Ahora hay decantadores y algunos, preciosos, pero no nos engañemos…. tiene mucha más enjundia el porrón, aunque solo sea porque tu abuelo bebía con él el vino de pitarra, ese que a ti te parecía infumable y te generaba gran dolor de cabeza. Y con qué gracia lo hacía además: tú lo intentabas después y acababas con toda la camiseta empapada en vino...
Si ya dijimos que el botijo era sinónimo de españolidad, ¡qué decir del porrón! Sigue presente en algunas mesas sobre todo en verano, que es cuando más puede apetecer levantar el brazo y echarse un trago, siempre bebiendo a distancia porque el porrón, al igual que el botijo, no se chupa señores, de ahí que necesite cierta maestría.
Pero, ¿conocemos su origen? Se desconoce quién fue el inventor de este práctico envase pero parece que sus orígenes están en el ritón romano, un recipiente con forma de cuerno que a menudo representaba un animal y que se utilizaba tanto en rituales como en bacanales.
Esa forma de beber se mantuvo durante un tiempo hasta que a alguien se le ocurrió la fabulosa idea de fusionar una botella y el ritón romano y así surgió el porrón, un envase mucho más estable a la hora de apoyar sobre una superficie que el ritón o cuerno original, que se podía transportar y que hacía muy cómodo lo del beber. Los historiadores sitúan esa fusión entre finales del siglo XIV y principios del XV. Por cierto que el ejemplar más antiguo de porrón se conserva en Tarragona, en el Monasterio de Poblet.
El porrón empezó siendo de arcilla por lo que se cree que en sus orígenes no solo servía para conservar el vino sino para mantener el agua fresca. Después pasó a ser de vidrio y aunque los puristas dirían que es solo para contener vino, lo cierto es que hay usuarios que lo utilizan para compartir la sangría e incluso algunos para la cerveza. Y compartir de forma higiénica, recordemos que la boca del que bebe no debe tocar nunca el porrón.
Alejandro Dumas, en su libro De París a Cádiz, mencionaba que en tierras de Aragón y La Rioja se bebía en una especie de botella de cristal siguiendo un método que los oriundos denominaban “a gargallo”, es decir, escanciando el líquido sobre la boca.
Como sucedió con el botijo, también hay declinaciones modernas del clásico porrón. Por ejemplo encontramos el Coporrón, de Martín Azúa y Gerard Moliné. Se trata de la unión entre la copa y el porrón. También está el denominado PorrónPompero (sí, casi como la canción de Manolo Escobar), de Héctor Serrano. Tiene la misma forma que el porrón pero se encaja directamente en la boca de cualquier botella de vino lo que permite beber de ella de forma higiénica. También se puede usar para oxigenar el vino a través de la boca más ancha, mientras se sirve en la copa.
En todo caso, si te haces con un porrón, no te desesperes: aprender a beber de este recipiente sin mancharse requiere de experiencia y de arte, no es una cosa que suceda a la primera. Y en todo caso, seas del diseño tradicional o del más innovador, no olvides nunca el refranero popular: porrón y jamón hacen buena unión. Pues eso.
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