
La okupación es una de las principales preocupaciones de los propietarios de viviendas vacías y de pisos en alquiler. El plazo para desalojarlos puede ampliamente superar el año, periodo en que este colectivo vive sin pagar y que, normalmente, suele destrozar el inmueble usurpado, así como genera molestias a los vecinos. Uno de los percances que pueden aparecer es que tengan un perro vigilando la casa para que nadie tenga la intención de recuperar la posesión de la vivienda por su cuenta y riesgo… Y que lo abandonen.
Ahora bien, ¿qué se puede hacer si los okupas se marchan y abandonan el perro en su piso okupado? ¿Qué dice la ley al respecto?
¿Qué hacer si abandonan un perro en un piso okupado?
Muchos okupas utilizan perros a modo de guardianes de la casa, para disuadir al legítimo propietario o a otras personas de entrar en los momentos en los que ellos salen del inmueble. Sin embargo, aunque no hubiese un perro, no se podría acceder a la casa sin permiso de los okupas, ya que se estaría cometiendo un delito de allanamiento de morada. Tampoco se podría cambiar la cerradura, pues podría considerarse un delito de coacciones.
Sin embargo, sí que se podrían dejar de pagar los suministros y que los okupas se queden sin luz ni agua, siempre que no haya un contrato de alquiler de por medio. En este caso, hablaríamos de lo que se conoce como inquiokupación. Esto es un inquilino que deja de pagar la renta y se convierte en okupa.
Desgraciadamente, en el momento que usurpan la vivienda, esta se convierte en su morada a ojos de la ley, hasta que un juez ordene el desalojo. Para reforzar su presencia en la vivienda, muchos okupas dejan sus enseres dentro del inmueble, bolsos, fotografías suyas, ropas… Incluso a sus mascotas, muchas robadas o adquiridas solo para okupar las casas.
Estos objetos y animales pueden constituir una prueba en caso de que demanden a aquellas personas que han entrado sin una sentencia judicial de por medio y pueden dejarlos en la propiedad mucho tiempo, puede que indefinidamente, como ocurrió en un hecho del que fue testigo Catalina.
“Okuparon una vivienda frente a la mía en mi urbanización. Además del miedo que eso supone, y las consecuencias negativas que conlleva, tenían un pobre perro que no dejaba de ladrar. Era un cachorro de apenas cuatro meses de una raza similar al pastor alemán y lo dejaban todo el día en la terraza, solo”, comenta a idealista/news, prefiriendo guardar parte del anonimato, “por si las moscas”.
“Cuando les dije, con cierta cautela, que por qué dejaban al pobre perro solo tantas horas, me dijeron que me metiera en mis asuntos si no quería tener problemas. Eran unos desalmados, y tenían tres hijos. Yo no sé qué clase de educación van a recibir esos pobres niños”, añade.
El problema que encabeza el título de este artículo surgió cuando el perro se pasó dos días ladrando constantemente, sin descanso. “Desde mi ventana, se ve la fachada de su casa, pero no el jardín, así que no sabía si seguían ahí. Como el perro no dejaba de ladrar, me acerqué y le pasé agua y comida a través de una rendija, creí que podría estar asustado y hambriento”, explica.
Fue entonces, a la mañana siguiente, tres días después de constantes ladridos, cuando tuvo la revelación: lo habían abandonado. “No cabía en mí de rabia. ¡Cómo alguien puede tener tan mal corazón!”, recuerda todavía visiblemente enojada. “Le pedí a la vecina de al lado de la casa okupada que me dejara pasar a su jardín y desde ahí, con una escalera, até dos cubos, uno con comida y otro con agua, para alimentar al pobre perro”.
Inmediatamente, tras esto, se puso en contacto con todas las autoridades competentes. “Llamé a la policía local y nacional y al ayuntamiento de mi municipio, y se pasaron la pelota unos y otros. No podía entrar en el inmueble sin una orden, o eso me dijeron. Era sábado y, tras muchas llamadas fallidas, me dijeron que llamara el lunes por la mañana. Esos cinco días que los okupas estuvieron fuera, el perro los pasó solo”.
También se puso en contacto con varias protectoras; tampoco podían acceder, ya que se trataba de una propiedad privada. En este caso, el dueño del inmueble era un conocido fondo que no reaccionó ni supuso alguna ayuda cuando el presidente de la comunidad de propietarios les hizo llegar el problema.
El lunes, tras muchas llamadas, consiguió que se personase la policía local, pero, según explica, solo miraron a través de la rendija, vieron al perro, y se fueron. No se lo llevaron. El perro, tras cinco días y medio, seguía solo, en unas condiciones penosas. “La terraza era un estercolero. Estaba llena de cristales y de basura”.
Este caso, en concreto, ocurrió cuando la nueva Ley de Bienestar Animal ya estaba en vigor. Y esta normativa establece que dejar solo a un perro en casa durante más de un día es una infracción leve, con multas de 500 hasta 10.000 euros. Además, según la misma ley, tener a un perro en la terraza, patio, balcón o trastero habitualmente es una infracción grave, penada con una multa de 10.001 a 50.000 euros. Por tanto, se estaban cometiendo dos infracciones al mismo tiempo.
“No podía creérmelo. Se podía entrar en la vivienda, sin esfuerzo. Pero no lo hicieron. Yo misma me hubiese llevado al pobre animal, pero tengo dos perros y dos gatos y mi casa es pequeña. Además, todas las personas con las que hablé, policías, trabajadores del ayuntamiento y mis vecinos, me advirtieron de las consecuencias legales a las que podría enfrentarme si entraba en la casa okupada: una denuncia por delito de allanamiento de morada”, dice Catalina negando la cabeza. “Parece que tienen más derechos que las personas que cumplimos la ley”.
Entonces, ¿qué pasó con el perro? Catalina prefiere no decir mucho al respecto. No obstante, deja en el aire: “sé quién salvó a ese pobre perro, y no fue ni la policía ni la unidad de urgencia para la recogida y atención veterinaria de animales que se supone que deben tener los ayuntamientos con la nueva Ley de Bienestar Animal. No dudo de la gran labor que realizan diariamente las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ni de los ayuntamientos pero, en este caso, fue otra persona quien resolvió el problema. Una persona que le ha dado una segunda vida al más fiel amigo del hombre: el perro. Ahora, ese cachorro, tiene una familia que lo cuida y lo quiere”, concluye.
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