Hasta ahora se pensaba que el movimiento okupa estaba relacionado con el hecho de que existan inmuebles sin habitar: existen personas que no pueden acceder a un hogar por problemas económicos y entran ilegalmente en los edificios. Se trataría de un movimiento unido a las dificultades de acceso a la primera residencia. Sin embargo, la ministra de vivienda, María Antonia trujillo, consideró que los okupas eligen esta opción como modo de vida y que su existencia "no está necesariamente relacionada con el acceso a una vivienda digna" sino es "una forma de vida alternativa muy extendida en algunos lugares del mundo" y, por ende, "debe adaptarse a las leyes". Por otro lado, la mayoría de las sentencias sobre "okupaciones" pacíficas no las consideran delito sino infracciones cívicas. Estas sentencias suponen el 70% de las que se dictan en España sobre este asunto
1 Comentarios:
El sistema de democracia representativa se basa en la elección de unas personas a las que les otorgamos el poder para que desempeñen por un plazo de tiempo las labores de gestión y administración de los bienes públicos, en nombre no sólo de sus electores, sino de la sociedad en su conjunto, a la que representan. Pero esos elegidos no actúan a título individual sino que forman parte de un partido político, que los respalda y al que a su vez representan. Los partidos, para llevar a cabo su función cuentan con las ingentes y generosas cantidades del erario público. Sin embargo, los partidos son máquinas insaciables de devorar dinero, porque nunca parecen tener suficiente. Necesitan más, siempre más. Por ello, antes de llegar al poder crean su propia estructura de poder en base a afinidades, complicidades, y apoyos, que se materializan en aportaciones económicas inconfensables. Una vez instalados en el poder, los individuos que fueron elegidos para cuidar del bien público se dedican a expoliarlo para seguir obteniendo dinero, dinero con el que saciar su avaricia personal, y subterfugiamente, seguir alimentando la máquina del partido. A eso le llaman corrupción. Así resulta tiene lugar la perversión del sistema: quienes tienen asignada la función de velar y gestionar el bien común se dedican a su expolio (los escándalos urbanísticos es el ejemplo más conspicuo.
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