Grafiti

En muchos de los 8.000 pueblos de España existe un grave problema de despoblación. En Driebes, un pueblo muy pequeño de Guadalajara, una iniciativa basada en grafiteros está tratando de llamar la atención sobre ese fenómeno. Consiste en llenar las calles de grafitis de bustos romanos, en honor a los restos encontrados en el pueblo. El alcalde espera atraer turismo y recuperar terrenos privados.

Melbourne o Madrid. Barcelona o Berlín. Nueva York o Bogotá. Cada año los ayuntamientos y particulares se gastan millones de euros en limpiar sus fachadas de estas pintadas hechas con aerosol. Además, si no lo hacen es peor: algunos estudios aseguran que los grafitis pueden devaluar hasta un 15% el valor de un inmueble.

Llegan con bastón, pero pronto se olvidan del él. Lo apartan y se lanzan a por una máscara y una lata de spray. Da igual que en el pueblo portugués de Juncal do Campo haya más de 40 grados, con cada paso que dan hacia la pared, rejuvenecen.

Desde que a finales de los años 70 el artista neoyorquino Jean-Michel Basquiat y su amigo Al Díaz comenzasen a realizar pintadas en las paredes del bajo Manhattan, firmando sus obras como ‘SAMO’ –el acrónimo de ‘Same old shit’, que significa “la misma vieja mierda”–, el grafiti se ha debatido entre

“Embellecer Montevideo”. El proyecto ‘graffiteo’ se ha propuesto dar un lavado de cara a la capital uruguaya a golpe de spray. Usando vallas y muros de edificios descuidados o en construcción, los artistas locales han creado 13 murales que representan aspectos de la cultura uruguaya como 'el plátano', 'rayuela', 'música', 'cultura de río' o ‘gauchos'. Cuando las intervenciones lleguen a la veintena ‘graffiteo’ habrá alcanzado su objetivo.