El banco de España (bde) habría frenado en los últimos meses la venta de altamira, unidad inmobiliaria de banco santander, debido a que el descuento con el que se podría haber vendido habría sido un varapalo para las valoraciones del resto de carteras inmobiliarias en manos de los bancos. Sin embargo, expertos del sector señalan que con la vuelta de tuerca dada por el ministro Luis de guindos a las provisiones, se allana el camino para este tipo de operaciones
El proceso de venta de altamira finalizaba el plazo de recepción de ofertas el pasado 7 de octubre, pero a ella sólo acudieron dos fondos, mogan stanley y goldman sachs, a través de cerverus, solicitando descuentos en torno al 60%, lo que hizo a banco santander frenar el proceso
La nueva reforma financiera del gobierno obliga a provisionar 6.100 millones de euros a la entidad, un elevado volumen de dinero que podría cambiar el escenario previo a la reforma y animar nuevos procesos de acercamiento de posturas. “Las nuevas provisiones, junto a lo que ya tenía dotado el Santander, acercan posturas con los posibles compradores", según se apunta desde el sector financiero
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En una economía abierta las recetas keynesianas son inaplicables
Por cierto, las autoridades universitarias tendrían que reflexionar: ¿Por qué se ha eliminado la Historia Económica de España de los planes de estudio de Administración de Empresas? ¿Cabe mayor despropósito? El nuevo Ministro de Educación, cultura y Deporte debería exigir una urgente rectificación de las universidades públicas. Las privadas, y las escuelas de negocios de la Iglesia (IESE, eSADE, etcétera), que hagan lo que quieran. Algo se ha ganado con la crisis, tristemente. Los ciudadanos, de golpe y sin ponerse a estudiar, han aprendido Economía. No es muy probable que vuelvan a dejarse embaucar por encantadores de serpientes. La democracia española ha perdido su ingenuidad.
Entre tanto, acabamos de batir el récord histórico de déficit público en porcentaje del PIB, el récord histórico del desempleo, el récord histórico del déficit exterior. La Seguridad Social ya está en déficit. ¡Ah! Y no se olviden ustedes de que “la culpa la tenemos todos”. Como si el pobre ciudadano de a pie pudiera cambiar las leyes o decidir las inversiones (¡!) Públicas. Un dato para los aficionados a las comparaciones: la tasa de paro de Alemania en diciembre de 2011 se situó en el 6,6%. Es la más baja desde la reunificación en 1990. ¿Alguien se cree lo de que es “una crisis mundial”?
El plan E, o plan Zapatero, fue un programa de inversiones del Gobierno central que comportó una inyección de más de 5.000 millones de euros, fundamentalmente en pequeñas obras públicas. Un empresario, con buen criterio, aseguró que fue “tirar el dinero a la basura”, porque no sirvió para nada. Cabe matizarle: cuando se tira el dinero a la basura siempre hay por allí algún avisado para recogerlo. Como reza el segundo principio de la termodinámica, el dinero no se destruye, solo cambia de manos.
E Cui prodest? El enorme esfuerzo inversor realizado tenía que haber acrecentado nuestra posición competitiva en el mercado mundial. Nada de eso: nuestra exportación es muy baja y depende casi únicamente de un par de comunidades autónomas. Adquirimos toda la tecnología en el extranjero, pero no tenemos nada que vender. Se ha invertido mucho en el exterior, pero se debe casi todo. ¡Suerte que nos quedan el Barça y el Madrid!
La solución: mejorar la productividad con reformas estructurales
Francisco Comín, el mejor especialista en el tema, ha escrito: “desde que se inventó la deuda (pública y privada), los acreedores mandan. El Estado español (desde los Austrias, el mayor serial defaulter del mundo; este es un récord mundial que todavía ostentamos) es la mejor prueba histórica de que los inversores mandan. Y ahora, por el efecto contagio, por las crisis del euro y por ese historial brillante de mal pagador, los inversores exigen la reducción del déficit. No hay otra salida, si de verdad el Estado español se quiere graduar de una vez en la gestión de la deuda”.
Para entender el desaguisado, hágase el lector la misma pregunta que todos hacemos al leer una novela policíaca: cui prodest? ¿A quién beneficia? No es verdad que se haya tirado el dinero. Algunos sabían muy bien para dónde iba. Con todo, la principal ganadora del boom de la construcción, estimulado sin escrúpulo alguno por los que mandan, ha sido la recaudación de impuestos. Ya saben, “hacienda somos todos”. Aunque algunos más que otros.
Luego vienen los particulares. Con tanta nueva infraestructura, muchos se han llenado los bolsillos y otros muchos han encontrado puestos de trabajo, de por vida que no sirven para nada. Construyendo, financiando, administrando y, sobre todo, gobernando. Algunos deben responder ante la Justicia. Otros han gozado, legalmente, de cargos, dietas, viajes, coches oficiales, fondos de pensiones astronómicos y todo tipo de prebendas. A veces, por duplicado, por triplicado, etcétera. Los más listos tienen ya sus ahorrillos en “paradero desconocido”. Los otros, pues ya se sabe, como reza el refrán, “un tonto y su dinero se separan pronto”.
Si el nuevo Gobierno no nos saca de apuros, pues se elige otro
¿La cosa tiene remedio? Sí. los reaccionarios —siempre los hay, aunque, a veces, muy bien disfrazados— dicen, como san Ignacio de Loyola, “en tiempos de aflicción no hacer mudanza”. Pues resulta que debe ser exactamente al revés. Hay que hacer toda clase de mudanzas. Habrá que apretarse mucho el cinturón. Y pagar las deudas. Y gastar solo en lo que tenga retornos seguros. Y acabar con las subastas a por el voto del personal. Y crear un verdadero mercado de trabajo. Y reformar a fondo el sistema financiero. Y cumplir con la palabra dada. Los gobernantes deben estar sujetos al Código Penal. Las instituciones deben ser transparentes y absolutamente fiables.
Keynes se murió hace tiempo, en 1946. En una economía absolutamente abierta, como la España de hoy, las recetas keynesianas son inaplicables. Aumentar la demanda interna, como recomiendan algunos sabios (¡De izquierdas!), Solo traería un aumento extraordinario de las importaciones —sobre todo de China y de Alemania, o de...—, más déficit exterior, más déficit público y, como escribía el poeta Fernando Pessoa, una ruina peor.
La única solución es la mejora de la productividad con reformas estructurales. Hay que acabar con los abusos y las disfunciones. Poner fin al despilfarro de recursos en la Sanidad, exigir algún copago para que la gente no se piense que ir al médico es como ir al café a jugar al dominó, introducir precios reales —o, por lo menos, un poco realistas— en la enseñanza superior y becas para quienes se las ganen, penalizar el absentismo de quienes todavía tienen trabajo, poner peajes a diestro y siniestro, dar fin al gasto suntuario y electoralista en materia de inversiones. No se puede construir un puerto de mar en todas las capitales de provincia por la monserga de la equidad territorial.
Hay que arrimar el hombro y asumir las medidas de quienes tienen ahora la responsabilidad de sacarnos del pozo, aun si no nos gustan. No hay otro remedio. De no hacerlo así, al presidente Rajoy, los mercados, el Fondo Monetario Internacional y la señora Merkel, en tres o cuatro meses, le pondrán en la calle. Si este nuevo Gobierno no logra sacarnos de apuros, pues se elige otro. Felizmente, para eso sirve la democracia. La receta no es muy difícil, aunque la medicina será muy amarga. Pero lo sucedido no debe repetirse jamás.
Jordi Maluquer de Motes es catedrático de Historia Económica en la Universitat Autònoma de Barcelona.
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