Quizás la localidad de Aitona no sea muy conocida en España. Sí lo es en Cataluña. También, aunque suene muy lejano, en Japón desde donde vienen muchos turistas a lo largo de marzo. Los visitantes extranjeros vienen casi todos de allí, les siguen los franceses y los de Andorra… El año pasado recibieron la friolera de 25.000 turistas.
Alicientes para la visita turística no faltan en este municipio leridano de casi 2.600 habitantes. Por ejemplo: al lado del río Segre, cercano a la localidad, hay un merendero. Nada excepcional ¿verdad? Pero sí lo es que ese merendero se hiciera con piedras de la Sagrada Familia que fueron descartadas por estar deterioradas… ¿a que la tortilla de patatas te sabría diferente si la tomas en una mesa con piedras de semejante monumento? Evidentemente…

Más curiosidades: la población cuenta también con la ruta Robert Capa, de hecho, desde hace dos años el Ayuntamiento lanza un concurso de fotografía con el mismo nombre. Y es que el famoso reportero documentó el último ataque del ejército republicado en Cataluña durante la Guerra Civil y los alrededores del municipio quedaron retratados en algunas fotos icónicas.


Además, Aitona tiene dos beatos y una santa, el Ayuntamiento ya está trabajando para entrar en las rutas de turismo religioso.
Pero si hay algo que tiene este enclave son campos y campos de fruta de hueso, sobre todo, melocotoneros lo que hace que, con las ondulaciones del terreno en marzo, época de floración, este enclave parezca un mar rosa.

La iniciativa Fruiturisme se lanzó en 2011
Ese mar rosa es el que intuyó la alcaldesa Rosa Pujol cuando en 2011 lanzó la iniciativa turística Fruiturisme que es la que atrae cada año, cada vez más, a turistas. Y no solo turistas, desde que las flores son reclamo, la economía local ha crecido y de qué manera: antes no había panadería y ahora, de nuevo, hay obrador de pan. También hay cuatro nuevas cooperativas de fruta, dos restaurantes y comercios, como tienda de frutas y verduras, de electrodomésticos, dos supermercados, dos casas rurales, cinco promotoras inmobiliarias…

María Campodarbe forma parte de una de estas promotoras que justo acaba de terminar la comercialización de un edificio de 18 viviendas: hablamos de pisos que se han vendido por entre 85.000 y 150.000 euros. Ha sido la primera promoción de viviendas en 15 años. “Ahora estamos con otro edificio de 39 viviendas. Este edificio y el anterior fueron obras que quedaron suspendidas a finales de 2008, con el estallido de la burbuja inmobiliaria. Se han comprado a un fondo de inversión”, aclara Campobarde.
El ayuntamiento también acaba de activar un proyecto que sacará al mercado 20 solares urbanizados para construir casas, lo que supone más de 50 viviendas en los próximos meses.
La localidad crece, al calor de ese turismo surgido del campo que aquí se explota y se cuida con mimo porque han entendido que es su maná. Jordi Vidal es agricultor y trabaja en la finca Espax: “Esto es una zona donde si vamos 30 años atrás aquí no había prácticamente nada. Ha sido con los sistemas de riego que se ha podido llevar el agua desde los ríos y desde los canales a las partes superiores del término municipal. Y entonces ha sido cuando hemos podido empezar a implementar los cultivos de fruta de hueso”, explica. La grabación se ve interrumpida a menudo por tráfico de coches y autobuses de turistas. “Hace unos 14 años atrás empezaron las visitas en los campos. Primero se hacían con furgonetas de los agricultores, de los vecinos del pueblo que trasladaban a los visitantes a este punto donde estábamos para contemplar este mar rosa que es el que es la característica principal de Aitona”, comenta.
De esos inicios de viajes en furgonetas particulares han pasado a autocares: solo los fines de semana de marzo reciben un total de 44 autobuses.
90 millones de kilos de fruta anuales
“Calculamos que unas 3.500 hectáreas más o menos están dedicadas al cultivo del melocotón, del paraguayo y nectarina. Esto son unos 90 millones de kilos de fruta de hueso que se producen cada año en nuestro pueblo”, añade Vidal. El 90% de esta fruta se exporta, sobre todo a Europa. Durante la recogida de la fruta se contratan entre 2000 y 2500 personas, sobre todo vienen de “África del norte, de Marruecos, Argelia. Y también estos últimos años de países del Este como Polonia, Rumanía y Bulgaria”, explica el agricultor. Por eso en la localidad hay locutorios con el nombre de Baraka (suerte en árabe) o carnicerías halal: de los habitantes 800 son marroquíes, ya empadronados.

Vidal nos explica que un árbol puede producir entre 50 y 80 kilos de fruta y que son más productivos entre su sexto y octavo año de vida. Ahora en la floración es habitual también que los agricultores les quiten flores, un proceso totalmente manual: el objetivo es que haya menos fruta en el árbol pero de mejor calidad.
¿Qué actividades hay en torno a este turismo de floración? Aparte de la visita guiada con los autocares, la visita por libre es una de las más solicitadas. “El abanico de posibilidades es variado.
Hay visitas por propio pie que hay unas guías hechas ya por donde los turistas pueden pasar fácilmente dependiendo su nivel. Pueden hacer rutas también con bicicleta, vuelos en globo. Se puede pernoctar a través de las burbujas en los mismos campos en flor. Este año la novedad principal y más importante es la visita de los campos en flor de noche, acompañados de música, de luces y con productos agroalimentarios de la zona que hacen de la experiencia una maravilla”, finaliza Vidal.

El sector agroalimentario también es un motor económico en la localidad: desde hace años, el Consistorio puso a disposición de productores locales el polideportivo municipal, de forma totalmente gratuita. Allí tienen instalados pequeños espacios en los que dan a conocer sus productos cada día de la semana: está Paquita Teruel, la señora mayor del pueblo que hace jabones caseros; el que hace quesos de cabra; los de los frutos secos, los del aceite… Cal Kika, obrador de mermeladas y almíbares, es uno de los negocios aquí instalados: hace 7 años que gracias al turismo, se decidieron a lanzar el obrador. “Ahora mismo estamos produciendo dos millones de kilos de fruta, vamos aumentando”, comenta Adriá Chimeno, tercera generación al frente del negocio. Chimeno tiene un recorrido atípico pero que cada vez se ha visto más en los últimos años: el de los jóvenes formados que regresan al pueblo.
Estuvo en Lérida, hizo un máster en Barcelona y un predoctorado en Londres, para acabar volviendo a Aitona a ocuparse del negocio familiar. ¿No ha sido difícil cambiar el ajetreo de Londres por la calma de Aitona? “Cuando uno es de pueblo siempre va a ser de pueblo. La calma, la tranquilidad, el pasear por los campos… Sí que cuando entras en campaña de fruta hay mucho estrés pero eso dura cuatro meses. Los otros también son intensos, pero no son tantas horas y tienes mucho más tiempo para ti. Y en Londres o en Barcelona al fin y al cabo, era pasear con un montón de gente, ir al gimnasio, ir a tomar algo. Siempre era el consumo, ir a consumir”, finaliza.
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