El 6 de abril de 1909, Robert Peary afirmó ser la primera persona en la historia registrada en llegar al Polo Norte. No está claro si realmente llegó o, simplemente se acercó. Pero no es esta la primera vez que un ser humano llegaba a aquella fría zona. Algunas teorías apuntan a que varios siglos antes, un europeo, pudo llegar allí, buscando un yacimiento de estaño metálico: el marino griego Pytheas, que pudo estar allí en el 325 a.C. Hoy, en aquellas tierras viven alrededor de cuatro millones de personas.
Y muy cerca de este punto, en la pequeña y septentrional ciudad sueca de Boden, el estudio Claesson Koivisto Rune diseñó una casa modesta, pero bonita, llamada Simonsson House.
Ubicada en las afueras de la ciudad, mirando al valle poco profundo formado por el ancho río Lule, Simonsson House es el resultado de una regulación urbanística bastante estricta. “Regulaciones de zonificación inusualmente estrictas 'diseñaron' esta casa privada. La normativa local estipulaba una casa con una altura máxima de construcción de tan solo 4,2 metros. También estipuló que la casa debe tener un techo rojo”, explican en la página web del estudio.
Con estas regulaciones, uno de los problemas que el estudio debía afrontar era la dificultad de crear dos plantas. Ante este escenario, los arquitectos optaron por dividir sus 220 metros cuadrados con un diseño de planta baja y primera planta. De esta forma, se relegaron los dormitorios secundarios a la planta baja y ubicaron la sala de estar y el dormitorio principal en el primer piso, junto con una sauna y una terraza en la azotea con vistas al río. Los últimos elementos se alojan en un volumen secundario más pequeño y se asientan sobre el garaje y el cuarto de servicio.
Cada elemento de forma trapezoidal está orientado en una dirección diferente, de modo que los techos gemelos de una sola pendiente crean una silueta llamativa. Además de los tres dormitorios, la planta baja también alberga la cocina-comedor, junto con un cuarto de servicio que también funciona como cuarto de almacenamiento, un espacio crucial en una región de extremos climáticos.
En el corazón del plan se encuentra una monumental escalera de madera, meticulosamente diseñada con balaustradas verticales que llegan hasta el techo inclinado, también revestido de madera, y se doblan como balaustrada para la sala de estar del último piso. Este es un espacio generoso, desde el cual se accede a la sauna y la terraza en la azotea, con un techo ascendente y grandes ventanales que miran al río Lule. También se accede al dormitorio principal desde esta sala de estar, con un gran vestidor escondido debajo de la pendiente del techo y su propio baño separado.
Los arquitectos optaron por pintar toda la estructura de rojo, con el revestimiento vertical de madera intercalado con una disposición de ventanas cuidadosamente estudiada, creando una composición abstracta de cuadrados y rectángulos. “Para enfatizar las cualidades escultóricas del edificio, toda la casa se terminó con pintura roja, cumpliendo al mismo tiempo con la estipulación de un techo rojo”, explican.
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