El populismo inmobiliario inaugura una nueva temporada de ocurrencias tras las elecciones generales, locales y autonómicas.
¿Qué medidas se pueden aprobar para favorecer el acceso a la vivienda de los españoles? Bajar impuestos parece una aberración, sobre todo para quienes nunca los han pagado o esperan pagar una miseria, favorecer la iniciativa privada es anatema político, así que habrá que buscar alguna medida que resulte sencilla, visible y sobre todo que no cueste mucho trabajo desarrollarla, que bastante cansada ha sido la campaña electoral…
Para ello es necesario crear un concepto, un eslogan, que resulte atractivo para los votantes. Trabajar y ahorrar no suena muy bien. Esforzarse y progresar suena a capitalismo. Algo mucho mejor: “la función social de la vivienda”. Qué término más bonito. Es casi reiterativo. Un término absoluto que permite profetizar un futuro mejor y señalar a los verdaderos culpables de las dificultades del acceso a la vivienda.
Mejor no entrar en la función social del trabajo, del ahorro, de la libertad de empresa y de elección. Son conceptos caducos y en desuso y, sobre todo, no dan votos.
Ya tenemos, pues, un concepto, una bandera que enarbolar y sobre la que legislar en consecuencia.
Segundo paso: señalar a los culpables. Lógicamente son los poderosos, los bancos y los fondos, llamémosles buitres, que así queda mucho mejor. Son ellos los que desde su natural perversión acaparan viviendas vacías para “especular” con los precios, impidiendo al ciudadano español, que nos vota o que, por cierto, nos debería votar, comprar dicha vivienda bien barata o alquilarla a precio de saldo.
Porque desde la atalaya de algunas administraciones públicas se tiene una perspectiva más preclara que la de todos los agentes que trabajan en el sector inmobiliario. Es evidente que los malvados fondos “buitres”, que tiene un coste de capital del 10-15% anual, prefieren mantener las viviendas vacías, soportar todos los gastos de comunidad e impuestos de las mismas y jugar a la ruleta esperando que la vivienda se revalorice cada año entre un 15-20% para forrarse, por supuesto. Porque todo el mundo sabe que el precio de la vivienda no baja nunca.
Y qué decir de los bancos, que con el mismo ADN especulativo que los fondos, juegan a la misma lotería acaparadora, a pesar de las provisiones y el consumo de capital al que están obligados, con el doble objetivo de traficar con un bien necesario y reírse de todos nosotros...
Se me saltan las lágrimas de agradecimiento por tan preclara visión de nuestros gobernantes. Multemos a estos especuladores, que se verán así obligados a poner miles de viviendas en el mercado y alquiladas a cuatro duros. No hay nada más gratificante que oler a coacción por las mañanas.
Si después les impagan las rentas, les okupan las viviendas o se las destrozan, probablemente será por su culpa, por justo castigo a sus pecados.
Con estas medidas es predecible que fluirán miles de millones de esos mismos fondos para invertir en vivienda para el alquiler en esas mismas comunidades autónomas y ayuntamientos. Viviendas que serán financiadas con gran alegría por los mismos bancos que especulan con ellas con el único fin de fastidiarnos.
Los inversores adoran las multas, prefieren la estaca, admiran a los inquisidores.
Y puestos a elegir un país en el que invertir en la promoción de viviendas en alquiler en todo el mundo, seguro que apreciarán aquél en el que la legislación se modifica por Real Decreto Ley cada cuatro semanas. Uno en el que existan 17 legislaciones autonómicas diferentes. En el que una parte importante de los legisladores no haya conseguido un empleo decente en su vida. Pero en el que se respete la función social de la vivienda y se ejerza con mano de hierro la loable práctica del “multa, que algo queda”.
Tenemos cuatro años brillantes por delante, en el que las inteligentísimas acciones de algunos gobernantes provocarán la puesta en el mercado de viviendas a precio de dónuts y nuestros jóvenes, nuestros apreciados okupas y mileuristas podrán gozar al fin de su derecho social a la vivienda.
Pero si en ese proceso, despertamos de este precioso sueño, podremos recordar algunas frases de la famosa serie Chernobyl, en el que los gobernantes tenían tics similares a algunos de nuestros líderes: “¿Cuál es el costo de las mentiras? No es que las confundamos con la verdad. El verdadero peligro es que si oímos suficientes mentiras luego no reconoceremos la verdad.”
Mikel Echavarren es CEO de Colliers. Experto en generar opinión desde su visión sagaz del sector inmobiliario. Entusiasta del ladrillo desde hace más de 30 años.
4 Comentarios:
¿Son toda la generación del 80 en adelante unos vagos que no quieren trabajar ni ahorrar?
¿Ahorran mucho los empleados a los que paga usted el salario mínimo?
¿Se tuvo que hipotecar a 30-40 años para acceder a su primera vivienda? ¿Cuál fue su tasa de esfuerzo? ¿Cuál será la de sus hijos? ¿Cuántos hijos tendrán sus hijos?
¿Por qué no existe un desglose público del número de transacciones inmobiliarias entre personas físicas y jurídicas?
La solución es corregir el exceso de demanda, no la falta de oferta
Bravo... no puedo decir nada más..
alguien lo tenía que decir ¿no? Gracias por compartir.
Me gusta la reflexión del artículo en términos generales, porque efectivamente se ataca siempre al capital privado que obviamente crea empleos y asume riesgos. Si bien, no todo el capital privado es igual. Hay una parte de ese capital, fundamentalmente extranjero, que durante los últimos años ha invertido en este país por los bajos precios de la vivienda (lícito y normal) cuyas prácticas no son las más deseables, y el pago de impuestos tampoco (gracias a figuras impositivas que favorecen a los no residentes fiscales). El tema de la vivienda en alquiler es un problema en este país y espero que las corporaciones empiecen de una vez por todas a generar suelo, oferta de vivienda protegida, en vez de vender estas viviendas a fondos internacionales como ha ocurrido en años previos.
Para poder comentar debes Acceder con tu cuenta