Los numerosos beneficios que reporta la práctica del yoga, tanto a nivel físico como mental y emocional, están haciendo que esta disciplina cuente cada vez con más adeptos en una sociedad apresurada en la que cualquier herramienta para combatir el estrés es bienvenida.
Crear tu propio rincón para practicar yoga en casa no solo hará mucho más cómodo ese momento, sino que te permitirá contar con un espacio propio de relajación en el que dejar aparcados los problemas y disfrutar de un rato a solas para recargar energía.
Los expertos Fran Aniorte, diseñador y director creativo de Bravo, Barcelona Creative Lab, y Marcos Gutiérrez y Bilyana Iliykova, cofundadores de La Shala, te cuentan cómo convertir un rincón de tu casa en el espacio perfecto para practicar yoga:
Un lugar especial. Aunque los yoguis más experimentados pueden practicar en cualquier lugar, dado el alto nivel de concentración que son capaces de alcanzar, contar con un espacio especialmente dedicado a ello resulta vital para facilitar y fomentar el hábito de practicar yoga. “Conviene que sea un lugar íntimo, que cada uno pueda sentir como propio”, aconseja Fran Aniorte, director creativo del estudio Bravo, Barcelona Creative Lab, quien advierte que “no sirve que sea también el cuarto de la plancha o de juegos de los niños, ya que no podremos sentirlo como el templo personal que debería ser”.
Marcos Gutiérrez y Bilyana Iliykova, cofundadores del centro de yoga La Shala (que en sánscrito significa ‘el espacio de práctica’), reafirman la necesidad de contar con un espacio “en el que fijar nuestro propio ritual, que nos ayude a encontrar la motivación .0necesaria para practicar solos y que se vaya cargando con nuestra energía a medida que vamos practicando”. Ponerse metas pequeñas pero continuadas es el principal consejo de estos especialistas, para quienes “saber que no te van a molestar o interrumpir durante ese rato es fundamental”.
¿Habitación independiente? Lo ideal es contar con un espacio independiente para esta práctica, aunque no siempre se dispone de una habitación libre para ello. “Un rincón en una estancia compartida puede funcionar también como espacio para practicar yoga aunque, en estos casos, conviene equiparlo de manera que nos transmita las sensaciones correctas”, aconseja Fran Aniorte, “quizás poniendo un cuadro o un póster evocadores, unas velas cuyo aroma nos transporten al estado de conciencia que buscamos, etc.”
Es lo que desde La Shala consideran “condicionantes externos que nos ayudan a ir hacia el interior y alcanzar un estado de calma desde el principio”. Por ello advierten que “no puede ser un espacio que haya que montar y desmontar cada vez que queramos hacer yoga. Debe estar siempre dispuesto y, a ser posible, intentar hacer uso de él cada día, aunque sea durante 5 ó 10 minutos, y preferiblemente a la misma hora para crear asociaciones fuertes”.
Un cobertizo o un anexo a la vivienda –como el de la propuesta de la imagen– puede ser una solución muy adecuada si se dispone de mucho espacio, sobre todo en versiones que permitan su total apertura al exterior durante el buen tiempo.
Calma y quietud. Sea cual sea el emplazamiento final del espacio, hay algunas condiciones que es conveniente que cumpla. “La calma es vital en un rincón de este tipo, por lo que si puede ser una habitación silenciosa, mucho mejor”, afirma Fran Aniorte.
Marcos Gutiérrez nos da un truco para compensar el ruido del tráfico en una vivienda urbana: “Poner música de fondo que invite a la relajación”, algo que por otro lado desaconseja si la práctica se realiza al aire libre, “para poder disfrutar de los sonidos de la naturaleza”.
Con respecto a la iluminación, aunque la luz natural es siempre bienvenida pues se vincula a la vida, “debe poder adaptarse a la intensidad más adecuada a cada estado de ánimo, preferiblemente con fuentes lumínicas indirectas, que no deslumbren”, apunta Fran. Los reguladores de intensidad son muy útiles en este caso, aunque no menos que unas cortinas que nos ayuden a filtrar la cantidad de luz natural que entre por las ventanas.
“La luz de unas velas es perfecta para una zona de yoga”, dice Bilyana Iliykova, “ya que aportan una iluminación tenue y con matices y, el hecho de usarlas en este lugar, puede darle una nueva dimensión al mismo”.
Materiales naturales. Tanto desde el punto de vista de la experiencia sensorial como desde el puramente práctico, la elección de los materiales empleados en este espacio es vital. “Yo aconsejo siempre materiales naturales”, nos dice Fran Aniorte, para quien “la madera es el pavimento más adecuado para practicar yoga, tanto por su calidez visual como al tacto y la pisada. También, por el hecho de que no resbala”.
“Las alfombras de fibras vegetales, preferiblemente rugosas, son otra buena alternativa para activar el sentido del tacto y tomar conciencia del propio cuerpo”, añade Fran, para quien la gama cromática más adecuada “es la de los tonos neutros con algunos acentos en negro, muy presente en la tradición zen por su relación con el yin y el yang”.
“De lo que se trata es de que sea un espacio que nos transmita calidez y nos ayude a sentirnos seguros para que contribuya a relajarnos desde el inicio, por lo que hay que huir de colores y elementos estridentes”, confirma Carlos Gutiérrez.
Apórtale vida. Las plantas son otro de los elementos imprescindibles en un rincón de yoga. “La vegetación transmite una sensación de vida muy importante que provoca un efecto inmediato en las personas: aporta paz, calma y nos ayuda a transportarnos hacia otra dimensión”, asegura Fran Aniorte.
“Es algo que todos hemos sentido alguna vez cuando damos un paseo en plena naturaleza por lo que, si no podemos practicar en ella debido a que nuestra casa no tiene jardín, conviene incorporar unas cuantas plantas a nuestra zona de práctica”, ratifica Marcos Gutiérrez.
Con todos los sentidos. Practicar yoga es un momento importante de introspección personal, ya que en buena parte se trata de conectar con nosotros mismos y abstraernos de ese mundo que nos aleja de nuestra esencia interior. De ahí la importancia de incorporar en el espacio elementos que nos transmitan bienestar y nos ayuden a mirar hacia nuestro interior.
“Crear un pequeño altar –que no tiene por qué tener un significado religioso– o una zona con elementos decorativos que nos gusten especialmente, es una buena manera de focalizar la atención para concentrarnos de forma más fácil”, aconseja Fran Aniorte.
“Los objetos deben ser exclusivos de ese espacio y estar seleccionados con mimo: imágenes que nos evoquen situaciones agradables, figuras que nos lleven a recuerdos especiales o que entronquen con nuestros gustos y aficiones, aromas, sonidos… En definitiva, elementos para los cinco sentidos que nos ayuden a definir este espacio de relajación con respecto al conjunto de la casa y a dotarlo de una atmósfera propia y diferente”, coincide Bilyana Iliykova.
Menos es más. Convierte la famosa frase, emblema del minimalismo, en tu propio mantra a la hora de diseñar tu espacio para practicar yoga. “Orden, limpieza y equilibrio son conceptos vitales para un espacio de introspección y, además, resultan especialmente adecuados en áreas pequeñas para moverse con comodidad”, nos cuentan los responsables de La Shala.
Fran Aniorte, por su parte, lo concreta proponiendo un espacio “que te permita moverte con libertad. Podríamos decir que unos 10 metros cuadrados sería lo ideal”. Una buena manera para asegurarte de que las medidas del espacio son las correctas sería estirarse en el suelo abriendo brazos y piernas, comprobando que te sobre al menos un metro más de espacio entre la punta de tus extremidades y la pared.
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