A veces uno piensa que los edificios más interesantes, arquitectónicamente hablando, van a estar en el centro de las urbes y resulta que no, que se pueden encontrar auténticas perlas saliendo de la almendra central de la ciudad. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la Avda. de la Peseta, en el madrileño barrio de Carabanchel Bajo. Es pasearla y descubrir a uno y otro lado de la vía, inmuebles bien singulares, innovadores, que rompen con la estética tradicional que uno achaca a Madrid: el ladrillo visto.
Una de esas construcciones fue obra del estudio Temperaturas Extremas, formado por los arquitectos Nicolás Maruri, Atxu Amann y Andrés Canovas. Ellos también fueron los artífices del pabellón de España en la última Exposición Universal, la de Dubai 2020, que finalizó a principios de este año.
Con Nicolás Maruri, uno de los socios, hablamos en esta entrevista de arquitectura, vivienda pública, privada y de los retos que el cambio climático conlleva para la construcción.
¿Cómo es este proyecto del que os encargasteis en Carabanchel Bajo?
"Aquí tenemos un proyecto de vivienda pública de la Empresa Municipal de Madrid de alrededor del año 2005. Es un proyecto que ha recibido diversos premios y que trabaja principalmente con la idea de la manzana llevada al extremo del grosor. Es la búsqueda del patio interior como gran jardín, que además forma parte de la ciudad y esto se consigue colocando unos tubos cruzados, unos cortes que atraviesan el edificio y que permiten que la luz, las vistas, el aire, conecten el interior con el exterior. Es una manzana permeable".
Y, ¿qué diferencia, aparte de la titularidad, este proyecto del que está a su lado?
"Lo más evidente y obvio es el material, uno es ladrillo y otro es de chapa pintada en colores. Pero la diferencia fundamental es que este es un bloque y este es un grupo de villas en altura. Es decir, aquí lo que tenemos son viviendas individuales colocadas unas sobre otras. Cada casa es diferente, cada casa tiene un jardín, cada casa es un mundo especial. En cambio, en el otro, las casas están dentro de, digamos, la colmena, el enjambre. Hay otra diferencia muy importante entre estos dos proyectos, y es que uno es una promoción pública del Ayuntamiento de Madrid y el otro, una promoción privada. La promoción privada busca vender de manera segura a un cliente. La promoción pública tiene los clientes seguros porque sólo es accesible a rentas limitadas y es una vivienda estupenda en un barrio estupendo, a un precio muy razonable. Es el reequilibrio de rentas que se hace de manera social desde el Ayuntamiento: el Ayuntamiento tiene una misión cultural, no solamente social, sino de introducir nueva arquitectura y nuevas formas de ver. El entonces concejal de Vivienda, Sigfrido Herráez, inició una política de introducción de nueva arquitectura, llamó a arquitectos extranjeros, convocó concursos y eso permitió que se produjera un avance bastante interesante e importante en la arquitectura en Madrid, que tuvo repercusión en todo el mundo. Esto es algo que no sucede en otras épocas y en otros momentos, depende mucho de las condiciones políticas del momento".
¿Dónde hay una arquitectura pública interesante en este momento?
"Los últimos premios Mies, que son los, digamos, Óscar de la arquitectura europea, dos de los premiados están en Cataluña. En Barcelona se está realizando una política de vivienda muy progresista, muy interesante, que habla de sostenibilidad, de nuevos materiales, de ciertas cuestiones que en Madrid tenemos, en cierto modo abandonadas".
Pero el edificio que hicisteis en esta avenida no es el único innovador de la zona, hay más…
"Es muy interesante porque se convocaron diversos concursos. Cada solar era un concurso, había cuatro o cinco arquitectos y esto elevaba la calidad de los resultados en esta zona de Carabanchel, en Sanchinarro…. Esto es una oportunidad cultural que después puede ser discutible por los vecinos, pero tienen algo sobre lo que discutir. Cuando se hacen viviendas de promoción privada, donde lo único que interesa es vender al mayor precio lo más rápido posible, no hay nada que discutir, no hay cultura, no hay avance social. Probablemente estos edificios que discutimos en un momento dado serán parte de nuestra cultura y los protegeremos. En cambio, los de ladrillo simplemente son un bien comercial de venta".
Pero el problema no es el material, no es el ladrillo…
"Evidentemente. El problema es la forma de utilizar el material, la capacidad que se otorga a los arquitectos, a los proyectos de innovar. Está claro que la promoción privada no le interesa la innovación, le interesa repetir las soluciones que se venden, le interesa la máxima venta".
¿Cómo crees que tiene que ser la arquitectura si consideramos los retos que supone el cambio climático?
"Para afrontar las cuestiones del cambio climático la arquitectura debe ser, por un lado muy antigua. Es decir, debe recuperar todas esas cuestiones que se han planteado en la arquitectura tradicional la buena orientación, la protección frente al sol… y a la vez incorporar lo más avanzado, por supuesto, las más modernas tecnologías de producción de energía solar. Utilizar el sol como nuestro valor extraordinario en nuestro país".
¿Qué ciudad española te parece, arquitectónicamente hablando, la mejor?
"Es una pregunta muy difícil de responder porque no conozco todas las ciudades. De lo que conozco lo más interesante es Cartagena, por ejemplo. Hemos trabajado durante toda nuestra vida en ella y yo no conocía antes nada de Cartagena y recuerdo haber ido allí, era un puerto industrial, un sitio contaminado y hoy en día es una ciudad absolutamente deliciosa, con un cuidado extraordinario de su patrimonio. No es tanto que seas bello, sino el querer ser bello, el querer transformarse, el querer ser mejor, que es lo realmente interesante".
Una última pregunta sobre los arquitectos, ¿os habéis metamorfoseado desde el último boom inmobiliario?
"Los arquitectos antes eran unos señores todopoderosos. Siempre cuentan la anécdota de ese arquitecto que llegaba a la obra y se paraba la obra. No se bajaba de su coche, venía con el chófer, miraba la fachada y decía que me cambien todo eso, que no me gusta. Esto, claro, hoy en día no tiene ningún sentido. Primero, porque el arquitecto forma parte de la sociedad y nuestra sociedad ha cambiado. Ya no es una sociedad piramidal, es una sociedad igualitaria, es una sociedad democrática, es una sociedad donde hablamos y discutimos y pensamos en futuro. Ya no es un ser todopoderoso y enormemente rico, ahora gana como ganan los demás y hay muchos fontaneros que tienen mejor coche que el arquitecto. Y eso es muy bueno, porque estamos todos en una posición donde los trabajos son igual de dignos unos que otros y donde cada uno tiene una misión para construir una sociedad mejor. Es evidente que los arquitectos han cambiado, ahora lo que tienen que hacer es estudiar y seguir trabajando y soñando".
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