Llegan con bastón, pero pronto se olvidan del él. Lo apartan y se lanzan a por una máscara y una lata de spray. Da igual que en el pueblo portugués de Juncal do Campo haya más de 40 grados, con cada paso que dan hacia la pared, rejuvenecen. Y es que, es posible que las integrantes del colectivo ‘Lata 65’ no sean el arquetipo del artista urbano que todos tenemos en mente, pero desde luego que pero estas grafiteras de la tercera edad no son las típicas jubiladas.
“Aún tenemos muchas cosas que contar”, asegura Beatriz Nunes, de 87 años, a idealista/news con una sonrisa cómplice. Nunes fue una de las participantes del último taller de este proyecto impulsado por la arquitecta portuguesa Lara Seixo y el grafitero Adriao Resende.
“La idea surgió después de observar lo que sucedió en el Festival de Arte Urbano de Covilhã, en 2011”, recuerda Seixo. “Las personas mayores eran las que mostraban mayor curiosidad. Hacían muchas preguntas. Querían saberlo todo: las técnicas, los artistas…”, recuerda.
El primer taller de ‘Lata 65’ –que mezcla en su nombre la edad de jubilación en Portugal con la palabra ‘lata’ que, además de los botes de grafiti, significa ‘desvergüenza’ en un portugués coloquial– se celebró en Lisboa en noviembre de 2012. Desde entonces han celebrado 12 de estos encuentros, que suelen durar dos días, y ya tienen fecha para otros tres. Los abuelos grafiteros están de moda.
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