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El 15 de septiembre de hace nueve años fue uno de los días más determinantes y destructivos de la era moderna. De la noche al día un castillo construido por el banco de inversión Lehman Brothers con activos tóxicos respaldados por hipotecas basura a lo largo y ancho de Estados Unidos se derrumbó llevándose consigo carteras de centenares de miles de millones y desencandenándo un terremoto financiero mundial que aún hoy se siente.

Hace 15 años Lehman Brothers, desde sus cuarteles generales en el Times Square de Nueva York, declaró la mayor bancarrota de la historia estadounidense y supultó al cuarto banco de inversión del país. Con más de 600.000 millones de dólares en activos y una plantilla de 25.000 personas su muerte repentina, cocinada entre los grandes bancos, la Casa Blanca y la Reserva Federal, permitió al mundo conocer la magnitud del gran problema de las hipotecas “subprime” o basura, que acabaría llevando a Estados Unidos y al resto del mundo desarrollado a una recesión sin precedentes.

Lehman Brothers fue la gran víctima que hubo que sacrificar para salvar al resto de grandes bancos mundiales de una hecatombe que hubiese sido casi imposible de contener. El 15 de septiembre, tras jornadas martonianas de negociaciones en la Reserva Federal de Nueva York, se decide desmembrar a uno de los causantes del desenfreno que causó la burbuja inmobiliaria estadounidense y repartirlo a precio de saldo entre Barclays y Nomura. El pánico bursátil que desencadenó el negro 15 de septiembre de 2008 descapitalizó en un mes un 25% del valor del selectivo Dow Jones hasta rondar los 6.000 puntos.

Hoy el Dow Jones multiplicado su valor, hasta subir por encima de los 22.000 puntos, impulsado por ocho años de tipos a cero y políticas monetarias acomodaticias. En nueve años de duros ajustes más de nueve millones de estadounidenses perdieron sus casas en ejecuciones hipotecarias y se cree que solo un tercio ha vuelto a convertirse en propietario de una casa. Pese a que los mercado no dejaron de subir y que el precio de dinero está en mínimos, la concesión de hipotecas se ha moderado, mientras que el mercado de la vivienda se ha recuperado, aunque la creación de vivienda nueva y la demanda han llevado una progresión irregular debido a un crecimiento con puntos débiles.

La economía estadounidense crecerá este año alrededor del 2%, según el Fondo Moneterio Internacional (FMI), mientras que el empleo se mantiene en la cota del 4% y la inflación se acerca al objetivo del 2% de la Reserva Federal. Pero es una recuperación con claroscuros: el banco central estadounidense está realizando una muy moderada vuelta a tipos de interés positivos ante el temor de asustar a los inversores y empresarios, que siguen sin invertir con solidez, mientras que el mercado laboral está plagado de puestos de mala calidad y sufre de baja participación por una generación de 'inempleables' que nació en septiembre de 2008.

El fin de Lehman Brothers también fue el comienzo de una serie de reformas bancarias que llevaron a la creación los marco legal Dodd-Frank, para evitar que la historia se repitiese, así como un papel más activo de la Reserva Federal en el control del sector financiero, especialmente mediante las pruebas de estrés, simulaciones de nuevas crisis financieras diseñadas para determinar la resistencia de las cuentas de activos de los bancos.

El presidente estadounidense, Donald Trump, está intentando ahora eliminar algunas de las salvaguardas que impuso ese nuevo marco legal, tal y como quieren algunos de los principales CEO de Wall Street. En concreto, intentan rebajar el poder de algunos reguladores, como la oficina encargada de proteger a los consumidores de productos financieros de prácticas abusivas. Asimismo, desean dar más transparencia a los test de estrés de la banca para reducir el impacto de negativo en el mercado cuando no los superan.

Lo que parece que será más complicado de eliminar es la llamada Volcker, la prohibición de que los bancos realicen operaciones de riesgo con fondos respaldados por dinero público. Otro punto de difícil resolución es cómo debe comportarse un gobierno ante una quiebra como la del calibre de Lehman Brothers o las sucesiva crisis que llevó solo dos días después de la desaparición de Lehman al rescate con dinero público de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac por 187.000 millones de dólares.

Lo que está claro es que nadie quiere que el 15 de septiembre de 2008 se repita. A la larga el despertar que causó la quiebra de Lehman Brothers costó decenas de millones de empleos en todo el mundo, dejó a otros tantos sin posibilidad de ser propietarios de una vivienda o destruyó los planes de pensiones y sueños de un número incalculable. Un nuevo 15 de septiembre fatídico es poco probable hoy en día, pero lo que demostró la colosal muerte de Lehman Brothers es que la autocomplacencia es peligrosa y las crisis pueden desatarse en cuestión de días.

 
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