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Piscinas de Arena Natursand / Flickr/Creative commons

Artículo escrito por Sandra Barañano, Directora Técnica de Cuida Tu Casa

Las ganas de un chapuzón refrescante van a más a medida que se asienta el verano. Y, si en nuestra casa disponemos de espacio suficiente, la construcción o la rehabilitación de una piscina puede ser una decisión capital a futuro. 

Si lo tenemos claro, una de las decisiones más importantes es elegir el sistema de desinfección adecuado. El debate clásico entre la piscina de cloro tradicional y la moderna cloración salina: una elección va más allá del simple mantenimiento, ya que afecta al coste inicial, a la experiencia de baño y a la durabilidad de los materiales que rodean la piscina. 

¿Cómo funciona cada sistema?

Antes de comparar, es crucial entender un punto clave que a menudo genera confusión: las piscinas de sal también usan cloro. La diferencia fundamental está en cómo se genera y se dosifica este cloro. Así, hay dos categorías:

  • Piscina de cloro tradicional: el sistema que todos conocemos. Se añaden productos químicos (generalmente en pastillas, granulado o líquido) directamente al agua. Este cloro añadido es el encargado de eliminar bacterias y algas. Es un método directo, eficaz y de acción rápida.
  • Piscina de cloración salina: aquí no se añade cloro químico. En su lugar, se disuelve una pequeña cantidad de sal común en el agua (en una concentración muy baja, similar a la de una lágrima). Luego, un aparato llamado clorador salino, instalado en el sistema de filtrado, utiliza un proceso eléctrico (electrólisis) para descomponer esa sal y generar cloro natural de forma automática y constante. Básicamente, la piscina fabrica su propio desinfectante.

Cuando abordamos un proyecto de piscina, evaluamos estas opciones bajo cuatro prismas fundamentales:

1. La experiencia de baño y el confort

Aquí es donde la cloración salina gana por goleada. El agua es notablemente más suave y agradable. Al no tener los aditivos químicos del cloro comercial, se eliminan casi por completo la irritación en ojos y piel, el resecamiento del cabello y el característico olor a "piscina pública". La sensación es mucho más natural y placentera.

2. El mantenimiento diario

La piscina de sal es sinónimo de automatización. El clorador genera cloro de forma autónoma mientras la depuradora funciona, manteniendo los niveles estables. Esto reduce drásticamente la necesidad de estar midiendo y añadiendo químicos constantemente. 

El mantenimiento se centra en controlar el pH, limpiar los filtros y, de vez en cuando, limpiar la célula del clorador. Por su parte, la piscina de cloro tradicional exige una supervisión y dosificación manual casi diaria, además de la manipulación y almacenamiento de productos químicos peligrosos.

3. El coste

Desde el punto de vista económico, el análisis es claro:

  • Cloración salina: requiere una inversión inicial más alta debido al coste del propio clorador salino, que puede oscilar entre 600 y más de 1.500 euros, según el tamaño de la piscina. Sin embargo, su coste de mantenimiento es muy bajo, ya que la sal es barata y solo hay que reponerla por la pérdida de agua (lavados de filtro, evaporación).
  • Cloro tradicional: la inversión inicial es prácticamente nula, pero el gasto anual en productos químicos es constante y significativo. A lo largo de los años, este gasto acumulado puede superar con creces la inversión inicial de un sistema salino.

4. El impacto en la construcción y los materiales 

Aquí es donde la experiencia de los profesionales se vuelve crucial. La sal, aunque en baja concentración, es corrosiva. Esto debe tenerse muy en cuenta al planificar la obra:

  • En una piscina de sal es imperativo utilizar componentes de acero inoxidable de alta calidad (AISI-316) para escaleras, pasamanos, focos o desagües. Cualquier metal de menor calidad se oxidará prematuramente. Además, hay que tener cuidado con la elección de la piedra de coronación y la playa de la piscina; algunas piedras naturales porosas pueden deteriorarse con la sal.
  • En una piscina de cloro, aunque este compuesto también es agresivo, su efecto corrosivo sobre los metales es menor. Sin embargo, una sobredosis de cloro puede dañar el revestimiento (liner) y decolorar las juntas del gresite.

En definitiva, la tendencia en las nuevas construcciones y rehabilitaciones se inclina claramente hacia la cloración salina por su comodidad y calidad de baño. La decisión final depende de tus prioridades y presupuesto y, no lo dudes, se verá reforzada con la ayuda de un profesional del sector. 

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