
Levantarse por las mañanas y airear la habitación donde has dormido, un gesto casi automático, pero, ¿cuánto tiempo hay que ventilar? Con quince minutos bastaría pero depende de cuántas personas vivan en la casa: a más personas, más tiempo de ventilación. Se aconseja hacerlo a primera hora pero dependiendo de la época del año en la que estemos, esta regla no escrita puede variar: en invierno puede hacerse también a la hora del mediodía, que es cuando más calienta el sol. En verano también puede hacerse antes de ir a dormir.
Ojo que los muebles también se ventilan: de vez en cuando deja las puertas y cajones abiertos, evitará que se acumule polvo y malos olores.
Pero, ¿por qué hay que ventilar cada día? Lo primero, para reducir la concentración de dióxido de carbono, CO2, en los interiores. Recuerda que en plena pandemia de Covid esta concentración en interiores nos traía de cabeza: los expertos recomiendan que la concentración no suba de 400-800 ppm.
También contribuye a regular el nivel de humedad, el idóneo estaría entre el 35% y el 50%. Por debajo del 35% es un ambiente muy seco y notarás desde molestias en la nariz, en la piel y en los ojos pero cuidado porque por encima del 50% puede aparecer moho.
Y una tercera ventaja de ventilar es que se lleva las partículas de polvo que están en suspensión.
Otra cosa que ayuda a limpiar el aire de las casas es tener plantas: las bromelias, las dracenas y la planta de jade son interesantes para el hogar porque ayudan a procesar algunos compuestos químicos.
Por cierto, y volviendo a las ventanas que debes abrir para airear, ¿sabías que el alféizar de las ventanas no es un simple elemento decorativo sino que tiene una utilidad bien determinada? En realidad es una pieza arquitectónica fundamental en el diseño del edificio donde vives porque evita que el agua de la lluvia escurra por las paredes del mismo. Si no fuese así esa agua acabaría generando humedades en esas paredes, dañándolas.
Y una curiosidad más de las ventanas, esas que te gusta abrir por las mañanas: en la Inglaterra de 1696 el rey Guillermo III impuso el impuesto de las ventanas: cuantas más ventanas tuviese una vivienda, más tenía que pagar. Se empezó cobrando a partir de diez ventanas y luego se bajó a 7. Las fábricas y las oficinas se libraban pero el resto, rico o pobre, tenía que pagar, fuese un ventanal o un ojo de buey, así que muchas personas optaron por tapar con ladrillos las ventanas. El impuesto estuvo vigente hasta mediados del siglo XX: se eliminó en 1851 y sin duda no fue la mejor idea de este rey.
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