Artículo escrito por Antonio Giraldo, geógrafo y urbanista
Con frecuencia, cuando escuchamos o leemos la palabra “Torremolinos” nos vienen a la cabeza imágenes de gente abarrotando playas, de chiringuitos donde sirven el malagueño pescaíto frito, o de sugerentes locales nocturnos y largas noches de fiesta, y no nos engañemos, Torremolinos es un veterano de todo eso.
Pero resulta que Torremolinos tiene otra faceta en la que destaca sobre muchos otros municipios, menos conocida, pero no por ello menos relevante: es una ciudad única por los hitos arquitectónicos, especialmente del movimiento moderno, que posee en su entramado urbano.
Y de entre todos ellos quizá haya uno que, por su especial relevancia, por su carácter de obra pionera o por la cotidianeidad que tiene dentro de la propia ciudad, destaque sobre los demás. Hablamos de La Nogalera.
¿Qué es La Nogalera y por qué es tan importante? La Nogalera es un gran complejo residencial y de ocio proyectado por el arquitecto Antonio Lamela en 1961 que se ubica en el corazón de Torremolinos, junto a la plaza homónima, por todos conocida por ser donde se encuentra la soterrada estación de tren que conecta la ciudad con Málaga en un sentido y Fuengirola en el contrario.
El conjunto arquitectónico está formado por seis bloques de entre cuatro y diez alturas, enclavados en una enorme parcela privada de 23.500 m2, que además está fraccionada en tres partes y conectada sobre la vía pública por una serie de pasarelas que sirven a la comunidad de propietarios. Posee en total más de 240 apartamentos, un apartahotel y otros tantos locales comerciales.
El ojo inexperto podría pensar que son unos cuantos “mamotretos” sesenteros en medio de la ciudad como tantos otros y en tantas otras ciudades vemos habitualmente, pero nada más lejos de la realidad. Jamás había visto la Costa del Sol una forma tan innovadoramente perfecta de hacer ciudad hasta la fecha, y es que La Nogalera es un ejemplo único y pionero de una nueva forma de concebir la arquitectura y el urbanismo. Aunque antes de las alabanzas, vamos a ver por qué es tan diferente.
La gran apuesta de La Nogalera y una de sus principales características que lo hacen un espacio urbano muy señalado es la escrupulosa separación que realiza entre espacio público y espacio privado, que podemos denominar también como “colectivo”. El proyecto, a pesar de ser una gran parcela totalmente llana, crea dos niveles: uno bajo, a nivel calle totalmente abierto a las calles colindantes y a la plaza, es decir totalmente público las 24 horas del día; y un segundo nivel a altura de primer piso de uso exclusivo para los vecinos de todo el complejo.
En el nivel calle se crea un gran entramado de calles interiores y pasajes donde se sitúan la totalidad de los locales comerciales. Además, se abren también dentro de este entramado una serie de plazuelas arboladas que no están techadas y sirven también al nivel privado o superior hacia donde los árboles crecen hasta superar dicho nivel.
¿Y cómo son estas calles interiores? Pues acudiendo al refrán de que una imagen vale más que mil palabras, mejor verlo, porque los detalles importan. Los acabados en madera de nogal en paredes y techos, los espacios abiertos al nivel superior a modo de entradas de luz o la configuración de todo el conjunto están entre sus principales atractivos.
Obviando por un instante la más que evidente degradación y deterioro del entorno, solo pensad que al atravesar uno de esos pasajes con aspecto de vía pública estás atravesando una parcela privada a la que se le ha dado forma de ciudad. Esto es lo destacable.
¿Y qué hay sobre ellos? A cuatro metros de altura, sobre esas calles interiores y sustentado por una serie de pilares metálicos que pasan desapercibidos frente al color del nogal, se encuentra el primer nivel o zona colectiva, un segundo entramado de calles y espacios abiertos solamente reservado para los vecinos, y que conforma una “segunda ciudad” en medio de otra ciudad. Esto es un trabajo magistral.
Aquí también son importantes los detalles. En una de esas plazas arboladas, una sinuosa pero sutil y muy elegante rampa asciende desde el nivel inferior hasta el superior, que sirve de acceso principal al complejo. El trabajo del hormigón armado por toda la estructura, los acabados y formas en barandillas y cerrerías, y ese espacio que se crea en las aperturas del techo de transición entre dos niveles, separados, pero sorprendentemente vinculados. Arquitectura, y de la buena. Y Urbanismo, también del bueno.
Todo está pensado al detalle. Volved a mirar las fotos de los “mamotretos” que hablaba al principio y contraponedlo ahora a las fotografías del resto del conjunto. A pesar de ser un espacio edificado con una densidad alta, el espacio público domina todo el proyecto cuando ni si quiera existe como tal, ya que no olvidéis que seguimos en un recinto privado. A pesar de estar hablando de seis edificios de entre cuatro y diez pisos, no se percibe en ningún momento esa sensación sino todo lo contrario. Esto es brillante.
A ese ojo supervisor le habrá sido imposible no percatarse también del más que evidente deteriorado aspecto que todo el conjunto presenta. Y cierto es, actualmente se nota mucho el paso de los casi 60 años que tiene, pero aún así, la vida rebosa en esas callejuelas.
Durante el día puedes no encontrar a demasiada gente paseando por ahí y verás la mayoría de locales cerrados, pero de noche todo cambia. La Nogalera es uno de los epicentros de la vida nocturna en Torremolinos. Sus bajos están repletos de bares, discotecas y restaurantes donde, especialmente el ambiente LGTBI, disfruta del buen nombre de Torremolinos. Este hecho, además, ha ido propiciando con los años la turistificación, más aún, de un complejo que ya nació con esa vocación.
Todo esto, por un lado. Pero por otro, hay más elementos que le confieren esa particularidad a La Nogalera. La arquitectura aquí tampoco es aleatoria, de hecho, es muy especial.
Exponente de la arquitectura racionalista
Estamos ante un gran exponente de la arquitectura racionalista, de una limpieza de usos y sencillez de formas propias del movimiento moderno del siglo XX [1935 – 1965]. Una fabulosa composición donde vemos líneas propias de Le Corbusier y preceptos recogidos en la Carta de Atenas [1933]. Las necesidades de las personas como bandera en la configuración de los espacios, la funcionalidad de la arquitectura al servicio de la vida diaria y de la sociedad. Como diría Pedro Torrijos: sencillo y complejo. En contraposición a lo simple y complicado.
Hasta la década de los años 60, la vivienda en España se concebía de una forma más o menos homogénea, pensada para un tipo de familia, generalmente numerosa, con servicios muy limitados y gran austeridad, salvo para las clases más pudientes. La construcción de La Nogalera abrió paso en todo el sur a una nueva forma de explotación del suelo con una clara intencionalidad turística, pero también en la propia configuración de las viviendas.
Todas las viviendas poseen un gran soleamiento y tienen al menos una visión parcial del mar debido a su privilegiada y alta posición. Todas tienen una gran terraza que juega un papel fundamental, pues es prácticamente la estancia principal de la casa, y a esta terraza abren ventana el salón, los dormitorios y, como gran novedad, la cocina. Hasta la fecha lo normal es que algún dormitorio y la cocina dieran a patios interiores, pero por primera vez en La Nogalera no existen, salvo los aseos, las estancias interiores. Incluso el hecho de tener dos baños en una vivienda de un solo dormitorio, como sucede en estas casas, es novedad. Hasta el pasillo distribuidor de cada piso tiene apertura en uno de sus extremos con vistas a la calle, lo cual facilita un gran ventilado de todas las viviendas. [Cuando estuve alojado en uno de esos apartamentos, el primer día me sorprendí de que muchos vecinos tuvieran la puerta de su casa abierta y no entendía el por qué, hasta que un día probé a hacerlo y la gran corriente que se formó entre el pasillo y la vivienda lo explicó todo.]
Todo este festival de novedades se completa con unos acabados de lujo nada comunes en su época para unas viviendas que no se pensaban para las clases más pudientes, sino para esa creciente y aún por definir del todo “clase media”. Paredes, techos y puertas con acabados en nogal como en los espacios públicos, y coinciden con las carpinterías de las ventanas oscilantes, que facilitan la ventilación. La presencia de chimeneas utilizables en todas las viviendas o los ornamentos en piedra vista, son todo parte de este proyecto. Se nota que aquí todo ha sido pensado.
Y quizá, como obra referente dentro de la propia obra que es el conjunto de La Nogalera, son los portales de acceso al edificio. Veníamos en los años 50 de la España de los portales oscuros y angostos y, de repente, Lamela le da un giro radical a eso y proyecta unos portales amplios completamente abiertos al exterior mediante enormes ventanales acristalados, y les ornamenta con tanto cariño que parece más una sala de exposiciones que un portal de acceso a un edificio.
Llegados a este punto la pregunta inevitable es ¿cuál es la relevancia histórica de todo esto entonces?
Además de todo lo dicho, La Nogalera es un punto de inflexión en el desarrollo de toda la Costa del Sol. Fue el primer gran complejo turístico que dio el pistoletazo de salida a uno de los mayores desarrollos que ha vivido España en toda su historia. Especialmente en Torremolinos, pero extensible a todo el sur mediterráneo.
De la pequeña pedanía de poco más de 700 habitantes de la ciudad de Málaga que era Torremolinos a mediados del siglo XX, una villa de pescadores tras el declive de la industria molinera, pasó a ser un municipio independiente que cuenta con casi 70.000 habitantes censados en la actualidad, y una población flotante que no baja de las 200.000 almas en temporada alta. Es además uno de los municipios con más estancias hoteleras de todo el país y llegó a ser el primero de Andalucía.
En lo referente al desarrollo de la ciudad, el rápido crecimiento que Torroles vivió en los años 60 y 70 como consecuencia de esa explosión turística, colmató todos los terrenos que quedaban libres próximos a la pedanía original, entre ellos unos campos de cultivo junto a la vieja estación de tren, donde fue edificado el actual complejo turístico. Posteriormente a ello, la estación de tren fue demolida y las vías del tren soterradas, dando lugar a la actual plaza. La transformación del espacio fue enorme y en ese momento adquirió la centralidad que ahora posee.
En La Nogalera se ponían por vez primera en práctica formas de ciudad, de arquitectura, decorativas, tipológicas y socioculturales jamás vistas hasta entonces. El conjunto posee la Placa de Oro al Mérito Turístico, otorgadas por el Ministerio de Información y Turismo en 1967.
Hasta tal punto fue un proyecto tan sumamente replanteado, que todas las pequeñas casas de apariencia típica de “pueblo andaluz” que están junto a los bloques de pisos haciendo un contraste muy marcado, son parte de la propia parcela y fueron expresamente construidas en las mismas fechas que el resto del complejo para simular el límite entre una ciudad “tradicional” y la “modernidad”. La intención de Lamela fue hacer algo integrado, pero totalmente disruptivo, y lo consiguió.
La obra de Lamela no es una desconocida, ni mucho menos. En las esferas de la arquitectura es una obra muy bien valorada y se estudia y señala como ejemplo de arquitectura en el movimiento moderno en España.
Qué reconocimiento público tiene La Nogalera
Pero, más allá de eso, cabe preguntarnos ¿qué reconocimiento tiene por parte de los poderes públicos?
El propio Ayuntamiento de Torremolinos, en su Plan General de Ordenación Urbana de 1997 revisado en 2018 lo señala como un “conjunto singular”.
Aunque, según la normativa aplicable a esa categoría y que extiende la propia Junta de Andalucía, de forma genérica nos dice que ninguno de los edificios se puede demoler. Pero ahí termina la protección, no poseen ningún instrumento propio que detalle las intervenciones que se pueden o no hacer sobre ellos, tan solo dispone de las directrices de las normas generales que se aplican a todos los conjuntos singulares. Hacen referencia detalles básicos, pero no garantizan una protección exhaustiva de cada elemento, pues es muy abierta su interpretación y no están catalogados de manera pormenorizada.
Con todo lo leído y visto sobre La Nogalera, a mi juicio personal, el conjunto posee valores históricos, artísticos, tipológicos, urbanísticos, paisajísticos y de evidente identidad para una comunidad. Estos puntos son, uno a uno, los que se le exigen y evalúan a cualquier candidato a ser declarado como Bien de Interés Cultural. En este caso, dentro de la categoría establecida de “conjunto histórico”.
Dicho conjunto, que a muchos podrá recordar al entramado de AZCA en Madrid, aunque construido varios años antes que éste, es un elemento sin el cual no se entiende el desarrollo de Torremolinos y lo que el desarrollismo turístico supuso para el sur de Andalucía y para todo el país.
El hecho de que merezca un grado de reconocimiento u otro es ampliamente debatible y probablemente existan muchas opiniones diferentes, pero lo que sí es palpable es el deterioro que presenta actualmente y el inalcance de las figuras actuales que lo protegen. Se han hecho muchos cerramientos sin ningún criterio común ni estético, se han perdido muchas de las carpinterías originales, y poco a poco se va distorsionando la forma original del proyecto ya que, como he dicho hace un momento, no tiene una figura propia de protección, y quizá eso sí sea muy necesario.
Afortunadamente, en este caso, sí estamos a tiempo.
Miles de turistas pasan anualmente entre sus calles interiores a veces sin percatarse del suelo que pisan, un espacio urbano de tan alto valor que sigue llamando la atención y sigue aportando novedad seis décadas después. Un gran ejercicio de provocación, creatividad, disrupción y atrevimiento. El encuentro y la convivencia del espacio construido con el espacio no construido, como principal protagonista. La ciudad pública versus la ciudad colectiva.
Sin duda una obra única, de entre tantas otras que tiene Torremolinos, en las que la belleza no siempre está de la forma que la imaginamos.
Antonio Lamela obtuvo a título póstumo la Medalla de Honor de Torremolinos en 2017. Arquitecto a quien le dedico el artículo, junto a la ciudad de Torremolinos.
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