
Pequeña, acogedora y con una belleza que deja sin aliento: esas son las características que definen a Aiguablava. Esta cala es uno de esos lugares que parecen sacados de una postal.
Entre acantilados suaves, pinos que rozan el mar y arena fina, esta playa se ha ganado un hueco en los feeds de Instagram y en los corazones de quienes la visitan. Pero más allá de su estética fotogénica, ofrece rutas, gastronomía y pueblos de cuento a su alrededor. ¿Quieres descubrirla?
La cala más fotogénica de la Costa Brava
Pocos lugares en el Mediterráneo pueden presumir de una belleza tan paradisíaca y armoniosa como Aiguablava, y pocos salen tan fotografiados en Instagram. Ubicada en el municipio de Begur, se ha ganado a pulso el título de 'joya de la Costa Brava'.
Sus aguas turquesas y su arena suave, poco común en esta zona rocosa del litoral gerundense, la convierten en una playa de cuento de hadas. Es pequeña —tan solo 80 metros de largo por 40 de ancho—, pero su encanto es inmensurable.
En verano, se llena de visitantes atraídos por su fama, y no es de extrañar: en cuanto uno se asoma por primera vez a este paraje natural, queda cautivado por su entorno.
Además, a diferencia de otras calas recónditas de la Costa Brava, esta cuenta con baños, oferta de actividades acuáticas y un par de restaurantes donde disfrutar de la gastronomía mediterránea. Esto la convierte en una opción muy popular entre familias con niños, además de que es poco profunda, ideal para los más pequeños.

Así puedes llegar a la cala más popular de Instagram
Desde la autopista AP-7 se toma la salida 9A-9B (Lloret de Mar/Vidreres) y se sigue por la C-35 en dirección a Sant Feliu de Guíxols y Platja d'Aro. Luego, por la C-31 hacia Palamós, hasta enlazar con la GI-653, que lleva directamente a Begur. Una vez allí, basta con seguir las indicaciones hacia el sur del municipio, dejando atrás el desvío a Fornells para continuar por una carretera panorámica que culmina en la cala.
En temporada alta, el aparcamiento es de pago, pero su proximidad a la playa y las vistas que se disfrutan en el camino compensan cualquier inconveniente.
¿Qué ver cerca de Aiguablava? Calas, pueblos y vistas

Visitar Aiguablava puede ser solo el comienzo de un viaje inolvidable por la Costa Brava. La cala forma parte de un entorno privilegiado que se presta a las escapadas más fotogénicas. Una de las mejores maneras de descubrir esta región es a través de una excursión organizada que combine mar, historia y cultura.
Existen rutas de un día completo que incluyen, además de la visita a la cala, otros lugares de interés como Calella de Palafrugell, el faro de Sant Sebastià, el pueblo medieval de Pals o la pintoresca localidad interior de Monells.

Calella de Palafrugell es, sin duda, uno de los pueblos más bonitos del litoral catalán. Sus casas blancas con porches sobre la arena, sus barcas de pescadores y su paseo junto al mar evocan a otra época. A pocos minutos de allí se alza el faro de Sant Sebastià, desde donde se obtiene una de las panorámicas más espectaculares de toda la Costa Brava.

Por su parte, Pals es una villa medieval que ha sabido conservar su esencia como pocas. Sus calles empedradas, las torres de vigilancia y las fachadas de piedra trasladan al visitante a otra época. Subir hasta el mirador de Josep Pla permite contemplar los campos de arroz del Empordà y, si el día está despejado, incluso divisar las Islas Medas al fondo.
Monells, por otro lado, es una pequeña población del interior con una plaza porticada encantadora, ideal para una comida tranquila o una parada fotográfica. Su belleza le ha valido ser escenario de películas como ‘Ocho Apellidos Catalanes’.
En las inmediaciones de Aiguablava hay otras playas que merecen ser visitadas, como Cala dels Tries o la Cala d’en Malaret. Si te gustan los paseos por la naturaleza, debes recorrer el camino que conecta Aiguablava con Platja del Racó, una excursión sencilla para descubrir los rincones más recónditos y pintorescos de la costa. Durante los 2,5 km del recorrido, se suceden las imágenes de postal, los tramos escarpados entre rocas y pinos, y los accesos a calas escondidas.

Naturaleza, calma y belleza en cualquier estación
Aiguablava no es solo una cala bonita. Es una experiencia completa que conjuga paisaje, historia, arquitectura y gastronomía. Y aunque sus encantos brillan en cualquier época del año, hay algo mágico en visitarla fuera de temporada. El otoño, con su luz suave y dorada, convierte este rincón en un escenario íntimo donde el rumor de las olas y el crujir de las hojas bajo los pies reemplazan el bullicio del verano. En esos meses, es fácil encontrar la playa casi vacía, y redescubrir su esencia más pura: el contacto directo con la naturaleza.
Además de la playa en sí, todo el entorno es digno de ser visitado. El Camino de Ronda que une esta cala con Platja del Racó es, sin duda, uno de los tramos más bellos de esta ruta costera. El sendero bordea acantilados, se cuela entre vegetación mediterránea y ofrece miradores naturales que quitan el aliento. Desde sus alturas se divisan las calas de Fornells, con sus casitas blancas y barquitas fondeadas, hasta llegar a la salvaje y menos conocida playa del Racó, más amplia y abierta al mar.

Para los amantes del mar, del senderismo, de la fotografía o simplemente del placer de no hacer nada en un entorno de gran belleza, Aiguablava es el destino perfecto. Pero también lo es para parejas en busca de una escapada romántica, familias que quieren disfrutar de jornadas de sol y playa, o viajeros que buscan el equilibrio entre confort y naturaleza.
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