
Hace un par de años, hablamos ya de la historia de la silla plegable y recuerdo que hablé de unas tumbonas plegables que tenían mis padres, y que acabaron en el pueblo, como todo lo que se queda viejo, y que yo las llamaba las sillas Judas: a poco que no te sentases bien te pillaban entre sus fauces, cual tiburón asesino.
Eso me sirve de excusa para contaros la historia de la silla de playa, que la llamamos de playa pero vamos, es lo que más abunda entre los grupitos sectarios de mi urbanización, quizás por eso no me dirijan la palabra, porque yo me resisto a bajar otra cosa que no sea una simple toalla para tumbarme en el suelo de la piscina.
Pero volvamos a la que es la silla más utilizada del mundo y que con total seguridad alguna vez o muchas te has sentado en ella: la silla de plástico blanco o silla monobloc.
Piénsalo un poco: fijo que la tenían en aquel chiringuito de playa; o en la terraza de tus padres; sin duda, en el cine de verano, ese maravilloso invento que nos permite refrescarnos, un poco, de las tórridas temperaturas de esta época del año, en conciertos… Es la silla comodín: allí donde mires hay una, que puede ser blanca o en colorines como verde, azul, roja…

Para fabricarla se inyecta resina plástica en un molde a unas temperaturas de entre 220 y 230 grados y simplemente se espera a que endurezca. Lógicamente, está diseñada para ser barata y a pesar de su precio bajo, resiste temporales, prueba a dejarla en el invierno fuera, a la intemperie, y lo comprobarás: llegará el buen tiempo y seguirá casi como nueva, si acaso, con algún arañazo.
Un diseño democrático
Hay quien la ha criticado por ser de plástico (conciencia ecológica mediante) pero es innegable que es una silla fuerte, resistente y todo terreno: el paradigma del diseño social y democrático, dice Carmen Sevilla en el capítulo que le dedica en el libro Sillipedia (La Fábrica). Pero lo cierto es que en ese mismo texto nos cuenta que Martí Guixé pidió respeto para esta modesta silla y otros diseñadores han revisado su diseño, como los hermanos Campana y Martino Gamper.
Sea como fuere, te guste o te horrorice, ahí está, esperándote en la terraza del bar de la esquina o del chiringuito de playa, esperando que la ocupes y pidas una cerveza bien fresca. Eso sí: ojo a sentarte largo rato cuando llevas falda o pantalón corto, porque al levantarte puede que te dejes en la silla parte de la dermis. Es lo que tiene: es un material económico y que, a la que te descuides, te ha hecho la depilación de cuajo.
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