La Torre Eiffel, el Coliseo o el Taj Mahal son algunas de las maravillas arquitectónicas que cada año atraen a miles de turistas. Aunque no siempre tales obras fueron objeto de admiración: algunas, con más de un siglo de vida, han resistido guerras y saqueos, mientras que otras tuvieron la fortuna de salir victoriosas de huracanes y terremotos. Te mostramos diez hitos de la arquitectura que estuvieron a punto de irse al traste.
Cuando la Torre Eiffel apareció por primera vez en el horizonte parisino, fue objeto de duras críticas. Tal era el desagrado que sentían los parisinos por la torre que incluso el escritor Guy de Maupassant aseguraba comer en el restaurante de la estructura porque era el único lugar desde el que no la veía.
Los franceses, sin embargo, sabían que la Torre Eiffel solo estaría 20 años en pie, órdenes de los organizadores de la Exposición Universal de 1889 y a las que Gustave Eiffel tuvo que atenerse. Pero los parisinos no esperaban que la torre fuera a servir como un punto de referencia para las telecomunicaciones. En 1909, fecha en la que debía ser derribada, a Eiffel se le ocurrió colocar un transmisor de radio, asegurándole al ministro de guerra francés que podría utilizarla para enviar mensajes a los británicos durante la I Guerra Mundial.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Londres se convirtió en uno de los objetivos de bombardeo del ejército alemán. Pero a pesar de las constantes bombas que cayeron sobre la capital británica, para sorpresa de los alemanes, la catedral de St. Paul sobrevivió.
En 1940, una bomba aterrizó en la cúpula y no explotó. Lo hizo tres días después, cuando el ejército británico logró hacerla estallar a las afueras de Londres, dejando tan solo un cráter de 30 metros. La cosa no quedó ahí. Varios meses después, otras 28 bombas cayeron cerca de la Catedral. Una de ellas lo hizo en la misma cúpula, aunque acabó deslizándose y cayendo en el tejado de uno de los edificios de al lado.
En el año 217 después de Cristo un devastador relámpago provocó un incendio en el Coliseo que acabó con el suelo de madera que había en la arena del recinto. Este se enfrentó a otro en el 320, aunque en esta ocasión el Coliseo tuvo más suerte, ya que no se desencadenó incendio alguno.
Además de los infortunios meteorológicos, el Coliseo fue objeto de los saqueos que se produjeron después de la caída del Imperio Romano. Parecía que el circo romano estaba abocado a desaparecer hasta que, en el siglo XVIII, el Papa Benedicto XIV le dio entidad de iglesia.
Durante la Guerra de 1812 entre británicos y estadounidenses, los primeros aprovecharon para intentar destruir la Casa Blanca, sede oficial de los rebeldes, pero pareció que la residencia presidencial estuviera bendecida.
Tras saquearla, los soldados británicos le prendieron fuego. Un fuego que, sin embargo, fue apagado por los tres tornados que aterrizaron en Washington D.C 26 horas después. Sus vientos acabaron con la vida de numerosos soldados ingleses y la lluvia, con las llamas que cubrían la Casa Blanca.
La Catedral de St. Paul no fue el único objetivo del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El Palacio de Buckingham también sobrevivió a las siete bombas que le cayeron encima, aunque una de ellas dañó parte de su cúpula. El Gobierno británico aprovechó las imágenes del bombardeo como propaganda, mostrando en las salas de cine de Reino Unido que tanto pobres como ricos estaban siendo atacados.
En 1830, en la India, corría el rumor de que el gobernador inglés Lord William Bentick planeaba destruir el Taj Mahal y subastar el mármol blanco del mausoleo entre las clases altas inglesas. Sin embargo, no se necesitó subasta alguna para que el monumento acabara siendo despojado de dicho mármol.
En 1857, el ejército británico robó las piedras preciosas y el lapislázuli de los muros durante la rebelión de la India. Fue gracias al proyecto de restauración que ordenó el virrey inglés Lord Curzon como el Taj Mahal consiguió volver a su antiguo esplendor.
Uno de los puentes más conocidos del mundo dio un pequeño susto a los estadounidenses. En 1987, año en el que el Golden Gate cumplía 50 años, 300.000 personas lo celebraron organizando una marcha por él. Ese día corría algo de viento y pareció que se había doblado el tablero del puente - es decir, la pasarela - unos dos metros, ya que los viandantes sintieron un fuerte temblor.
El susto no arruinó demasiado la fiesta porque no hubo ningún ataque de pánico masivo. Aún así, el equipo de ingenieros que inspeccionó la estructura al día siguiente determinó que, a pesar de haberse doblado, no hubo ningún peligro. El Golden Gate es capaz de soportar 2.600 kilos de peso y los 300.000 caminantes alcanzaron los 2.450 kilos.
Entre las maravillas de la lista, quizás la más curiosa resulte la Catedral de Colonia. En plena Segunda Guerra Mundial, la ciudad alemana fue atacada por las fuerzas aéreas francesas, que arrojaron 150 toneladas de explosivos. Según The New York Times, los franceses lanzaron sus bombas cada segundo durante 90 minutos, acabando con la vida de 474 personas y dejando en llamas la ciudad de Colonia. Aún así, hubo supervivientes, y la Catedral de Colonia se contó entre ellos.
Durante su construcción, en 1854, un partido político anticatólico y contrario a la inmigración conocido como los Know-Nothings quiso paralizar las obras del Monumento a Washington, robando la piedra que el Vaticano había regalado a la ciudad para colocar en su interior.
La roca, que procedía del Templo de la Concordia de Roma, acabó siendo arrojada al río Potomac por la sencilla razón de que “iba a colocarse la piedra de un rey en el monumento de un hombre que se había opuesto a la tiranía real”. Gracias a unas elecciones amañadas, el partido se hizo con la gestión del monumento. Sin embargo, la sociedad que gestionaban cayó en bancarrota. Las obras se paralizaron hasta que se retomaron, finalmente, 20 años después.
Uno de los edificios más emblemáticos de Italia también se convirtió en el objetivo a derribar durante la Segunda Guerra Mundial. El ejército estadounidense pensaba que los nazis utilizaban la torre como punto de comunicaciones, así que enviaron a un soldado a inspeccionar de cerca el edificio. En el caso de que se confirmaran las sospechas, el soldado, un joven de 23 años llamado Leon Weckstein, daría al ejército la orden de bombardear.
Pero tan impresionado quedó Weckstein con la torre de Pisa que, a pesar de descubrir al ejército alemán, decidió no dar la orden. Según cuenta el soldado en su libro 'Through My Eyes: 91st Infantry Division in the Italian Campaing', la belleza del monumento y el miedo que tenía fueron razones suficientes para desobedecer.
3 Comentarios:
El libro se llama "My Eyes: 91st Infantry Division in the Italian Campaign', terminado en "gn", no en "ng".
Habría que revisar el peso que soporta el Golden Gate!!!
Habría que añadir a la lista al Partenon, que sobrevivió a guerras, incendios y explosiones.
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