
En el indómito norte de Asturias, donde la tierra y el bosque parecen luchar por no rendirse al mar, existe un rincón que todavía no figura en los catálogos turísticos, pero que es uno de los paisajes más espectaculares de toda la costa cantábrica.
Su nombre es Gueirúa, y aunque apenas supera los 100 metros de longitud, quien la visita cae rendido a sus encantos. Te mostramos la cala con acantilados más exótica de Asturias, y posiblemente de España.
Belleza salvaje en 120 metros de costa
Situada en el pintoresco concejo de Cudillero, esta cala de apenas 120 metros, concentra en su escarpado perímetro toda la fuerza y belleza de la costa asturiana más indómita. Aquí no hay sombrillas, ni socorristas, ni chiringuitos. Lo que sí hay son islotes de piedra que emergen del agua como cuchillas, acantilados verticales cubiertos de helechos y un silencio tan profundo que uno puede oír sus propios pensamientos mezclándose con el murmullo de las olas.
A esas formaciones se les conoce como La Forcada, y son los restos fragmentados de un antiguo cabo. Estas rocas son en realidad los restos de un antiguo cabo fracturado, testimonio geológico de millones de años de transformaciones en la corteza terrestre. No en vano, todo este tramo de litoral forma parte del Paisaje Protegido de la Costa Occidental Asturiana, un área que combina valor paisajístico, geológico y ecológico en dosis difíciles de igualar.
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Así es llegar a la playa escondida entre acantilados
Llegar a Gueirúa no es sencillo, y ese es parte de su encanto. Desde la aldea de Santa Marina, hay que tomar un sendero que serpentea entre prados y descender más de 200 escalones de piedra. El camino puede ser complejo, sobre todo en días de lluvia, pero el esfuerzo se ve recompensado con una de las vistas más espectaculares del litoral.
El suelo, cubierto de cantos rodados y lajas afiladas, exige un calzado adecuado. No es la típica playa para extender la toalla y pasar la tarde al sol; es más bien un lugar para sentarse a contemplar, perderse en la inmensidad del horizonte y dejarse llevar por la fuerza telúrica que emana del entorno.
Desde Oviedo, se llega a Gueirúa en unos 55 minutos por la A-8 en dirección a Cudillero, hasta llegar a Santa Marina. Allí, se puede dejar el coche cerca del inicio del sendero y comenzar la caminata.
Una cala que invita a la reflexión
En plena temporada alta, cuando otras playas del norte peninsular se ven invadidas por toallas, neveras portátiles y música a todo volumen, Gueirúa ofrece un remanso de paz absoluta. Aquí, el mayor lujo es el silencio. No hay cobertura móvil ni servicios turísticos, solo naturaleza en estado puro.

Es un lugar ideal para fotógrafos, excursionistas, amantes de la geología o simplemente para quienes buscan descansar de la vida moderna. Al atardecer, cuando el sol comienza a fundirse con el mar y tiñe las rocas de naranja y violeta, el espectáculo es sobrecogedor. Es entonces cuando el enclave revela su cara más mágica.
Recomendaciones clave para tu visita
Aunque no es necesario ser un experto senderista, conviene estar preparado para una pequeña caminata y, sobre todo, llevar calzado cómodo. No es mala idea llevar deportivas o zapatillas de senderismo para el camino y unas cangrejeras o chanclas resistentes para bañarse o andar por la orilla.
No es recomendable para familias con niños pequeños o personas con movilidad reducida. Pero si lo que deseas es una experiencia salvaje, auténtica y transformadora, Gueirúa es, sin duda, tu cala para este verano.
Por otro lado, no puedes llevar a tu mascota, está prohibido. Solo está permitida la presencia de animales de compañía en los accesos a la playa, siempre que vayan sujetos por una correa fija de longitud no superior a un metro.
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