En el norte de Menorca, en un lugar donde la isla abandona sus tonos mediterráneos clásicos para dar paso a un paisaje crudo y magnético, se esconde un rincón tan singular que parece sacado de otro planeta.
Si quieres descubrir un lugar único y poco concurrido, sigue leyendo. En este artículo te contamos todo sobre la playa de arena rojiza y dunas fósiles conocida como Cala Pilar.
Cala Pilar, el secreto rojizo de Menorca
Muchos nunca han oído hablar de Cala Pilar. Lejos de las playas de arena blanca y aguas turquesas que han hecho famosa a la isla, esta playa posee un paisaje completamente distinto: arcilla rojiza, dunas fósiles, acantilados ferrosos y un ambiente tan solitario como espectacular.
Esta cala no aparece en los folletos turísticos ni en los rankings habituales de “las mejores playas de Menorca”. Y, precisamente por eso, conserva intacta su esencia más salvaje.
La playa menorquina que parece Marte
El primer impacto visual es su color. Aquí, la tierra no es ocre ni dorada, sino intensamente roja, como si se hubiera teñido con óxido o sangre seca. Esa tonalidad proviene de los minerales ferrosos de la zona, que se han ido sedimentando durante millones de años y hoy forman un lienzo de texturas imposibles.
La arena, teñida de arcilla, es más fina, más pegajosa, y los acantilados que la rodean exhiben estratos erosionados que delatan su origen fósil. En algunos puntos se pueden observar incluso antiguas dunas petrificadas, formadas durante el Pleistoceno, cuando el nivel del mar era muy distinto al actual.
Pero no todo es roca y arcilla. El contraste con el mar es hipnótico: las aguas conservan esa transparencia mágica que caracteriza al litoral menorquín, y en días soleados el turquesa se intensifica contra el rojo profundo del entorno, creando una paleta cromática que parece de en sueño.
Es un entorno sin servicios, sin chiringuitos, sin hamacas. Aquí no hay música, ni sombrillas, ni muchos turistas. Solo el rumor del viento, el crujir de las piedras bajo los pies y el silencio interrumpido por alguna gaviota que sobrevuela.
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Una ruta por la Menorca más salvaje
Muy cerca, antes de descender a la cala, se puede encontrar un ejemplar de encina monumental, considerado uno de los árboles singulares de Menorca. Bajo su copa, se dice que descansaban pastores y contrabandistas, cuando esta parte de la isla era aún más inhóspita. Hoy, su sombra sirve de refugio para los senderistas que se atreven a explorar este paraje poco transitado.
Descubrir Cala Pilar es, en muchos sentidos, como viajar en el tiempo y también en el espacio. Para los que se animen a conocerla, hay algunas recomendaciones:
Es imprescindible llevar agua y comida, ya que no hay ningún tipo de infraestructura en las proximidades.
El calzado debe ser cómodo y resistente, especialmente si se camina bajo el sol.
También es aconsejable consultar el parte meteorológico antes de ir: el norte de la isla es más propenso al viento fuerte.
Resulta esencial respetar el entorno: Evita caminar sobre las dunas fósiles y recoge toda la basura que generes.
Quizá no sea tan popular como otras playas de la isla, pero tiene algo que escasea en tiempos de turismo masificado: misterio, belleza virgen y la sensación de estar descubriendo un rincón ignoto.
Si alguna vez soñaste con pisar Marte, este es tu lugar. Tan marciana como menorquina, esta playa redefine lo que significa perderse en Menorca.
¿Cómo acceder a Cala del Pilar?
Para llegar a Cala Pilar, hay que tomar la carretera C-721 desde Ferrerías en dirección a Ciudadela. En el kilómetro 34, se encuentra una salida a mano derecha por un camino rural asfaltado. Tras recorrer aproximadamente cuatro kilómetros, el asfalto se termina. En ese punto, hay que girar a la izquierda para tomar un camino de tierra que conduce a una extensa zona de árboles. Desde allí, el acceso solo puede hacerse a pie.
Primero se camina unos 10 minutos hasta una cala de piedras, y luego se sigue un sendero que se interna en el bosque. El trayecto a pie desde este punto hasta Cala Pilar dura unos 45 minutos. Un trayecto por senderos apenas señalizados que cruzan terrenos desérticos, pero el esfuerzo vale la pena.
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