
Cristina Lucas (Úbeda, 1973), artista multidisciplinar reconocida por cuestionar a través de su arte lo establecido, es la ganadora del premio idealista de Arte Contemporáneo 2025. Su proyecto “Montañas” ha sido seleccionado por su impacto visual y su capacidad para provocar reflexiones sobre la sociedad en la que vivimos.
Durante la celebración del Salón Inmobiliario de Madrid (SIMA), será posible disfrutar de parte de sus obras en el stand de idealista. La exposición, comisariada por Elisa Hernando y coordinada por Arte Global, presenta una selección de fotografías de la serie “La Montaña” y la instalación de esculturas “Round Around” de Cristina Lucas que analiza las principales estructuras políticas y económicas, diseccionándolas para revelar las contradicciones entre la historia oficial, la realidad y la memoria colectiva.
En esta entrevista para idealista/news, Lucas asegura que no entiende el mundo del arte ni la cultura sin un análisis de las estructuras de poder que los sostienen. También destaca por su compromiso con el movimiento feminista. Sus obras reflejan estas reivindicaciones, aunque no siempre de forma explícita. “Muchas de mis obras ponen en cuestión la autoridad del relato hegemónico, y eso es también un gesto feminista”, señala.

¿Qué tratan de transmitir sus obras seleccionadas para el premio Idealista 2025?
La selección de obras para el premio Idealista 2025 responde a una necesidad casi orgánica de confrontar la idea de territorio y su representación, de preguntarme —y preguntar al espectador— hasta qué punto la geografía es solo una construcción cultural atravesada por el poder. En la serie Montañas, por ejemplo, me interesa explorar cómo el paisaje, que parece neutral, es en realidad un archivo vivo de la historia. Las montañas han sido testigos mudos de fronteras, de guerras, de silencios así pues estas montañas contemporáneas de materiales empleados en la industria, revelan también un paisaje en permanente cambio. Me interesa esa tensión entre lo sublime de la naturaleza y la violencia de su uso simbólico e industrial. Diría que las obras no quieren transmitir un mensaje cerrado, sino un permanente cuestionamiento.
Es una artista pluridisciplinar, pero ¿con qué se siente más cómoda: el dibujo, la fotografía, la pintura…?
Nunca me he sentido cómoda con una sola disciplina. Cada idea pide su propio lenguaje: a veces la fotografía me permite dialogar con la objetividad documental, mientras que el dibujo o el vídeo ofrecen una posibilidad de distorsión, de manipulación del tiempo y la percepción. Lo importante es la adecuación entre la pregunta y la herramienta. Pero si tengo que elegir… la acción, el performance, el gesto, siempre está en el origen, incluso cuando el resultado final es una imagen fija.

¿Cuál es su proceso creativo?
Mi proceso creativo podría definirse como una arqueología del presente: investigo, leo, recojo imágenes, historias, mapas. Dejo que los materiales y las ideas se sedimenten, busco las fracturas en los relatos oficiales. Me interesa crear obras que funcionen como dispositivos de interrogación, nunca como respuestas concluyentes. Trabajo con el archivo, tanto visual como textual y finalmente la obra aparece.
Es una artista comprometida con el movimiento feminista. ¿Ha existido discriminación de la mujer en el mundo del arte? ¿Sigue existiendo esa discriminación?
Diría que sigue existiendo, aunque haya mutado en sus formas. El patriarcado es extraordinariamente adaptable. La historia del arte es también la historia de los silencios y las ausencias, y la mayoría tienen rostro de mujer. La discriminación se percibe en los relatos, en la representación en museos, en la precariedad. Pero también en las exigencias de una cierta ejemplaridad, afanosa y silenciosa. El feminismo no es una moda; es un instrumento, nacido de la democracia, para poner en crisis todas las estructuras discriminatorias.

¿Reflejan también sus obras estas reivindicaciones feministas?
Sí, aunque no siempre de forma explícita. El feminismo atraviesa mi trabajo como una metodología de la sospecha. Muchas de mis obras ponen en cuestión la autoridad del relato hegemónico, y eso es también un gesto feminista.
Sus obras también cuestionan el colonialismo y el capitalismo, ¿de qué manera?
No entiendo el mundo del arte ni la cultura sin un análisis de las estructuras de poder que los sostienen. El colonialismo y el capitalismo no son solo temas; son condiciones de posibilidad de la mirada. Cuando fotografío una de las montañas, pienso en la historia de su explotación, la memoria de sus habitantes, la economía extractiva que la rodea. Las imágenes que consumimos, incluso del paisaje, están marcadas por esa lógica de apropiación, de acumulación. En mis obras intento visibilizar esas capas.
¿Qué es lo que destacaría de sus obras?
Me interesa que no cierren las preguntas, sino que las abran, que provoquen reflexión en quien las mira. Si tuviera que destacar algo sería esa voluntad de no dar respuestas fáciles, de invitar a la contemplación reflexiva. Y, sobre todo, la certeza de que el arte puede activar una mirada más crítica y menos complaciente sobre el mundo, pero a la vez empedrada.

¿Dónde se ve dentro de diez años como artista?
No tengo una hoja de ruta definida. No dar nada por sentado es un salvaguarda. Seguiré trabajando, ampliando los dispositivos de diálogo entre arte, política, tecnología, naturaleza…, Entiendo el arte como una forma de insistencia estética: insistir en el derecho a no conformarse, mas bien reformarse como ejercicio práctico.
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