Su nombre va asociado al estudio de Emilio Tuñón, responsable de Atrio y también, del nuevo Museo de las Colecciones Reales.
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Cualquiera que tenga unas nociones básicas de arquitectura y entrase en esta casa, reconocería la misma línea argumental que tienen muchas de las obras en las que ha participado este arquitecto, como son el restaurante Atrio (3 Estrellas Michelin) o el museo Helga de Alvear, ambos en Cáceres. Espacios amplios y diáfanos, mucha madera, hormigón… Y es que la casa del arquitecto Carlos Albornoz es un reflejo de su obra: muchos de sus muebles han sido diseñados en el estudio en el que trabaja, Tuñón y Albornoz Arquitectos; las paredes son de hormigón, los amplios ventanales (14 en total, de iguales dimensiones y situados casi a ras del suelo), con marcos de madera de roble...

La singularidad de la parcela donde construyó su casa (muy estrecha) quiso que la vivienda creciese en altura. Y así, hablamos de 3 plantas y un sótano, todo el conjunto formado por 4 cuadrados de 4x4 concatenados en cada planta. Carlos Albornoz nos abre las puertas de su vivienda para hablarnos de arquitectura y para confesarnos que, ya desde pequeño, en las fiestas infantiles de sus amigos, en lugar de comer ganchitos se iba por las casas a ver cómo eran...

¿Siempre quiso ser arquitecto?

Sí, inconscientemente, desde muy pequeño, iba a las fiestas de mis amigos, tartas y cosas de esas y en lugar de estar ahí con los ganchitos me metía por la casa a ver lo que había. Y ahí me encontraba, dando vueltas de un lado a otro. Y entonces siempre tenía esa curiosidad por saber lo que ocurría dentro. Luego, vas descubriendo la ciudad, otros países y te das cuenta de que efectivamente te gusta mucho la arquitectura y es lo que acabas haciendo.

Carlos Albornoz
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Empezó a trabajar con Emilio Tuñón y sigue en el mismo estudio.

Empiezo con Emilio Tuñón y Luis Mansilla en 2004. Es un año en el que tenemos un encargo muy bonito, el futuro restaurante  y hotel Atrio en Cáceres. Es un proyecto complicado que se alarga más de lo esperado y que casi nos acaba llevando unos seis años. Es prácticamente mi mejor escuela, donde empiezo a conocer la arquitectura de mano de mis maestros, Emilio y Luis. Y ya después del fallecimiento de Luis en 2012, continúe trabajando con Emilio hasta la actualidad.

Díganos edificios que le gusten de Madrid

Muchísimos. Hemos tenido la suerte de tener grandísimos arquitectos en Madrid y en España. Cualquiera de los edificios de Fisac . Soy de Huesca y saliendo de Madrid siempre veía la pagoda de Fisac en la carretera. Ese fue uno de los primeros edificios que veía desde la ventanilla del coche en la parte de atrás y que me intrigaba más. Luego, con el tiempo, descubrí otros como el Colegio Maravillas, el BBVA de Seijas, Bankinter de Moneo y por supuesto, por nombrar a mis maestros Emilio y Luis, pues la Biblioteca Regional y el Archivo de la Comunidad de Madrid, que son también unos ejemplos buenísimos de rehabilitación y restauración que tan importante es en arquitectura.

Carlos Albornoz
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La Pagoda de Fisac se tiró…

La pagoda desgraciadamente se tiró. De ahí la importancia que tiene saber conservar el patrimonio, tanto histórico como también el más contemporáneo.

¿Y sabemos cuidar el patrimonio en España?

El patrimonio en España es extenso. Una de las piezas claves que tenemos ahora sobre la mesa es ésta, me parece que sí, que hemos sabido darle la importancia, pero creo que todavía tenemos que seguir trabajando mucho en este aspecto. Quedan muchas cosas por hacer. Pero quizás hay que verlo como la oportunidad de hacer crecer las ciudades y de entender mejor la historia. Tenemos que saber conservar, entender y reinterpretar todo el patrimonio que tenemos, ya sea histórico, artístico o industrial.

Hablábamos de edificios de Madrid que le gustaban, ¿alguno que le parezca mejorable?

Me gusta entender la arquitectura como un servicio a la sociedad, creo que cualquier edificio que no cumpla este motivo es suficiente como para no considerarlo interesante.

De los proyectos que ha desarrollado, ¿cuál le ha tocado más?

Quizás el primer proyecto que pude llevar a cabo desde el principio, el hotel restaurante Atrio, en Cáceres. Después de seis años de trabajo, aprendí a entender mejor lo que era, no solo tener una buena idea de arquitectura, sino poder y saber llevarla a cabo, que al final es lo más difícil, construir esas ideas. Otro de los proyectos también más ilusionantes fue La Casa de Piedra en Cáceres, por ya no solo su concepto, sino también por cómo se acabó de construir.

Carlos Albornoz
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Háblenos de su casa

Este solar lo pude comprar en 2010, en mitad de la crisis. Ya había vivido en este barrio, toda mi vida y me gustaba esa combinación de p estar cerca del centro de Madrid pero también tener la posibilidad de disfrutar de un pequeño jardín, de abrir una ventana y ver unos árboles. Encontré esta parcela de 400 metros cuadrados y quizás por las dimensiones que tenía, un poco estrecha y muy profunda, teníamos que construir casi cuatro plantas. Es decir, construir una casa en altura para poder llegar al máximo de esa edificabilidad. En ese momento yo vivía solo y quise construir lo que ahora estáis viendo. La estructura del proyecto nace de la de la idea de ser lo más flexible posible. Para ello lo que generé fue una concatenación de espacios todos iguales. Una trama de espacios iguales que fueran capaces de albergar cualquier tipo de uso. Son cuatro cuadrados concatenados con el mismo tamaño, donde prácticamente no hay jerarquías de espacios. Todos los espacios son iguales pero de alguna manera pueden ser utilizados de formas diferentes. Luego tuve una hija y la casa se ha ido transformando y he sido capaz de ir asumiendo todos estos nuevos usos de una forma muy natural.

Las ventanas están situadas a muy baja altura…

Todas las ventanas que estáis viendo es el mismo tamaño de ventana, de dos por dos, de esa manera los espacios se asemejan más unos a otros, dejan de tener esas jerarquías que al final tanto nos molestan luego en las casas cuando tenemos que cambiarles el uso. El problema que tenía aquí era el estar constreñido espacialmente, y esa relación que existe entre la ventana y la tapia del exterior al final se convierte en una ventaja: a través de hacer una tapia muy verde y un patio muy exuberante, muy lleno de árboles y de plantas, se apodera ese patio del interior de la casa y acaba perteneciendo como un espacio más interior. También se consigue bajando mucho la altura de estas ventanas.

Carlos Albornoz
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¿Tiene algún objeto fetiche?

La verdad es que no tengo grandes caprichos. Te parecerá una tontería, pero el horno y el microondas que desde pequeño veía en la publicidad de las revistas de arquitectura y que me lo pude permitir en esta casa y me supuso una bronca con mi mujer.

Cuando le propusimos la entrevista comentó que lo idóneo sería hacerla en primavera, por el jardín..

Es casi el punto más importante de la casa. Muchas veces los arquitectos pensamos que la arquitectura acaba donde acaba el muro de tu casa pero no es así. En este caso, este jardín que yo llamo patio por las dimensiones que tiene, tiene esa vocación de ser visto desde dentro de la casa y también de poder salir fuera y disfrutarlo. Tiene una pequeña alberca que sirve para refrescarte en verano y también para ver el movimiento del agua y el reflejo de los árboles, de las plantas. Cada una de las 14 ventanas que componen la casa se enfrentan a un elemento vegetal. Hay hortensias, el jazmín que rodea todos los muros perimetrales, una magnolia, arces japoneses y unas camelias. Luego, como un guiño a Antonio Pérez, cocinero de Atrio, tenemos una serie de juegos con macetas donde hemos puesto unos kumquat y una serie de especias relacionadas con la cocina. Toño Pérez es cocinero pero también un gran jardinero, el inventor de ese estilo llamado macetismo. Digamos que en el jardín hay guiños a ciertos amigos que me han inspirado mucho en la vida.

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