Esta semana se ha hablado mucho de cine, o quizás de otros acontecimientos paralelos, y nosotros queremos aprovechar los recientes premios Oscar para hacer nuestro pequeño homenaje a ese arte que nos hace pasar buenos ratos, evadiéndonos del mundanal ruido en numerosas ocasiones.
Los amantes del séptimo arte no solo se fijan en buenos papeles, guiones, la iluminación o la banda sonora de una película, hay otro elemento fundamental que nos hace sentir como real lo que estamos viendo en la pantalla: el vestuario. ¿Quién no recuerda ese momento de la gran película El Guateque en la que Peter Sellers está grabando una película de época y el director le echa furibundo del rodaje porque Sellers porta en su muñeca un reloj de pulsera? Un desliz que se carga una escena, evidentemente.
De estos detalles y de vestuario cinematográfico saben mucho en Sastrería Cornejo no en vano llevan más de 100 años, aguja en mano cosiendo trajes para el cine, el teatro y la televisión. O cosiendo historias, como bien dicen ellos. ¿Quieren algunos nombres para ver si les suenan las producciones? Aquí van, y son solo algunos: Gladiator, Doctor Zhivago, Los Miserables, Ágora, Piratas del Caribe, La Niña de tus ojos, La Reina Margot, Juego de Tronos…
Visitar las instalaciones de esta pyme emblemática es como zambullirse en la historia del cine, como si visitásemos un museo: cuentan con un almacén de 5.000 metros cuadrados en Cabanillas del Campo, Guadalajara (con ropa que abarca desde la Prehistoria hasta el siglo XVI), cuatro naves en Azuqueca de Henares, con la ropa que abarca desde el siglo XVI hasta 1920, y un edificio de cuatro plantas, en la capital, donde están sus oficinas, los talleres y adjunto un pequeño museo privado, donde se exponen los mejores trajes de todas las películas. Imaginen el número de prendas que pueden almacenarse en estos espacios, un armario enorme de casi tres millones de prendas porque un traje se compone de varias y además Cornejo también se ocupa de la sombrerería y el calzado. Una de las mayores colecciones de vestuario del mundo, sin duda.
En el edificio de la capital, una antigua escuela de oficios (muy apropiado para lo que hacen, ¿verdad?), nos recibe Humberto Cornejo, al frente actualmente de la empresa como en su día estuvieron su padre y su abuelo. Al frente, de momento, porque son dos de sus hijos, la cuarta generación, los que ya cortan el bacalao… o la pana, en este caso: “La proyección internacional de Cornejo empezó a finales de los 50, con una producción americana, Orgullo y pasión, con Frank Sinatra. Y ya en la década de los 60 llega Samuel Bronston a España. Ese es el boom de Cornejo porque supuso un crecimiento en cantidad y calidad. Bronston rueda Rey de Reyes, y después sus cuatro grandes producciones El Cid, La caída del Imperio Romano, 55 días en Pekín y El fabuloso mundo del circo. Y cuando se va de España ya nos conocen. Siguen viniendo a España grandes rodajes internacionales como Doctor Zhivago, Nicolás y Alexandra (que ganaron el Oscar al mejor vestuario), Los tres mosqueteros… En fin, grandísimas producciones. Mi abuelo fundó el negocio en 1920, pero hace poco descubrí que en 1930 él había hecho un espectáculo de variedades en Lisboa. Es decir, la proyección internacional debe ser algo heredado de familia”, comenta sonriendo Cornejo.
Mientras habla, al lado están añadiendo a mano unos turbantes a unos cascos, en concreto para la segunda parte de Vikingos: damos fe, estos cascos, realizados en fibra de vidrio, no pesan nada lo que sí pesaba eran las corazas de cuero y metal y las mallas metálicas de Gladiator, no aptas para todos los cuerpos. En realidad, son muchos los trajes que pesan bastante, nadie lo diría viéndolos en la gran pantalla.
El cine francés, un gran cliente
El cine francés es uno de los grandes clientes de Cornejo, fue la ópera Ana Bolena de la figurinista Franca Squarciapino, la que les abrió las puertas de este mercado, con el que han colaborando con el vestuario de La Reina Margot, El húsar en el tejado, producciones de Luc Besson…
Muchos de los trajes se reciclan y se retocan para otras producciones y algunas veces toca hacerlos nuevos: ¿cuál es el proceso? El figurinista es responsable no solo de dibujar los figurines de los trajes, sino también de seleccionar los tejidos, la ropa, los adornos… Las creaciones se van probando a los actores/actrices hasta llegar al resultado final. Y un detalle, éstos no suelen entrar en valoraciones sobre vestuario cuando es de época (por falta de conocimiento, básicamente) pero sí que opinan (y puede haber roces) sobre el vestuario de películas actuales.
A Cornejo, que es Ingeniero de Caminos, le trajo a la sastrería una operación de su hija cuando era pequeña y un comentario que hizo en una ocasión sobre el negocio: “Mi padre era una persona muy, muy, muy seria y muy poco hablador y un día me dejó seco porque se me ocurrió hacer un comentario del negocio y me dijo que no se me ocurriera volver a hacer un comentario del negocio desde fuera. Reflexioné sobre ello, yo no podía compaginar la sastrería con mi profesión, así que lo dejé. Es un negocio peculiar pero complicado. En este momento yo tengo 40 personas, pero hemos llegado a ser 60. Y yo quería entrar en el negocio desde abajo, para enterarme de todo. He intentado traer la organización de mi formación porque hay algunas cosas en este mundo de artistas… Falta un poco de organización y efectivamente, yo soy muy cuadriculado. Los figurinistas no dejan de ser artistas pero son un poco caóticos. Cuando hay que entregar una cosa a tiempo, hay que meterles un poco en vereda”, explica.
Es una enciclopedia andante y confiesa que cuando ve una película no puede abstraerse como espectador y siempre está analizando el vestuario… Su empresa está detrás del cinturón de Khal Drogo y las capas de los guardianes de Juego de Tronos, de la torera de bandolera de Salma Hayek en Bandidas, de la coraza de Maléfica.. Pero, ¿cuál es su traje favorito? No imaginen ninguna gran producción: “Hay un traje que le tengo un cariño súper especial, que es un vestido, en realidad es una especie como de charlestón, un vestido que hicimos para la ópera Lulú en el Teatro de la Zarzuela, con un grandísimo figurista ya desaparecido, Gerardo Vera. Me costó que mi padre se enfadase conmigo. Es un vestido bordado en canutillo de cristal, en degradé, precioso. Me lo bordó una bordadora que estaba ya medio jubilada. Tuve la suerte de verlo en el escenario. La soprano que vino a cantar norteamericana muy joven, casi debutaba. Ella estaba entusiasmada con el vestido. Y el vestido es que además de que recibe la luz maravillosamente, tiene un movimiento fantástico, creo que no lo hemos vuelto a utilizar como tal”, afirma. Para deleite de los lectores, pueden verlo aquí: y después valoren el trabajo de hacerlo a mano.
Como se percibe a lo largo de toda la entrevista Cornejo destila amor por el oficio y por el cine en cada una de sus frases. De haber nacido en Francia, su empresa y él mismo serían ampliamente conocidos en el país vecino. Aquí, pocos saben que tenemos este know-how y este orgullo patrio en un edificio del distrito de Ciudad Lineal.
“Me gustaría decir que esto es una empresa familiar: en este momento tengo un cortador que es nieto del cortador que trabajó con mi abuelo y con mi padre. Tengo encargados que son hijos del encargado que trabajó con ellos. Tengo encargados que son hijos de modistas que han trabajado conmigo. Es decir, cuando necesito un empleado nuevo siempre prefiero coger a alguien de la familia. No solamente la propiedad de la empresa va de familia en familia, sino que creo que los trabajadores también un poco son heredados. Para ser de los mejores me he rodeado de los mejores”.
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