La provincia soriana esconde numerosos y sorprendentes pueblos abandonados que evidencian la profunda despoblación de la zona.
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pueblos abandonados en soria
Navapalos / Diego Delso, CC BY-SA 4.0 Wikimedia commons

Soria es, sin duda, una de las provincias de España donde la despoblación es más visible. La región esconde, entre montes, valles y llanuras silenciosas, un buen número de pueblos cuya vida se detuvo hace décadas. Sus calles vacías, sus iglesias en ruinas y las huellas que dejó la despoblación forman hoy un paisaje que mezcla memoria y naturaleza. Descubre 10 pueblos abandonados en Soria que no resistieron al paso del tiempo

Peñalcázar

Peñalcázar, encaramado en una planicie del Moncayo, conserva una presencia imponente incluso tras su abandono en 1978. Su recinto fortificado continúa dominando el paisaje, protegido por acantilados que actuaban como defensa natural. Dentro aún se reconocen estructuras clave del antiguo asentamiento, como restos de una torre de origen califal y el aljibe que garantizaba el agua.

La iglesia de San Miguel Arcángel, con elementos góticos y renacentistas, recuerda que el pueblo fue un enclave próspero y estratégicamente situado. Hoy el silencio lo envuelve todo en uno de los pueblos abandonados cerca de Almazán, hoy parte del municipio de Quiñonería.

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Peñalcázar / Carlos Romero Portero, CC BY-SA 2.5 Wikimedia commons

Armejún

Armejún, en el extremo norte soriano y muy cerca de La Rioja, estuvo completamente vacío hasta hace poco más de una década. El abandono pareció definitivo, pero en 2013 un proyecto impulsado por descendientes del lugar permitió que vuelvan a escucharse voces y herramientas entre sus casas. La idea: reconstruir lo que el tiempo había consumido.

Gracias a ese esfuerzo colectivo, Armejún avanza en su transformación en una pequeña ecoaldea. Las tareas de restauración han devuelto vida a varias viviendas y han atraído a jóvenes interesados en un modelo de vida más autosuficiente. 

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Vista del despoblado de Armejún / Kalavia7, CC BY-SA 4.0 Wikimedia commons

Albalate

Albalate, muy próximo a Cihuela, fue durante décadas una pequeña comunidad agrícola que llegó a reunir unas siete familias a mediados del siglo XX. Con el tiempo, la despoblación fue borrando no solo la actividad del pueblo, sino literalmente sus edificaciones: lo que un día fueron casas alineadas junto a la carretera desapareció hasta no dejar rastro visible. 

Sin embargo, el verdadero tesoro del antiguo Albalate se oculta bajo tierra. Sus dos bodegas —una amplia galería subterránea y otra más pequeña— son construcciones singulares que evocan la antigua producción vinícola de uno de los pueblos abandonados en la provincia de Soria.

Buimanco

En dirección a Yanguas, dentro de la comarca de Tierras Altas, se alza Buimanco, un pueblo donde la vegetación ha tomado el relevo de los antiguos habitantes. Según descripciones históricas, su economía dependía del cereal y la ganadería, actividades hoy solo intuibles en los campos que rodean el despoblado. 

El acceso es sencillo desde San Pedro Manrique, lo que lo convierte en una visita habitual para senderistas curiosos. Sus casas, construidas con piedra clara característica de la arquitectura serrana, se encuentran en distintos estados de ruina. En algunas calles el paso se estrecha entre muros caídos y matorrales.

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Buimanco / Jmbl54, CC BY-SA 4.0 Wikimedia commons

Vea

Vea se esconde en plena sierra de Alcarama y fue abandonado en 1967, conservando restos de lo que fue una zona amurallada entre formaciones rocosas. Para llegar hay que caminar más de una hora desde San Pedro Manrique, siguiendo un recorrido que atraviesa cañones y cruza el río Linares.

Aunque la vegetación avanza entre las construcciones, aún pueden distinguirse espacios importantes como el antiguo colegio y varias viviendas. El aislamiento que en su día complicó su supervivencia es hoy su mayor encanto entre los pueblos de Soria que cayeron en el olvido.

Navapalos

En un llano cercano al río Duero, Navapalos formó durante décadas una pequeña comunidad dedicada a la agricultura, la ganadería y, sobre todo, al cultivo de lavanda, de la que se extraía esencia para usos cosméticos. Su veintena de viviendas daban forma a un pueblo integrado en las Tierras del Burgo.

A su valor etnográfico se suma uno histórico: Navapalos aparece mencionado en el Cantar de Mio Cid. Según el poema, por su vado cruzó el Cid Campeador durante su destierro, y allí mismo acampó junto a sus hombres. El lugar se ha convertido así en una etapa destacada del Camino del Cid.

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Navapalos / Machi2017, CC BY-SA 4.0 Wikimedia commons

Velasco

Velasco, situado en el oeste de Soria, es uno de los despoblados más visibles para quienes recorren la A‑11 cerca de El Burgo de Osma. Aunque hoy solo queden ruinas, el pueblo llegó a contar con Ayuntamiento, escuela y más de un centenar de habitantes en el siglo XIX. 

La iglesia de Santa María Magdalena y el cementerio —con una única tumba reconocible tras una restauración del siglo XIX— son los elementos que mejor resisten el paso del tiempo. El contraste entre su abandono y la autovía moderna que pasa a pocos metros genera una imagen poderosa.

Sarnago

A más de 1200 metros de altitud, Sarnago es un pueblo que estuvo a punto de desaparecer por completo tras la muerte de su último habitante en 1979. Sin embargo, la tenacidad de antiguos vecinos y descendientes agrupados en la asociación Sarnago Tierra de Todos, Tierra de Nadie ha cambiado su destino. 

Su empeño ha permitido rehabilitar casas, recuperar tradiciones y devolver movimiento a sus calles durante buena parte del año. Su sede social, que funciona casi como un pequeño museo, reúne fotografías antiguas y utensilios cotidianos que ayudan a imaginar el día a día de este enclave de la sierra de Alcarama.

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Sarnago / FRANRUMAR, CC BY-SA 3.0 Wikimedia commons

Aldealcardo

Aldealcardo se levanta también en Tierras Altas, donde el clima adverso y la falta de oportunidades empujaron a varias generaciones a marcharse. Hoy, la estructura que más impresiona es su gran iglesia, visible desde lejos y convertida en el símbolo del despoblado.

A poca distancia de este pueblo perteneciente a Villar del Río se encuentra la fuente de Ontálvaro, vinculada a un antiguo asentamiento y conocida por sus aguas sulfurosas. Este punto añade un atractivo extra para quienes se animan a recorrer la zona.

Villarijo

Villarijo tiene su origen en las construcciones asociadas a la trashumancia, ya que surgió como refugio para el ganado que atravesaba Tierras Altas. Con la decadencia de esta práctica y unas comunicaciones difíciles, el pueblo fue perdiendo habitantes hasta quedar vacío. 

Hoy sus restos se confunden con el entorno, aunque todavía se distingue su estructura básica. A pesar de su despoblación, es un destino muy apreciado por senderistas que buscan rutas tranquilas entre montañas y prados. 

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