuestra propuesta de barrios que, por ambiente, arquitectura, vida vecinal y ese punto de caos adorable, podrían ser hoy el escenario perfecto para una nueva versión de Aquí no hay quien viva en otras ciudades españolas.

Madrid: Malasaña, donde todo empezó (y seguiría)

Aunque en la serie nunca se menciona explícitamente, Desengaño 21 siempre fue sinónimo de centro de Madrid. Hoy, si la comunidad más famosa de la tele siguiera en pie, Malasaña sería su hábitat natural: edificios antiguos, vecinos de toda la vida conviviendo con modernos, bares que cierran tarde y escaleras donde se cruzan carritos de bebé, bicis y bolsas del súper.

Y eso tiene un precio: el alquiler medio en el distrito Centro ronda ya los 26,0 €/m2, según los últimos datos de idealista. Subidas constantes (+10,4 % interanual) que harían que Belén, la eterna mileurista, tuviera que compartir piso con Mauri, Fernando y hasta Paco si hiciera falta.

Barcelona: Gràcia, el barrio donde todos se conocen (demasiado)

Si Aquí no hay quien viva se trasladara a Barcelona, Gràcia sería su destino. Calles estrechas, plazas donde se cuece todo, vecinos con opiniones firmes (y altavoz), banderolas reivindicativas colgando de los balcones, y un espíritu de pueblo que ni siquiera el turismo ha conseguido diluir del todo.

Eso sí, vivir aquí cuesta (como Juan): 24,6 €/m2, con una subida del 13,2 % en solo un año. Marisa no pararía de decir que "está todo carísimo", y Vicenta estaría en guerra abierta con el casero. Eso sin contar las discusiones por los ruidos de la fiesta mayor o por el alquiler turístico del ático.

Valencia: Ruzafa, entre lo de siempre y lo nuevo

Antiguamente obrero e inmigrante, hoy gentrificado pero aún con alma, Ruzafa (Russafa) sería el barrio ideal para una comunidad valenciana con líos vecinales, sillas en la acera y persianas bajadas a media tarde. Hay comercio de barrio, hay cotilleo, hay contrastes… y eso es oro para cualquier guionista.

Aquí podríamos ver a Lucía invirtiendo en un loft que no termina de reformarse nunca, mientras el alquiler medio en L’Eixample sube hasta los 17,4 €/m2. Menos que en Madrid o Barcelona, pero subiendo (+4,5 % anual). Marisa lo tendría claro: “¡Nos están echando del barrio!”

Bilbao: Santutxu, comunidad densa (y con carácter)

Santutxu es uno de los barrios más densamente poblados de Europa. Hay edificios altos, mucha vida en la calle y portales donde todo se sabe. Aquí las comunidades son como pequeñas repúblicas donde las decisiones se discuten a voz en grito… y se acatan cuando lo dice la señora del primero.

El precio del alquiler en Santutxu ronda los 14,0 €/m2, pero ha subido un 13,7 % en el último año. Es decir, sigue siendo más asequible que en otras capitales, pero no exento de tensiones. Emilio estaría en busca y captura de piso barato, mientras Mauri trataría de convencer a su casero de que con su nómina de columnista ‘freelance’ puede pagar sin problema. Spoiler: no cuela.

Málaga: El Perchel o La Trinidad, vecindario con alma

Si algo tiene Málaga, es que conserva barrios con auténtica vida de comunidad. En El Perchel o La Trinidad, todavía hay sillas en los portales, patios comunes y vecinas que saben perfectamente quién entra y sale de cada piso. El chisme no muere: se reinventa.

Hoy, alquilar en el centro de Málaga cuesta unos 16,6 €/m2, y sigue subiendo. Marisa y Vicenta estarían escandalizadas con los precios (“¡Por ese dinero antes tenías un chalet en Torremolinos!”), mientras Belén viviría en un piso interior con cocina americana que da al patio. Y sí, seguiría llegando humo del segundo B.

Zaragoza: El Gancho, donde todo se cuece en la escalera

El Gancho, en pleno Casco Histórico de Zaragoza, reúne todos los ingredientes: edificios antiguos, multiculturalidad, vecinos que se conocen demasiado, y una mezcla explosiva entre tradición y vida urbana. También valdría San José, más residencial pero igual de comunitario.

Aquí el alquiler es más asequible (11,9 €/m2 en el Casco Histórico), pero ha subido más de un 11 % en un año. La comunidad estaría dividida entre los de toda la vida y los recién llegados. Juan Cuesta intentaría mantener la paz, sin éxito. Y las juntas se celebrarían entre quejas por la calefacción central y los perros del tercero que ladran a todo.

Veinte años después, seguimos viviendo en Desengaño 21

Tal vez lo que más nos gustaba de Aquí no hay quien viva no era la comedia ni los enredos amorosos, sino que nos reconocíamos en esas discusiones absurdas, en esas reuniones eternas y en esos lazos vecinales que, pese a todo, aguantan.

Porque, aunque los edificios cambien, aunque ahora el administrador mande emails en vez de convocar juntas en papel y aunque el ascensor ya tenga espejo… Desengaño 21 sigue ahí. En cada barrio, en cada ciudad, en cada piso con más dramas que metros cuadrados. Siempre nos quedarán las eternas reposiciones.

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