Parece sacada de una película de ciencia ficción, pero es real. En plena fiebre espacial de los años 60, el arquitecto finlandés Matti Suuronen diseñó una vivienda que rompía todos los esquemas de su época: la Futuro House. Con forma de platillo volante, estructura de poliéster y patas de aterrizaje, esta casa prefabricada se convirtió en un icono pop del diseño futurista… aunque su historia duró menos de lo que prometía.
La Futuro nació en 1968 como una solución práctica para el tiempo libre. Suuronen pensó en una pequeña cabaña de esquí que pudiera colocarse en terrenos escarpados, de fácil montaje, resistente al frío y al transporte en helicóptero. El resultado fue una cápsula ovalada de apenas 50 m², fabricada en plástico reforzado con fibra de vidrio, que podía ensamblarse en un solo día.
Con sus ventanas ovaladas, puerta que se abre como una escotilla y una estética que parecía lista para colonizar Marte, la Futuro House se ganó titulares y elogios. Era ligera, eficiente y adelantada a su tiempo. Su interior contaba con cocina, baño, asientos convertibles en camas y calefacción eléctrica. Y todo dentro de un volumen compacto pensado para un estilo de vida moderno y móvil.
Durante su breve periodo de fabricación, se construyeron entre 60 y 100 unidades en distintos países, aunque hoy solo sobreviven unas 60, muchas de ellas restauradas por coleccionistas o instaladas en museos como piezas de diseño futurista.
Lo que parecía ser una revolución en el diseño de viviendas no tardó en estrellarse contra la realidad. La crisis del petróleo de 1973 encareció los materiales plásticos, y su imagen, asociada a un futurismo excéntrico, dejó de tener atractivo comercial. Además, muchas ciudades ponían trabas a su instalación, al no considerarla una vivienda “convencional”. Algo similar a lo que sucedió con la ‘Plastic House’ de Dieter Schmid.
Hoy, la mayoría de las Futuro House están repartidas por el mundo como curiosidades arquitectónicas: algunas lucen impecables, otras están abandonadas en medio del campo, oxidadas o cubiertas de grafitis. Pero todas conservan ese aire retrofuturista que sigue fascinando más de medio siglo después.
La Futuro House es un ejemplo de cómo la arquitectura también refleja los sueños (y límites) de cada época. Y aunque no llegó a colonizar el mercado inmobiliario, sí logró conquistar un rincón en la historia del diseño moderno.
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