
Desde una exclusiva urbanización en Majadahonda, Violeta Mangriñán ha inaugurado Villa Canela, un chalet pensado al detalle y bautizado en honor a su perrita. Con tres plantas, unos 380 m2 construidos y una parcela de 1.000 m2 que incluye jardín y piscina infinita, este hogar refleja a la perfección su carácter moderno y su sensibilidad estética.

Al entrar, la vivienda recibe con un espacio central diáfano que integra salón, comedor y cocina. El suelo de roble contrasta con el mobiliario en nogal oscuro, un guiño deliberado al estilo cálido y sofisticado que Violeta buscaba. El sofá verde matcha, hecho a medida, domina la estancia y se convierte en el símbolo visual de su marca Maison Matcha. En las estanterías se encuentran objetos con valor sentimental: un vinilo de Rosalía, un elefante de Vitra, una lámina de los Cayos Cochinos (donde nació su historia de amor con Fabio) y flores secas enmarcadas de su hija Gala.

La cocina es uno de los grandes protagonistas. Centrada en una imponente isla de piedra verde natural y frentes de nogal, se abre a través de un gran ventanal al jardín y la piscina. Violeta confiesa que pocas cosas le emocionan tanto como abrir la cocina y ver el exterior, una conexión visual y funcional que considera esencial en su día a día.

El dormitorio principal incorpora un despacho con zona de grabación integrada, ideal para crear contenido digital sin salir de casa. Las paredes verdes, los tonos neutros y los acabados en madera transmiten calma e inspiración. Desde esta estancia se accede a una terraza privada perfecta para momentos de relax o grabación.

Entre sus estancias favoritas está el vestidor, diseñado por el carpintero de autor Clemente Olmos. Fabricado a medida en nogal, cuenta con baldas abiertas, compartimentos específicos para bolsos y zapatos, y un puf central verde matcha. Según la propia Violeta, es “el vestidor más bonito que hubiese soñado jamás”.

Los baños mantienen la coherencia decorativa de toda la casa. Uno de ellos está revestido en mármol verde en la zona de ducha, acompañado de porcelánico en tonos coordinados y detalles en madera. El resultado es un ambiente cálido, elegante y en sintonía con el resto del hogar.

El exterior es la prolongación natural del interior. La parcela cuenta con un jardín cuidado, un pequeño huerto para cultivar fresas y, como joya, una piscina infinita diseñada a medida que sustituyó a una versión anterior más pequeña. Todo el perímetro exterior ha sido diseñado pensando también en la seguridad de sus hijas, con barandillas de cristal y un sistema de videovigilancia que no rompe la estética limpia y minimalista de la vivienda.

En Villa Canela, cada detalle habla de la personalidad de su dueña: el verde matcha como hilo conductor, la mezcla de maderas que aporta calidez, y los guiños emocionales que convierten una casa en un verdadero hogar.




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