Los ‘diners’, es decir, los restaurantes clásicos estadounidenses, forman parte del imaginario cultural del país desde mediados del siglo XX. Sus fachadas metálicas con grandes ventanales, las barras interminables y menús repletos de hamburguesas y batidos han sido escenario de películas, series y encuentros sociales que marcaron época. También se han representado en la pintura por artistas como Edward Hopper.
Estos espacios simbolizan la vida cotidiana y la movilidad en carretera, donde lo retro se mezcla con la nostalgia. A día de hoy, en pleno siglo XXI, hay una vuelta a la recuperación de esta tradición. En Los Ángeles, Tesla la ha reinterpretado con un giro futurista, creando un restaurante que fusiona la estética de los ‘diners’ con su visión tecnológica y sostenible.
Un diner clásico con alma retrofuturista
Ubicado en West Hollywood, sobre Santa Monica Boulevard, el Tesla Diner es una propuesta que lleva gestándose desde 2018. En marzo, la compañía anunció que el chef Eric Greenspan estaría al frente de la cocina, un detalle que refuerza la apuesta por ofrecer, además, una experiencia gastronómica de nivel.
En cuanto a la parte estética, el edificio, de dos plantas, combina la iconografía de los ‘diners’ con un lenguaje futurista: “una estación de supercarga, un restaurante clásico americano y una experiencia de drive-in”, según describe la propia marca.
La estructura se compone de volúmenes redondeados recubiertos en metal, separados por una franja de iluminación LED roja que aporta un aire escénico. La marca lo define como un espacio que “ofrece a los visitantes una experiencia de restaurante clásico americano con un toque retrofuturista”.
Alrededor del edificio se ubican las estaciones de carga para vehículos eléctricos, situadas discretamente e integradas en la esquina del aparcamiento. En contraposición, dos enormes pantallas LED de 20 metros flanquean los laterales, creando un ambiente de autocine moderno.
Los visitantes pueden pedir dentro del local o hacerlo desde su vehículo mientras cargan la batería. Durante la espera, es posible disfrutar de “películas, contenidos y especiales” en las pantallas exteriores, ya sea desde el coche o desde el Skypad, una terraza situada en la segunda planta que ofrece una experiencia de visionado al aire libre.
Incluso la comida se sirve en envases diseñados con humor futurista: cajas de cartón con forma de Cybertruck que contienen hamburguesas, sándwiches de pollo y gofres.
Diseño interior y sostenibilidad
El interior del Tesla Diner mantiene el espíritu de los comedores clásicos, pero con una estética actualizada. En la planta baja, los asientos acolchados en gris están dispuestos frente a una barra y un mostrador de pedidos que siguen la misma paleta cromática.
El techo está recorrido por sofitos iluminados en distintos niveles, creando una atmósfera vibrante, mientras un panel redondeado sobre la barra añade un efecto luminoso azul texturizado que rompe la sobriedad general.
El Skypad de la planta superior se alcanza mediante una escalera curva custodiada por robots Tesla Optimum, detalle que subraya la mezcla de espectáculo y tecnología. Este espacio cuenta con mesas blancas de estilo moderno y una barra circular en el centro, rodeada de asientos que miran hacia una barandilla de cristal con vistas al aparcamiento y las pantallas exteriores.
Además, en esta planta superior se ofrece un área comercial donde los visitantes pueden adquirir productos de la marca, desde ropa hasta réplicas en miniatura de robots humanoides.
Tesla define este restaurante como “la estación de supercarga urbana más grande del mundo”, que se alimenta en parte mediante paneles solares. “Las marquesinas solares ofrecen sombra al aparcamiento de carga oeste, lo que ayuda a reducir las emisiones de carbono del lugar en unos 26,6 millones de libras de CO2 al año, lo que hace que la carga sea aún más sostenible”.
Con este enfoque, el proyecto no se limita a ser un espacio de ocio: también refuerza la imagen de Tesla como empresa que impulsa soluciones energéticas limpias. Sin embargo, tras su inauguración, los residentes locales denunciaron un tráfico “de locos” en la zona.
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