El aire acondicionado no lleva tanto tiempo siendo un elemento habitual de la vivienda. De hecho, hoy en día muchas casas y pisos siguen sin contar con esta tecnología. En la época de los 60 era un electrodoméstico bastante caro y a la mayoría de las familias no podían permitirse tener uno.
Cuando Willies Carrier lo inventó en 1902 no fue para uso doméstico, sino que nació de la necesidad de controlar el aire dentro de los grandes rascacielos y edificios industriales que comenzaban a construirse para poder trabajar dentro de ellos. Su función de enfriar el aire dentro de las casas comunes surgió mucho después.
Pero entonces ¿cómo conseguían nuestros abuelos y abuelas combatir el calor durante los meses de verano? Estas son algunas de las soluciones con las que contaban:
Vivir bajo tierra
No es tan descabellado como parece. Es uno de los trucos más antiguos para combatir el calor y hoy en día sigue habiendo muchas personas que tienen su vivienda dentro de una cueva. Vivir en una cueva proporciona un control de la temperatura durante todo el año y es por ello que existen varios enclaves donde todavía se lleva a cabo esta práctica, como en Granada, por ejemplo. Si nos vamos un poco más lejos podemos encontrar incluso ciudades enteras que viven bajo tierra, como es el caso de Capadocia, en Turquía.
Muros gruesos
Otro truco para aislar el calor son los muros gruesos. Las paredes de las viviendas que tienen una anchura considerable permiten mantener la temperatura interior varios grados por debajo de la de fuera. Antiguamente se construían muchas casas de piedra y este tipo de muros puede ser tanto beneficial como perjudicial para regular la temperatura en casa.
La piedra es un material que conduce muy bien el calor, pero tanto a la hora de absorberlo como de liberarlo lo hace de forma bastante lenta. Por ello una casa con muros de piedra tarda más tiempo en calentarse durante el invierno, pero en verano resulta fresca y agradable.
Techos altos y chimeneas
Las casas antiguas solían construirse con techos bastante altos, lo cual crea un efecto de convección interna del aire. Esto quiere decir que el calor se acumula en las partes altas de la habitación, de modo que la parte baja donde se encuentran los muebles está bastante más fresca. Otro truco que utilizaban los edificios antiguos es el efecto chimenea, ya que estas permitían la entrada del aire para una buena ventilación. Las escaleras abiertas de los edificios de varios pisos también permitían que el aire caliente se ventilara hacia arriba.
Tener más sombra
En verano uno de los factores que mas contribuye al calentamiento de la casa es la cantidad de luz solar que entra por las ventanas. Antes, una práctica muy común era plantar arboles de hoja caduca en las partes este y oeste de los jardines de casa, de modo que aportaran sombra a la casa durante el verano, pero la caída de las hojas en otoño permitiera que la luz siguiese llegando a la vivienda.
Dormir en el porche
Las viviendas con porche eran mucho más comunes en la antigüedad, una zona de la casa por donde corría el aire y que resultaba perfecta para reuniones con amigos y vecinos durante las noches de verano y a veces la gente incluso dormía ahí. Con la llegada del tráfico y las nuevas tecnologías esta práctica se ha perdido y las viviendas ya no suelen contar con esta extensión de la casa que antes resultaba tan útil.
Muro Trombe
Este método lo inventó Edward Morse en 1881, pero no fue hasta los años 60 cuando comenzó a adquirir popularidad. Consiste en un muro orientado al sol hecho con materiales que puedan acumular calor bajo el efecto de masa térmica como el hormigón o la piedra, combinados con un espacio de aire, una lámina de vidrio y ventilaciones. De este modo, dependiendo de las trampillas que estén abiertas el muro provoca corrientes de aire caliente o frío que introduce o extrae del edificio.
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