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Los libros de management de Estados Unidos están llenos de casos basados en todo tipo de empleados: el que llega tarde, el callado pero eficiente, el soberbio, el hablador, el mandón, el tóxico…. La verdad es que todos esos modelos se pueden reducir a dos: los empleados que dan problemas y los que resuelven problemas.

Los primeros suponen uno de los mayores quebraderos de cabeza de los directores de Recursos Humanos porque crean mal ambiente, hacen surgir comparaciones dañinas, fastidian a los buenos empleados y rompen la armonía del equipo. ¿Y por qué están difícil apartar a esa manzana podrida?

Porque los jefes no se enteran. Es la primera razón que explica su supervivencia dentro de la manada. La teoría de la evolución de Darwin también funciona en la empresa. El empleado problemático sabe cómo usar sus herramientas para camuflar las actitudes dañinas: trabaja cuando el jefe está a la vista o le hace la pelota. En otras ocasiones, son maldades tan sutiles que si el otro empleado va a quejarse al jefe, éste le dice que solo es una percepción personal, y que está exagerando.

Los empleados troublemakers se caracterizan también por poner pegas a las innovaciones, o por no saber resolver una nueva tarea que requiere poca pericia informática con la hoja Excel, por ejemplo. “No lo entiendo”, “no lo pillo”, “es muy complicado para mí”. Entonces hace dos cosas: estos empleados acuden al jefe, para hacerle perder tiempo, o lo hacen perder a los compañeros pues tienen que darles explicaciones que el empleado problemático podía haber aprendido con un poco de interés.

Los empleados problemáticos son también los que se ausentan del trabajo por un simple dolor de cabeza, pero se las ingenian para traer un justificante por ‘migrañas agudas’. Saben, eso sí, cómo planificar sus vacaciones antes que nadie y reservarse los mejores días, y por último se escaquean de determinadas labores.

Y aquí viene el marrón. Cuando el troublemaker no hace su trabajo, ¿a quién le cae esa carga? A los empleados más eficientes. Se llama marrón y los asignan los jefes. En primer lugar, porque el jefe, para evitarse problemas, pasa la carga de trabajo a los que funcionan. Y segundo, porque estos mismos empleados responsables, saben que el equipo puede ser penalizado si el trabajo no sale adelante, de modo que se la pasan todo el día asumiendo el marrón de los ineficientes.

Cuando el marrón se convierte en una inmensa bola de barro, la empresa tiene un problema serio porque tarde o temprano estallarán las discusiones a viva voz en plena oficina.

El marrón es tan común en las empresas, que un grupo de empleados con buen humor creó a modo de diversión un ensayo titulado “El tratado del marrón”, y lo adjudicó a la inexistente Universidad de Brownssachussetts (se puede encontrar en internet). El tratado hace una lista de los personajes de la oficina, de los cuales sobresale el jefe o browndispatcher, que se pasa el día adjudicando marrones.

¿Y qué pasa cuando el troublemaker es el jefe o la jefa?

Es lo que pasó este año a una empresa catalana, donde dos eficientes empleadas presentaron su dimisión porque no podían aguantar más a su jefa problemática. La jefa les preguntó si se iban porque tenían una mejor oferta de trabajo, y estas chicas dijeron que no: se iban porque no la aguantaban más.

¿Es que no tiene solución el empleado problemático? Sí la tiene. La clave es que el director de Recursos Humanos haga periódicamente encuestas anónimas de valoración. Es más: no hace falta que la idea venga de Recursos Humanos. Puede venir de un jefe que quiere conocer los secretos de su equipo. Basta irse a comer poco a poco con el equipo, o hacer una encuesta por mail, para saber quién falla.

Y si es él quien falla, entonces, debe tomar conciencia de cómo solucionarlo pues los jefes y las jefas, son los primeros en destacar en el arte del problem solving. No convertirse en troublemakers. Lo que pasa es que muchos no lo saben… todavía.

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1 Comentarios:

Mª José
7 Diciembre 2017, 19:45

Y si eres docente y resuelves los temas que otro no hace sólo porque te sabe mal que tus alumnos/as sufran las consecuencias y lo comentas con tus superiores jerárquicos y no pasa nada. Sólo te cargas con el trabajo extra y nadie se entera. Entonces qué se puede hacer?

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