Pronto todos nuestros electrodomésticos estarán conectados con la Red y con nosotros mismos, que les contaremos nuestras más íntimas necesidades: tu cocina inteligente sabrá qué te hace falta comprar y las luces de tu casa se encenderán con tu sola presencia, e incluso te recibirán saludándote. La 'Internet de las cosas' unirá todos los rincones de tu hogar, y según las previsiones de Intel, 31.000 millones de dispositivos estarán conectados en 2020.
Serán muchas las ventajas de las que disfrutaremos cuando nuestra 'smart home' responda a nuestros deseos automáticamente, pero también conllevará alguna que otra consecuencia negativa. La privacidad es uno de los temas más polémicos, y algunos ya se plantean que nuestros electrodomésticos podrían convertirse en potenciales fuentes de datos para las agencias de espionaje.
Un grupo de trabajo sobre protección de datos de la Unión Europea ya ha alertado de los riesgos del uso de 'wearables', los dispositivos inteligentes que llevamos incorporados, desde pulseras a 'smartwatches'. Según la UE, la falta de medidas de seguridad puede ocasionar la fuga de información o la entrada de 'software' malicioso, y el usuario puede desconocer por completo quién recoge esos datos y qué va a hacer con ellos.
Seguramente pienses que estas preocupaciones sobre nuestra relación con los aparatos que interactúan con nosotros son propias del siglo XXI, pero en realidad la ciencia ficción, que tantas veces ha elucubrado sobre el futuro con más o menos acierto, advirtió de los riesgos de la Internet de las cosas antes incluso de que existiera.
Philip K. Dick, uno de los autores de culto del género, que inspiró con su novela '¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?' A Ridley Scott para dirigir la distópica 'Blade Runner', y con su relato 'El informe de la minoría' a Steven Spielberg para llevar la batuta de la mítica cinta 'Minority report'; fue uno de los primeros en darse cuenta del poder que pueden llegar a tener las máquinas.
Este novelista estadounidense describió en una de sus obras más famosas, 'Ubik', un futuro en el que podríamos viajar a la luna, existir en un estado de 'semivida' o incluso convivir con telépatas. Sus personajes hablan con los aparatos inanimados, aunque son estos los que acaban dando órdenes: los monitorizan, vigilan y controlan. Así que este maestro de la ciencia ficción tuvo una premonición sobre las casas inteligentes ya en 1969.
Uno de los protagonistas de 'Ubik', un arruinado Joe Chip, desea limpiar su hogar, pero no puede pagar a los robots de limpieza del mantenimiento del edificio y la propia programación de su bloque de apartamentos le advierte sobre ello. Las puertas también son inteligentes en la obra de este maestro de la ciencia ficción, una realidad que cada vez vemos más cerca con los lectores de huellas digitales que nosotros mismos podemos instalar como llave de nuestra casa con ayuda de Arduino.
Sin embargo, en el universo de ficción de Dick, que nuestros movimientos sean controlados se plantea como un problema: la puerta no deja salir a Joe de su domicilio si no dispone de cinco centavos para pagarla, porque así venía estipulado en el contrato del propio apartamento. El personaje se plantea forzar la puerta analógicamente con un destornillador, pero ella misma le amenaza con denunciarle.
No es el único servicio doméstico por el que hay que pagar en la novela: el televisor reclama cincuenta centavos a sus personajes para encenderse y hasta abrir el frigorífico y coger el cartón de leche cuesta dinero.
Aunque esperamos que la raza humana no se deje dominar por los refrigeradores, es cierto que Dick planteaba algunos problemas que ya tenemos en la actualidad. Ese contrato que la propia puerta menciona se asemeja a los polémicos términos y condiciones que firmamos para utilizar Google, Facebook, Twitter o cualquier servicio web. 'He leído y acepto los términos y condiciones', aseguramos cada vez que nos descargamos una 'app', aunque realmente ninguno nos hayamos detenido a analizar las normas que establecemos con la empresa.
Algunos televisores ya han protagonizado alguna que otra pelea con los humanos, precisamente por su capacidad para escucharlos, como hacían los aparatos electrónicos de Dick. En 2013, LG tuvo que enfrentarse a las críticas de algunos usuarios que denunciaban que su 'smart TV' podía enviar información sobre sus hábitos televisivos a la compañía. A principios de este año, un usuario avisó de que el contrato de privacidad de los televisores de Samsung, uno de los mayores fabricantes del mundo, afirma que estos aparatos pueden grabar las conversaciones de los usuarios e incluso transmitirlas a terceros.
Samsung se defendió diciendo que la función de reconocimiento de voz se activa con el mando a distancia, y precisó que no guarda esos datos ni los comparte con los servicios de espionaje, sino con la empresa Nuance, encargada del reconocimiento de voz.
Pese a ello, ¿Nos sentimos seguros sabiendo que nuestro televisor nos escucha y que alguien puede tener acceso a lo que decimos? ¿No establece un cierto control la 'smart TV sobre los usuarios al conocer en qué momento ven la televisión o cuáles son sus programas favoritos?
Philip K. Dick ya se planteó problemas como estos hace más de 40 años, añadiendo además que tendremos que pagar no solo en el momento de comprar el electrodoméstico, sino cada vez que lo utilicemos. Una pesimista visión que los defensores de esta tecnología esperan no ver cumplida. Al fin y al cabo, el hogar inteligente también puede traernos muchas alegrías.
1 Comentarios:
¿Acaso no saben las personas que han de comprar leche? ¿Tal vez han de bajar las persianas automáticamente porque no están ahí para atender a sus hijos? Llegué a una conclusión hace tiempo: las casas inteligentes son para personas estúpidas.
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