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 Un paseo por la escultura pública madrileña: te mostramos las que están en el museo al aire libre de la Castellana
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Este singular espacio se sitúa bajo el puente que une el barrio de Chamberí con el barrio de Salamanca, en el número 40 del Paseo de la Castellana. En la primera entrega de este especial, hablamos de La sirena varada’, la escultura más representativa de este museo. En esta ocasión, nos adentraremos en él para visitar el resto del espacio, que, aunque está un poco descuidado, merece ser visitado.

Alberga 17 esculturas abstractas y, aunque está video vigilado, no se te acercará ningún vigilante a pedirte que te quites la mochila o a decirte que no se pueden hacer fotos con flash, además, está siempre abierto, es gratis y lo que es mejor; ¡se puede tocar!

Estela de Venus, 1973. Amadeo Gabino (Valencia 1922 - Madrid 2014)
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En la zona ajardinada del museo, se encuentra esta escultura totémica realizada ensamblando chapas de acero inoxidable con remaches. Su aspecto robótico y futurista es característico en la obra de Amadeo Gabino, quien creaba esculturas abstractas acordes al espíritu de la nueva era científica y tecnológica de los años setenta.

Toros ibéricos, 1958 – 1960. Alberto Sánchez (Toledo 1895 – Moscú 1962)
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Esta obra corresponde a la última etapa de la vida del artista, donde su origen español vuelve a tomar protagonismo y recupera la iconografía de sus obras anteriores a la Guerra Civil y el exilio. Supone un recuerdo a las visitas que hacía en su juventud al Museo Arqueológico Nacional de Madrid, dónde quedó impresionado por las esculturas ibéricas.

En Madrid podemos disfrutar de otra obra de Alberto Sánchez,El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella’ que se sitúa en el exterior del Museo Reina Sofía y está recogida en la segunda entrega de este especial.

Al otro lado del muro, 1979. José Mª Subirachs (Barcelona, 1927 - 2014)
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Se trata de un monolito de hormigón atravesado por seis esferas de piedra caliza, contrastando formas y materiales. En su variada trayectoria, el artista realizó un gran número de monumentos públicos, siendo el encargo mas importante de su carrera el conjunto escultórico para la Fachada de la Pasión de la Sagrada Familia de Gaudí, en Barcelona, que comenzó en 1986.

Proyecto para un movimiento IV B, 1978. Pablo Palazuelo (Madrid 1916 – 2007)
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Esta obra es muy representativa de la carrera de su autor, en ella recorta y pliega una pesada plancha de acero corten con tal habilidad que la hace parecer ligera, plasmando así su estilo racionalista y su formación como arquitecto.

Proalí, 1971. Marcel Martí Badenes  (Alvear, Argentina 1925 - Palafrugell, Girona 2010)
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Proalí es un claro ejemplo del lenguaje del autor, que se expresa en composiciones de formas sensuales y pulidas, debatiéndose entre la figuración y la abstracción. Esta escultura, es una réplica exacta en bronce del original, en mármol blanco, que se conserva en el patio del Museo de Historia de Madrid, ejecutada por el mismo artista.

Móvil, 1972. Eusebio Sempere (Onil, Alicante 1923 -1985)
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La obra está compuesta de dos planos paralelos suspendidos verticalmente, de tal manera que la superposición y entrecruzado de las líneas de ambos produce en el observador una serie de sensaciones visuales previamente calculadas por el artista, ligado al movimiento de arte cinético.

La labor de Sempere fue clave para la configuración de este museo, para el cual donó esta obra, y gracias a su empeño se consiguió sacar el proyecto adelante. En el exterior de la Fundación Juan March, ponemos encontrar la obra Órgano del artista, también recogida en la segunda entrega este especial.

Estructuración hiperpoliédrica del espacio, 1971. Rafael Leoz (Madrid 1921 – 1976)
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Esta escultura divide el espacio con cuerpos geométricos que se disponen unos dentro de otros, formando series decrecientes. Leoz, arquitecto y escultor, fue el creador del módulo ‘Hele’ en el ámbito de la arquitectura social humanizante. Considerado por Le Corbusier un genio de la arquitectura, fue propuesto en 1968 para el Premio Nobel de la Paz.

La petite faucille, 1937. Julio González (Barcelona 1876 - París 1942)
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La petite faucille (La pequeña hoz), fue donada por la hija del escultor al museo. Esta obra, conocida también como Homenaje a la hoz y el martillo, pone de manifiesto la postura adoptada por el artista durante la Guerra Civil, influido fundamentalmente por la estética soviética. Su autor, fue uno de los grandes vanguardistas internacionales, uno de los primeros en usar el hierro con la intención de estudiar el espacio en escultura.

Mediterranea, 1972. Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria 1925 – Madrid 2019)
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Chirino rara vez pinta sus esculturas, y cuando lo hace su intención es la de aportarles ligereza, más que color. Mediterranea es una obra incompleta, ya que la fuente sobre la que se sitúa está seca desde hace varios años, dejando de manifiesto el estado de abandono del museo, lo que resulta una verdadera pena dada la alta calidad de las obras que contiene.

Unidades-Yunta, 1972. Pablo Serrano (Crivillén, Teruel 1910 - Madrid 1985)
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Esta escultura se compone de dos piezas independientes que representan la fusión de las fuerzas opuestas que configuran el mundo: lo material y lo espiritual, la vida y la muerte. Las formas sugieren un movimiento de integración de manera que incluso podrían llegar a acoplarse en una unión perfecta.

Estructura permutacional, 1972. Francisco Sobrino (Guadalajara 1932 – Bretaña, Francia 2014 )
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Los efectos visuales de esta obra están conseguidos a través de diversos procedimientos, como la repetición de los rombos, o el hecho de que un mismo lado pueda tomarse como base y también como pieza superior, produciendo un fenómeno que se conoce como ‘perspectiva reversible’. Pero sin duda los resultados más espectaculares se logran a través de los reflejos del material, utilizado por Vasarely y la mayoría de los seguidores del arte óptico.

Tríptico, 1972. Manuel Rivera (Granada 1927 – Madrid 1995)
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Esta obra pertenece a la serie Los espejos, y aunque es una creación abstracta, en palabras del propio autor: sugiere el mundo extraño de los espejos y de las sombras misteriosas que en ellos se reflejan’.

Cuando Manuel Rivera presentó su obra en la Bienal de Sao Paulo de 1957, causó auténtica sensación. Sus composiciones metálicas, realizadas con materiales y técnicas totalmente nuevos, consiguieron resultados sorprendentes y supusieron una de las aportaciones más originales de la vanguardia española de los años cincuenta.

Un món per a infants, 1971. Andreu Alfaro (Valencia 1929 – 2012)
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La escultura Un món per a infants (Un mundo para niños) pertenece a la serie Generatrices. La sucesión de varillas en abanico produce una sensación de movimiento rotatorio en el espacio, relacionado con los efectos ilusorios que se utilizan en el arte óptico. Su forma, parece aludir al movimiento de una noria de feria o un molinillo de viento, temas infantiles para ‘Un mundo de niños’.

Mére Ubu, 1978. Joan Miró (Barcelona 1893 - Palma 1983)
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Se trata de una figura ambigua de mujer-pájaro, una especie de animal fantástico, que más bien parece un ídolo o tótem primitivo. Mère Ubu es una representación compleja y representativa del lenguaje expresionista del artista, en la que se funden los temas repetidos por el autor en numerosas ocasiones: los personajes, las mujeres y los pájaros.

La escultura de Miró se incorporó al Museo en 1978, ya que el artista se negó a donar ninguna obra hasta que no se hubiera resuelto el conflicto suscitado por la instalación de 'La sirena varada' de Chillida. Miró es una de las figuras más destacadas del arte del siglo XX y, junto con Picasso y Dalí, uno de los artistas españoles que han alcanzado el máximo reconocimiento internacional.

Bibliografía: www.madrid.es

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