El Valle de Guadalupe, localizada a 37 km de la ciudad de Ensenada (Estado de Baja California, México) es una de las regiones vitivinícolas más importantes del país, debido a sus condiciones climáticas, las cuales son muy similares a las del suroeste francés. Lugar de grandes bodegas como Actuales, El Cielo o Fuentes, entre todas las casas vinícolas se producen aproximadamente 2 millones de cajas de vino cada año. La atracción del turismo en la región es muy importante, por lo que se han instalado complejos hoteleros en la zona, como el novedoso Zeuhary Hospedaje Campestre, situado en el interior de un viñedo.
Materiales orgánicos
El atractivo del Zeuhary Hospedaje Campestre redunda, más allá de su localización, es su propia construcción. Diseñada por la arquitecta mexicana María José Gutiérrez, del estudio Arqos Arquitectura Arte Y Diseño, se trata de una serie de cabañas redondas revestidas de pino y conectadas por puentes suspendidos que las conectan. El complejo incluye un salón comunitario y cuatro cabañas de alquiler vacacional. Asimismo, también se ofrecen experiencias “donde la naturaleza y el ser humano se integren y se reconozcan”, explica Gutiérrez. Por ello, prosigue “la arquitectura y el interiorismo se centraron en conectar con el entorno y mantener la armonía con él”.
Las cabañas cuentan con una superficie total construida de 250 metros cuadrados divididos en cinco estructuras de 40 metros cuadrados. La planta baja de cada cabaña está dividida ortogonalmente, una parte se separa para un porche exterior, el cual está parcialmente cubierto, que a su vez conduce al espacio para dormir mediante una puerta corredera de cristal. Los interiores se seccionaron en un baño ubicado en un lado, una recámara central y una pequeña cocina en la pared de la cabecera de la cama.
La decoración y el mobiliario interior emplea materiales orgánicos de la región y de otras zonas del país, pero todas siguen la misma estética, con “tonos tierra y contrastes grises, artesanía, fibras naturales, textiles, madera y piedra locales, reconociendo el talento y la tradición artesanal mexicana”, explica el estudio. Por otro lado, el acabado de chukum en los muros interiores ofrece una textura orgánica, ayudando a mantener los interiores frescos en verano. El revestimiento exterior es de madera de pino reciclada, lo cual permite aislar térmicamente las cabañas tanto en invierno como en verano para una mayor eficiencia energética.
Cabañas con vistas
Todas las cabañas están enfocadas con una orientación determinada, con vistas hacia el norte o el este, que no compromete la intimidad de los ocupantes, además de ofrecer vistas hacia los viñedos que las rodean. Además, cada planta cuenta con un pequeño jardín vegetal protegido por un muro gris, el cual está rematado por un jacuzzi privado enterrado. La conexión entre este jacuzzi y la cabaña se realiza por una cubierta de madera con tablones que están alineados con las tablas verticales del revestimiento. Esta solución simula que la fachada irradie por el muro y a lo largo del suelo.
Una delicada escalera de caracol metálica con peldaños de madera da acceso a la azotea. En ella se sitúa una red de cuerda colocada en el techo del porche (o en el suelo de la azotea) a modo de hamaca integrada. Las azoteas de todas las cabañas están comunicadas con el tejado de la zona común, situada en la zona central del complejo donde los huéspedes pueden reunirse. Esta conexión se realiza mediante puentes colgantes de oscilación libre con barandillas de protección de red de cuerda.
Según palabras del estudio: “la planta circular de las cabañas, junto con sus espacios de transición, como los puentes colgantes, los caminos de madera y las escaleras de caracol, generan recorridos fluidos y dinámicos que nos permiten reconectar con nosotros mismos y despertar nuestro niño interior a través del juego y el movimiento”.
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