España vive un momento dorado en el mercado de las fincas rústicas de lujo. Desde los históricos cortijos de Andalucía hasta las masías rehabilitadas de Cataluña, pasando por pazos gallegos o caseríos vascos, estas propiedades se han convertido en el nuevo objeto de deseo de compradores nacionales e internacionales. Su atractivo trasciende lo meramente inmobiliario: ofrecen autenticidad, privacidad y conexión con la naturaleza, al tiempo que representan una inversión estratégica en un mercado en plena expansión. Alexander Vaughan, cofundador de Lucas Fox, nos habla de este fenómeno.
España es uno de los países con una mayor demanda internacional de propiedades de lujo debido a la incomparable belleza de este país, su clima, cultura, gastronomía y una amplia variedad de propiedades exclusivas situadas en los mejores enclaves.
De hecho, las compraventas de fincas rústicas se han disparado en los últimos dos años. España cuenta con más de 50 millones de hectáreas de suelo rústico y, según datos del Colegio de Registradores, el volumen de operaciones en este sector crece de forma sostenida, impulsado por una demanda que busca algo más que una simple propiedad: busca espacio, autenticidad y desconexión.
A medida que el estilo de vida se convierte en una prioridad para los compradores de alto standing, buscan propiedades que no solo representen una buena inversión, sino que también se adapten a una forma de vivir concreta, con más espacios exteriores y conexión con la naturaleza.
La pandemia tuvo un efecto transformador; la experiencia del confinamiento, el auge del teletrabajo y una mayor conciencia sobre el bienestar han llevado a muchas familias y profesionales, tanto nacionales como internacionales, a replantearse su estilo de vida. Las fincas rústicas, especialmente aquellas con vivienda o posibilidad de construir, ofrecen una alternativa viable a los modelos urbanos: más metros, menos estrés, y la posibilidad de vivir o desconectar en plena naturaleza.
En este sentido, en el conjunto de la oferta prime, las fincas rústicas constituyen un activo estratégico, una auténtica joya para aquellos compradores que quieren adquirir una propiedad especial por su diseño, alejada del bullicio -habitualmente en zonas verdes-, con una mayor privacidad, y que muchas veces tiene una interesante historia forjada a lo largo de los años.
En este segmento, España vuelve a demostrar su gran riqueza y atractivo diferencial, con fincas rústicas de primer nivel, desde propiedades con viñedos, castillos y masías centenarias, pazos, cortijos a caseríos, que se encuentran distribuidas por la geografía nacional, y que reciben distintas denominaciones según la región y las características específicas de la propiedad.
El perfil del comprador de fincas rústicas también ha evolucionado. Si antes predominaban agricultores, herederos y personas con afinidad con el campo, ahora vemos inversores, profesionales digitales, promotores turísticos, creativos y extranjeros – especialmente americanos – con alto poder adquisitivo. Las fincas bien ubicadas se están transformando en hoteles boutique, villas ecológicas, centros de retiro o proyectos agrícolas de nueva generación. En este nuevo contexto, el lujo es también una masía rehabilitada en el Empordà, una finca productiva en Extremadura o un cortijo en Andalucía.
Alejadas de los núcleos urbanas, aunque con buenas conexiones, estos activos destacan por su autenticidad. Ofrecen una calidad de vida muy apreciada y muchas posibilidades, ya que en muchos casos estas grandes fincas permiten su explotación turística, agrícola, vitivinícola, o incluso ganadera.
Entre los motivos principales que impulsan la compra de fincas rústicas destacan la búsqueda de espacio y privacidad, el interés por la equitación, la práctica de la caza, la conversión en negocios de hostelería o alquiler, así como el auge de la agricultura. Cada vez más compradores internacionales buscan fincas productivas con viñedos, olivares o almendros, atraídos por el potencial de estos activos.
Con precios aún atractivos por metro cuadrado, muchas fincas rústicas representan oportunidades claras para inversores con visión, especialmente en zonas con atractivo paisajístico o proximidad a destinos turísticos consolidados. Además, el desarrollo de proyectos de energía renovable, viticultura o agroturismo añade nuevas capas de rentabilidad a estos activos.
El auge de estas propiedades de lujo se enmarca en un contexto de mayor interés por la sostenibilidad y el estilo de vida rural, llevando a multitud de compradores nacionales e internacionales a apostar por este producto dentro de su cartera de activos, como una inversión fiable.
El crecimiento de la conectividad rural y la expansión de la fibra óptica han reducido una de las barreras históricas de las fincas rústicas: la falta de conexión.
La mayor parte de estas propiedades cuentan con un grado de protección elevado, principalmente por encontrarse en parajes naturales, aunque también por el carácter histórico de muchas de estas construcciones. Este aspecto no les resta atractivo, ya que para este perfil de comprador renovar una propiedad histórica permite personalizar el espacio manteniendo su autenticidad.
Además, llevar a cabo una rehabilitación respetuosa con el patrimonio, en zonas con una elevada demanda, puede generar un incremento de valor de entre un 30% y un 40%.
Analizando territorialmente, la provincia de Girona -en Cataluña- se ha convertido en un punto de referencia para quienes buscan fincas rústicas. Su belleza, rica cultura, cercanía tanto al mar como a las montañas, y la existencia de pueblos pintorescos, la convierten en uno de los destinos más preciados. En este sentido, para Lucas Fox Costa Brava las fincas rústicas concentraron el 33% de las ventas del año pasado, un aumento muy significativo frente al 3% de 2020.
La demanda también es especialmente elevada en el norte de España. Comunidades autónomas como el País Vasco o Galicia están viendo como los compradores muestran un renovado interés por pazos, casas indianas o caseríos. Los inviernos templados y veranos suaves de ambas regiones las convierten en un refugio climático en un momento en que las temperaturas extremas resultan cada vez más habituales en los meses de verano. Además, muchos de estos compradores, especialmente perfiles internacionales, tienen lazos personales con el territorio e incluso han realizado rutas que han marcado sus vidas, como el Camino de Santiago.
Andalucía merece una mención especial por el gran dinamismo que está experimentando en la compraventa de fincas rústicas y grandes cortijos. La región destaca por la amplia oferta de propiedades con historia y grandes extensiones, muy valoradas tanto para uso residencial como para proyectos agrícolas, ecuestres o de turismo rural. Tal es el caso de la comarca de la Vera (en Cáceres) o las provincias de Córdoba, Sevilla y Cádiz.
En definitiva, el mercado español de las propiedades rústicas es un segmento al alza, que atrae a compradores nacionales e internacionales. Un claro ejemplo de la singularidad de este país, con gran variedad de propiedades únicas, más tradicionales, pero con un renovado diseño interior, alejándose del estilo minimalista y neutro que fue tendencia hace unos años.
Lo que estamos viendo no es una moda pasajera, sino un cambio estructural: las fincas rústicas están dejando de ser un nicho marginal para ocupar un papel relevante en la estrategia inmobiliaria de inversores, promotores y compradores particulares.
¡Hola! Soy Alexander Vaughan, abogado británico y uno de los co-fundadores de la inmobiliaria de lujo Lucas Fox. Son tiempos interesantes para el sector inmobiliario español, con varios indicadores positivos, un importante nivel de demanda tanto nacional como internacional y la creciente importancia de España en el escenario de inversión global.
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