
En el año 1385, Inglaterra y Francia estaban inmersas en la Guerra de los Cien Años y el rey Ricardo II temía una invasión terrestre. El castillo de Bodiam sería una fortaleza inexpugnable que evitase el avance de las tropas francesas camino de Londres. Rodeado de un enorme foso de agua y con altísimas torres para arqueros, debía ser una línea de defensa clave para la corona inglesa.
La costa sur de Inglaterra, donde Bodiam fue construido, vivía bajo constante amenaza debido a la posible ofensiva de las tropas galas. El castillo defendía la parte alta de un río que era navegable. Sin embargo, dicha invasión no llegó nunca, y jamás fue escenario de un asedio. De haberse enfrentado a los cañones franceses, se habría caído como un castillo de naipes.
Bodiam no era más que un simple decorado para engañar al enemigo. La realidad es que el castillo se construyó en menos de un año, con todo lo que eso conlleva. Sus muros eran mucho más finos de lo que una fortaleza defensiva de estas características exige, apenas 60 centímetros.
Además, el interior de este ejemplo típico de los castillos medievales más tardíos estaba compuesto por cómodas viviendas y no por barracones militares, por lo que más allá de su intimidador aspecto y su foso, nada tenía de fortaleza inexpugnable.
Hoy en día cualquiera que visite la región de East Sussex puede visitar este enorme ‘decorado’ de piedra que, quién sabe, pudo inspirar el ‘Ejercito Fantasma’ de actores y tanques de cartón con el que los aliados engañaron a los nazis y que permitió el Desembarco de Normandía para cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial.







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