Álvaro Vega, director regional de PlanRadar en España, Italia y Francia
Cada verano España parece superarse a sí misma en temperaturas extremas. Las olas de calor, cada vez más frecuentes y prolongadas, han dejado de ser episodios puntuales para convertirse en una constante que condiciona no solo la vida cotidiana, verano tras verano, sino también la actividad económica. Uno de los sectores más expuestos a este fenómeno es el de la construcción, donde miles de trabajadores realizan su labor al aire libre bajo condiciones climáticas que en muchas ocasiones son directamente peligrosas para su salud.
No hablamos solo de una incomodidad o un malestar pasajero: hablamos de un riesgo real para la salud. Golpes de calor, deshidratación, fatiga extrema... El impacto es evidente y, por desgracia, creciente.
Según un estudio publicado en el International Journal of Biometeorology, con temperaturas de 40 °C (algo habitual durante el verano en muchas regiones españolas) la capacidad de trabajo físico puede disminuir hasta en un 78%. Esta cifra no solo pone de relieve el coste humano de las olas de calor, sino también el enorme golpe que suponen para la productividad de un sector vital en la economía nacional.
Ante esta realidad, muchas empresas del sector optan por soluciones paliativas como adelantar la jornada laboral o concentrarla en horarios intensivos. Si bien estas medidas ayudan, son claramente insuficientes en un contexto climático que no deja de agravarse. La clave está en transformar el modo en que planificamos, ejecutamos y gestionamos los proyectos. Y en este sentido, la digitalización emerge como una herramienta imprescindible.
La digitalización del sector de la construcción no es solo una cuestión de modernización: es, cada vez más, una estrategia para la adaptación al cambio climático. Las plataformas digitales permiten, por ejemplo, planificar en tiempo real qué tareas pueden ejecutarse en función de la previsión meteorológica, reprogramar equipos y tareas para evitar exposiciones innecesarias al calor y eliminar tiempos muertos derivados de la espera de instrucciones.
Además, este tipo de soluciones tecnológicas ofrece múltiples ventajas: mejora la seguridad de los trabajadores, reduce la posibilidad de accidentes laborales relacionados con el calor, permite adaptar de forma dinámica los planes de trabajo y, en consecuencia, mantiene estable -o incluso incrementa- la productividad. Además, la coordinación entre los distintos gremios se vuelve más fluida y eficaz gracias a la comunicación en tiempo real y la actualización instantánea de planos o instrucciones.
No debemos olvidar que la digitalización también ofrece beneficios que van más allá del verano. Optimiza el uso de materiales, reduce costes, evita errores y mejora la trazabilidad de cada fase del proyecto. Pero en el contexto actual, su capacidad para minimizar los efectos adversos de las olas de calor sobre la salud de los trabajadores y sobre el rendimiento general del sector la convierte en una prioridad urgente.
En definitiva, si queremos que el sector de la construcción siga siendo competitivo, seguro y resiliente frente a los desafíos climáticos que ya estamos viviendo, la digitalización no es una opción, es una necesidad. Ignorar esta oportunidad sería dejar que las altas temperaturas no solo paralicen a nuestros trabajadores, sino también al progreso del propio país.
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