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Tengo 37 años y voy camino de mi primer desahucio. Pero soy yo el que desahucia. Jamás en mi  vida pensé que tendría que hacerlo. No estaba (ni creo estar) preparado. Durante años he visto los desahucios en la tele y de repente me veo en medio de uno. No he podido evitarlo. Lo intenté todo, pero el inquilino del local comercial cuya renta ayuda a mi madre a llegar a fin de mes lleva casi un año sin pagar, y sin querer pagar

Primero fueron los retrasos y pocos meses después el impago del alquiler. Decía que no le llegaba para abonar la mensualidad, pero sí podía pagar los billetes de avión para irse con su familia de vacaciones (y colgar las fotos en las redes sociales). No aceptó ninguna de las medidas que le propusimos, incluida un traspaso del negocio que le permitiría cancelar las deudas y recuperar parte de su inversión. Así que voy camino de mi primer desahucio.

Con todo lo que se ha hablado sobre los desahucios desde que estalló la burbuja inmobiliaria en 2008, cuando vas camino de uno –y eres tú quien va a privar a una persona del que probablemente sea su medio de subsistencia– se te pasan muchas cosas por la cabeza. Quizá demasiadas. Piensas que jamás te hubieras imaginado que te iba a tocar vivir en una situación así y, egoístamente, te alegras de que por suerte no sea una vivienda y no te ves en la disyuntiva de dejar o no a una familia en la calle. 

Hasta que no lo vives en tus propias carnes no descubres hasta qué punto locales comerciales –y las familias que dependen de la renta que generan–  son los grandes olvidados de la crisis inmobiliaria. De hecho, en las estadísticas oficiales sobre desahucios, centradas en los procesos relacionados con la vivienda, ni siquiera aparecen.

Lo cierto es que pensando, pensando llegas a la puerta del local. Un bar, para ser más exactos. Una cafetería situada en frente de la mayor facultad de una capital de provincia. Un garito que lleva funcionando a pleno rendimiento más de 40 años sin que los distintos arrendatarios hayan fallado en una sola mensualidad. Todos excepto el último, que desde que entró en el local hace casi un año y medio, jamás cumplió en tiempo y forma con los pagos

Y allí estaba él, frente a la puerta del establecimiento. Cara a cara después de meses de incontables llamadas de teléfono, intentos de llegar a un acuerdo y promesas de pago que jamás se cumplieron. Aunque no es necesaria la participación del propietario para que se proceda al lanzamiento, mi madre quiso ir y yo la acompañé. Quería evitar el desalojo, pero también era consciente que no podía dejar de percibir la renta durante más meses.

Separados por un muro imaginario formado por la comisión judicial, compuesta por dos funcionarios y una pareja de agentes de la policía para evitar posibles altercados, se inició la ceremonia. Porque un desahucio es poco menos que una ceremonia con el procurador articulando una liturgia de lo más impersonal que se sigue metódicamente y que se inicia con una negociación de último minuto para detener el ‘lanzamiento’, jerga judicial que para el resto de los mortales se traduce en desalojo.

En ese momento es posible llegar a un acuerdo y paralizarlo todo, o seguir adelante. En este caso no fue posible el acuerdo, a pesar de la voluntad de negociar. Ahí es donde comienza de verdad la parte más dura, el momento en el que el inquilino debe rendir voluntariamente las llaves. Por suerte, la entrega fue amistosa. De haberse negado o encerrado dentro del local, el agente judicial podría haber solicitado la intervención de la fuerza pública para proceder a un desalojo forzoso. 

No fue necesario, y la comisión judicial acompañó al inquilino moroso a recoger del interior del local lo que estimase oportuno llevarse con él (y fuese de su propiedad, claro). A partir de ese momento ya no podrá volver a entrar o sacar nada, salvo que el propietario le autorice expresamente. Todo lo que quede dentro del local pasa a ser propiedad del dueño del inmueble y puede disponer de ello según estime oportuno, ya que se considera legalmente abandonado.

A estas alturas el cerrajero ya habrá cambiado las cerraduras del establecimiento y los empleados del juzgado habrán hecho constar en acta la toma de posesión del inmueble por parte del propietario y los particulares del lanzamiento, como por ejemplo si el inquilino abona alguna cantidad en efectivo o si hay algún daño grave en el local o las instalaciones que se aprecie a simple vista. 

Una vez firmado el documento judicial, y repartidas las copias entre los implicados, queda poco más que hacer: limpiar el establecimiento, acondicionarlo y volver a ponerlo en alquiler con la esperanza de no volver a tener que pasar nunca por este trance. Tengo 37 años y acabo de hacer mi primer desahucio.

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9 Comentarios:

JOSE ANGEL
24 Septiembre 2015, 13:04

Pues a mi y supongo que a alguien más, nos gustaría saber la identidad del sujeto desahuciado para poder apartarlo de nuestro camino.

conchi
25 Septiembre 2015, 17:14

Yo he pasado por lo mismo, un bar que demoro 10 meses desde la demanda por falta de pago hasta el lanzamiento, y lo tuvo cerrado mientras tanto. Esperando hasta 20 días antes para desmontarlo por completo, se llevo desde los sanitarios, cercos de las puertas, hasta los cables de los tubos eléctricos. Pero lo peor es que encima cogió otro local a cincuenta metros a nombre de otra sociedad que les ha hecho lo mismo y es imposible pillarle por insolvente. Un profesional del timo

Cada vez me doy cuenta que esto de la justicia solo sirve para los que no tienen nada y delinquen.
Un bate de béisbol en la cabeza hace más efecto que un juez hoy en día.
Si te guías por el juzgado será eterna la causa, aumentarán tus pérdidas y acabarás psicológicamente afectado viendo como se es benévolo con el que no paga y no entrega las llaves a costa del perjuicio del propietario

jose luis
26 Septiembre 2015, 12:33

Como propietario que se ha visto ya en la misma situación: lo que tengo claro es que no hay que esperar ni un día en comenzar el proceso. Al primer retraso hay que ir al juez. Directamente. Además de que es super lento, nunca jamás esperemos que alguien que no paga va a poder hacerlo. Tampoco pensemos que es porque no quiere: alguien que no paga es porque no quiere hacerlo. Uno en esa situación lo que tiene que hacer es entregar las llaves, antes de que el dueño las reclame. También, cuando uno se encuentra que los suministros que deja a deber el inquilino, se ha de hacer cargo el propietario si quiere volverlos a dar de alta, entiende que haya miles de pisos vacíos. Yo mismo tengo un piso cerrado y vacío desde hace más de quince años por eso mismo. Y los locales, porque al menos tienen un precio, que sino también los cerraba. El piso de 75 m, no tengo intención de alquilarlo si no es por al menos 1500€ mensuales, con una fianza de al menos seis meses.

pepito
28 Septiembre 2015, 10:23

Las historias de abusos son bi-direccionales.

Varios de mis caseros se han quedado con la fianza, o parte de la fianza, por la cara, sabiendo que reclamar esos centenares o mil y pico corto de EUR no merecen ser reclamados judicialmente por gastos en abogados y tiempo perdido en los juzgados.

Mientras no haya una ley rapida de deshaucios un un sistema neutral de gestion de fianzas, seguiran ocurriendo esas cosas.

emilio
20 Octubre 2015, 15:21

Yo hoy he comenzado un proceso de desahucio, y espero que todo pase lo antes posible, ya que es muy desagradable tener que llegar a este punto cuando ves que la persona se está riendo de ti y le importa poco o nada en la situación que te deja su impago.

Estimad@ tod@s,

nos hemos visto reflejados en muchos de los comentarios publicados. Lo cierto es, que cuando se produce una situación de impago de rentas, hay muchos arrendatarios que conocen perfectamente todos los resquicios legales, y la asumen con aparente normalidad hasta el lanzamiento.

El gran problema reside en la cantidad de meses que tarda en tramitarse el procedimiento en cuestión, y la gran deuda que se genera durante este tiempo, lo que acaba, en muchas ocasiones, con la insolvencia de muchos arrendatarios.

Es recomendable negociar y en caso de no encontrar solución, acudir inmediatamente a un procedimiento judicial para resolver el contrato.

Encantado de saludaros,

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