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Es más conocido como el edificio de la corona de espinas. Con ese sobrenombre han bautizado los madrileños al Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), diseñado por Fernando Higueras y Antonio Miró. Los más despistados, incluso, lo confunden con el edificio del Tribunal Constitucional por su forma circular. Aunque en el IPCE no se interpreta la Carta Magna, su labor sí tiene una importancia vital: es la unidad de cuidados intensivos del patrimonio español.

El edificio del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) es un enorme círculo de unos 80 metros de diámetro. Su elemento principal, el hormigón armado. Y a pesar de este material tan robusto, la luminosidad es su principal característica.

“La luz está presente en todas las partes de una manera muy intensa y es lo que caracteriza en gran parte la concepción espacial y arquitectónica del edificio. Entra a través del patio principal en todo el hall, que es el corazón distribuidor de todos los espacios del edificio, pero también entra a través de los cinco patios secundarios, donde se ubica la vegetación, por las ventanas exteriores y por los pináculos de la zona de cubierta, de tal manera que en todo momento se tiene la sensación de estar en contacto con la naturaleza del exterior”, asegura a idealista/news el subdirector general del IPCE, Carlos Jiménez Cuenca.

El edificio se empezó a construir en 1966 aunque las obras se paralizaron cuatro años más tarde. No fue hasta mediados de los 80 cuando se decidió darle uso a una construcción tan especial. Fue elegido para convertirse en la sede del Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Se acometieron entonces algunos cambios, como el cubrimiento del patio central con una cúpula de cristal y la construcción de la biblioteca en la planta sótano.

Cuenta con una biblioteca, la primera de planta circular construida en España, que es el corazón del edificio. “Está especializada en conservación y es la más importante de nuestro país en esta materia”, asegura Jiménez. Cuenta con más de 40.000 volúmenes y más de 1.600 títulos de revistas sobre conservación y restauración de bienes culturales.

Fernando Higueras, un visionario

El edificio fue diseñado por Fernando Higueras y Antonio Miró. Higueras es uno de los arquitectos españoles del siglo XX más reconocidos a nivel internacional y su obra figura hasta en el MOMA de Nueva York. “Fue un adelantado de la arquitectura orgánica. La arquitectura de ahora, de pleno siglo XXI, con paneles solares, de la cubierta verde, de integrar edificio en la naturaleza para que sea sostenible… eso ya lo planteaba Higueras hace décadas; de otra manera pero con la misma esencia”, explica María José del Toro, responsable de la conservación del IPCE.

En 2001, la sede del Instituto del Patrimonio Cultural fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC). “Es la primera vez que se concede este nivel de protección a un edificio cuyos autores siguen vivos”, garantiza Jiménez Cuenca. Hasta entonces la declaración BIC estaba destinada a inmuebles o edificaciones con centenares años de vida.

El IPCE abrió la puerta al reconocimiento de la arquitectura moderna y también se dejó seducir por el celuloide. “El edificio da muy bien en cámara. Aquí han rodado directores de la talla de José Luis Cuerda o Pedro Almodóvar”, confirma la responsable de la conservación del mismo. El director manchego rodó alguna secuencia del filme La piel que habito. También hay rastro del edificio en algunas secuencias de La Tabla de Flandes o Airbag. Álex de la Iglesia ha sido uno de los últimos directores en rendirse a los encantos de la obra de Higueras y Miró.

Y dentro, la labor de conservación

Pero el Instituto no es solo fachada. Por aquí pasan libros, esculturas y pinturas que necesitan ser restauradas. “Dentro del Instituto tenemos nuestro propios talleres en los que tratamos obras de arte que nos hacen llegar de museos estatales u otros ámbitos, como la Real Academia de Bellas Artes o la Iglesia Católica. Ahora mismo, en nuestros talleres tenemos la restauración de una pintura, Magdalena penitente, de Murillo, que pertenece a la Academia de Bellas Artes”, desvela Jiménez.

En el Instituto cuentan con técnicos y laboratorios especializados en analítica química, radiografía y reflectografía. Y, si es necesario, sus técnicos también se desplazan para trabajar en los edificios que necesiten ser restaurados. Lo que sea preciso para conservar y mantener el patrimonio histórico del país.

Una labor discreta e indispensable que se ejerce en un edificio singular, escondido en la Ciudad Universitaria de Madrid, al que todos conocen como el edificio de la corona de espinas.

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