
La gravedad de los terremotos de Turquía y Siria ha sacudido al resto del mundo, y nos ha hecho reflexionar sobre el estado de los edificios en nuestro país. “Cada terremoto que ocurre, sea dentro o fuera de España, es siempre un momento en el que la sociedad reclama conocer cómo está de protegida ante un episodio sísmico. Son ya varias ciudades los que están redactando sus planes de emergencia o lo tienen en previsión”, explica Ignacio Arto, doctor ingeniero en edificación y asesor del Consejo General de la Arquitectura Técnica (CGATE) en sismicidad.
En Andalucía, por ejemplo, dos años después del enjambre sísmico que asoló la Vega de Granada, con la sucesión de más de 3.000 terremotos, todavía queda patrimonio inmobiliario por rehabilitar. No obstante, un mayor conocimiento de la sismicidad del territorio, “ha facilitado que se hayan hecho nuevos planes de emergencia en diferentes municipios, aunque hay que seguir trabajando en ellos por ser tan específicos”, corrobora Mercedes Feriche, experta del Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos de la Universidad de Granada. En este sentido, “los terremotos no entienden de fronteras y los municipios deberían colaborar de forma mancomunada o incluso supraprovincial”, según Arto.
Llegados a este punto, sobre qué es importante incidir en un Plan de Prevención de terremotos de Emergencias ante el Riesgo Sísmico en España. Tanto Ignacio Arto como Mercedes Feriche lo tienen claro: en la educación. “Un plan de prevención debe reducir sobre todo la vulnerabilidad social ante un terremoto de diversas maneras: enseñando a los ciudadanos cómo comportarse durante un sismo, previendo lugares de alojo para desplazados, revisando que los edificios de especial importancia puedan permanecer en uso… En definitiva, reduciendo la vulnerabilidad se reduce el riesgo”, asegura el asesor del CGATE.
Para Feriche, y dado que los terremotos no se pueden predecir, “lo único que podemos hacer es prevenir. ¿Cómo? Tomando medidas de prevención, educando a la población en qué hacer en caso de terremotos, haciendo simulacros y planificando la emergencia”.
¿Los edificios se mueven?
En edificación, “un terremoto suele afectar a los pilares de la planta baja, que es el elemento más solicitado en caso de un seísmo. Cuando hay un terremoto tenemos la sensación de que los edificios se mueven, pero no es así. Es el suelo el que se mueve, por lo que todo el esfuerzo se traslada a los pilares de la planta baja que colapsan, provocando el derrumbe del edificio”, apunta Arto. Este ha sido el efecto desencadenante y en cascada que ha ocurrido en los terremotos de Turquía y Siria.
En cualquier caso, en España hay dos factores por los que es altamente improbable que se dé un terremoto de similares características: la peligrosidad sísmica es inferior a la de las zonas afectadas en los países de Oriente Próximo, y el parque edificado presenta, por regla general, unas mejores condiciones constructivas.
“En nuestro país, los edificios se llevan construyendo con medidas sismorresistentes desde hace tiempo. Un ejemplo son las vigas riostras, que son habituales en cimentación y que hacen solidarios los esfuerzos a los que se somete una estructura, especialmente a los producidos por sismos. Estas normas, aunque la seguridad nunca es plena en caso de un seísmo de gran magnitud, hacen que los edificios tengan una gran resistencia frente a este tipo de desastres”, argumenta Alfredo Sanz, presidente del CGATE.
La sismicidad histórica también nos anticipa qué puede ocurrir en un futuro. Según Mercedes Feriche, “donde ha habido terremotos destructores en la antigüedad volverá a haberlos”. Y pone como ejemplo Lorca, territorio en el que hubo terremotos varios siglos antes que el acontecido en 2011. En Granada también hubo seísmos destructores en 1884 y 1431.
Normativa
En España, la Norma de Construcción Sismorresistente en Edificación (NCSE) es la que regula las condiciones que deben cumplir los edificios para resistir un terremoto.
Esta normativa, aprobada en 2002, se basa en un método de cálculo para probar la estabilidad de la estructura. Aunque los expertos anuncian una actualización.
“La norma vigente de construcción sismorresistente está actualmente en revisión. El parámetro básico de cálculo para conocer las solicitaciones sísmicas sobre la estructura en un edificio se va a elevar para muchos municipios. De hecho, desde el año 2012 (editado en 2013) existe un documento de actualización de mapas de peligrosidad sísmica que se puede consultar en internet en la página de Instituto Geográfico Nacional”, explica Ignacio Arto.
Desde el CGATE apuntan que la mejor protección frente a un seísmo es conjugar los materiales utilizados con un buen diseño estructural y una adecuada técnica constructiva. Pero ¿se podría actuar legislativamente desde el punto de vista del diseño, no tanto de la estructura que está regulado, para minimizar los daños por seísmos?
Feriche apuesta por ello: “Estamos viendo que siempre se repite lo mismo, un fallo por pilares cortos, por piso débil… son defectos de diseño cuyo refuerzo está ya inventado. Habría que legislarlo, igual que los antepechos y las cornisas que son los primeros elementos que se caen. Los antepechos habría que fijarlos a la estructura o, por lo menos, a la azotea. No puede ser que un elemento no estructural pueda matar”.
Sin embargo, es complicado actuar normativamente sobre el diseño ya que entran en juego muchos otros factores, opina Arto. “Aunque sí que se debería formar de manera más profunda a todos los técnicos que intervienen en el proceso edificatorio para que la respuesta de los edificios ante un terremoto sea la mejor posible”.
Como aseguran los expertos, no se debe olvidar que las zonas que se han visto afectadas en algún momento de su historia por un terremoto, sin duda, nuevamente, lo volverán a estar.
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