"Somos gitanos amigos del higinio. Estamos vigilando las 24 horas del día. Aquí no hay nada que robar". La advertencia luce en una de las numerosas obras de la comunidad de Madrid de cuya guardia se encargan los numerosos clanes distribuidos por todos los rincones de la región. Tras este aviso y otros similares se oculta el fenómeno de la vigilancia clandestina en la construcción, controlada en una proporción abrumadora por personas de etnia gitana, tanto en Madrid como en el resto de España
El procedimiento empleado consiste en ofrecer su protección mientras advierten que la zona en la que se encuentra la obra es escenario de robos. "En ese momento no se les toma en cuenta, pero cuando empieza a faltar material o te sabotean una máquina apisonadora, empiezas a atar cabos", explican algunos afectados. Entonces el "protector" vuelve a aparecer para recordar que si le hubieran contratado, todo ello no hubiera ocurrido. Por unos 1.200 euros al mes se acabaron los destrozos, los robos, los incendios y los sabotajes. Los protectores suelen colgar un anagrama en la obra, para indicar a los posibles ladrones que está bajo protección. El más llamativo es la rueda de un carro, uno de los símbolos del pueblo gitano, aunque también proliferan otros anagramas que identifican a cada uno de los clanes
La persecución policial es difícil. Primero, el sector de la construcción es reacio a denunciar. Además las bandas organizadas dedicadas a la protección tienen el parapeto de delincuentes, en ocasiones muy violentos, que se encargan de perpetrar los robos y sabotajes para convencer a los empresarios. Otro de los problemas es que muchos de los gitanos que se dedican a esta actividad se han arrogado los símbolos de su pueblo. Pero de ahí a identificar este negocio cercano a la extorsión con todo el colectivo gitano hay un paso y eso preocupa especialmente a los cuerpos policiales
El procedimiento empleado consiste en ofrecer su protección mientras advierten que la zona en la que se encuentra la obra es escenario de robos. "En ese momento no se les toma en cuenta, pero cuando empieza a faltar material o te sabotean una máquina apisonadora, empiezas a atar cabos", explican algunos afectados. Entonces el "protector" vuelve a aparecer para recordar que si le hubieran contratado, todo ello no hubiera ocurrido. Por unos 1.200 euros al mes se acabaron los destrozos, los robos, los incendios y los sabotajes. Los protectores suelen colgar un anagrama en la obra, para indicar a los posibles ladrones que está bajo protección. El más llamativo es la rueda de un carro, uno de los símbolos del pueblo gitano, aunque también proliferan otros anagramas que identifican a cada uno de los clanes
La persecución policial es difícil. Primero, el sector de la construcción es reacio a denunciar. Además las bandas organizadas dedicadas a la protección tienen el parapeto de delincuentes, en ocasiones muy violentos, que se encargan de perpetrar los robos y sabotajes para convencer a los empresarios. Otro de los problemas es que muchos de los gitanos que se dedican a esta actividad se han arrogado los símbolos de su pueblo. Pero de ahí a identificar este negocio cercano a la extorsión con todo el colectivo gitano hay un paso y eso preocupa especialmente a los cuerpos policiales
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