The Economist ha elaborado un índice de normalidad, que sigue tres tipos de actividad. El primero es el viaje, dividido entre carreteras, vuelos y transporte público. A continuación, el tiempo de ocio, dividido entre las horas pasadas fuera de casa, las salidas al cine y la asistencia a eventos deportivos. El último es la actividad comercial, medida por la afluencia en tiendas y oficinas.
Para cada variable, ha obtenido datos diarios o semanales de 50 países, que representan el 76% de la población mundial y el 90% de su PIB. Los ha combinado midiendo el cambio de cada factor desde su nivel anterior a la crisis; promediando los cambios en cada categoría; y luego promediando los resultados agrupados. La cifra global pondera cada país en función de su población.
Ha calculado el índice en relación con la norma de 100 antes de la crisis. Cuando se declaró la pandemia en marzo de 2020, China ya se había bloqueado, con lo que el índice bajó a 80. A medida que la enfermedad se extendía, el índice alcanzó un mínimo de 35. Desde el pasado mes de julio ha oscilado en torno a 60. Ahora se sitúa en 66, lo que implica que sólo se ha revertido la mitad de los trastornos causados por el covid-19.
La mayoría de los países occidentales se acercan a esta media. Estados Unidos está en 73, la UE en 71, Australia en 70 y Gran Bretaña en 62. En otros lugares, el rango es más amplio. Tanto Hong Kong como Nueva Zelanda, líderes con 96 y 88, disfrutan de una normalidad casi total. En cambio, desde abril el valor de Malasia ha caído de 55 a 27.
La normalidad también se ve influida por factores no relacionados con la pandemia. En general, los países asiáticos han sido menos normales de lo que cabría esperar. De forma contraria a la intuición, el comportamiento ha cambiado más en lugares con sólidas libertades civiles que en países similares, pero menos libres. Esto tendría sentido si los habitantes de estos lugares son más propensos a confiar en sus líderes, o si se sienten más comprometidos con el bienestar de sus conciudadanos. Y los países más ricos, donde mucha gente puede trabajar desde casa, son más anormales que los más pobres.
Este índice de normalidad no sigue de cerca la recuperación económica. Algunos comportamientos, como los viajes en avión, es probable que se recuperen con el tiempo. Otras variables, como ir al cine o trabajar desde casa, podrían indicar un cambio duradero.
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