Su primer proyecto internacional de calado le llegó sin apenas experiencia: ganó un concurso para hacer la Ciudad el Pop en Kaohsiung, en Taiwán: una obra faraónica de 88.000 m2. Reconoce que sudó lo suyo y que será lo más grande que hará en su vida. Desde entonces, han sido varios los proyectos que el arquitecto Manuel Álvarez-Monteserín ha llevado a cabo en Asia. También está detrás del primer premio de un concurso que la NASA lanzó para desarrollar la construcción de viviendas en Marte. No cuenta con estudio propio, sino que trabaja en red con otros profesionales cada vez que lo necesita, haciendo suyo aquel lema de “solo no puedes, con amigos sí”.
Vive en una pequeña casa de madera en una terraza de un edificio en el centro de Madrid, al más puro estilo del prota de la serie argentina El Encargado. Pero siendo buena gente, no como Eliseo...

¿Por qué estudió Arquitectura?
Yo he dibujado de toda la vida. Siempre me ha gustado estar ahí, en casa, dibujando y haciendo construcciones. Y luego cuando tuve que decidir estaba entre arquitectura y biología dije, mira, pues empiezo arquitectura. Es verdad que luego la arquitectura que hago es muy orgánica, tiene que ver con los animales. En segundo de carrera lo quería dejar porque era todo hablar de vigas de ladrillos y yo estaba harto de eso, me parecía muy poco poético. Luego le fui encontrando la poética a la arquitectura y ahora no me arrepiento en absoluto.
¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?
Los campos que te abre, me moriría si tuviera que hacer solo construcción. Al final tienes un campo de investigación súper interesante. Me gusta que no es una carrera estrecha, que solo tienes que seguir un camino. Y más ahora que en la construcción tampoco parece que haya mucho futuro, tienes que inventarte otras disciplinas.
¿En qué proyectos está trabajando?
Hace un año gané un concurso en Corea, un mirador en un monte. Y ahora estoy viajando para allá. También estoy terminando un mercado en Kuwait, bastante grande, de 60.000 m2.


Todo obra en el extranjero….
Sí. Bueno, no es que yo decida trabajar en el extranjero, pero parece que en Asia mi arquitectura tiene más acogida que aquí. Y como me gusta hacer concursos y hago concursos por todo el mundo, he ido ganando por Asia.
Háblenos de aquel primer concurso ganado en el extranjero.
Bueno, la obra de Taiwán empezó un poco con mucha inconsciencia. Encontramos un concurso enorme y dijimos venga, vamos para allá. Beatriz Pachón, que era mi pareja en aquel entonces, encontró el concurso y me puse a trabajar con ella. Y entonces fuimos necesitando gente y montamos una especie de grupo colectivo sobre la marcha. Y así arrancamos. Cuando de repente ganas una cosa así, nos alegramos el primer día, pero luego hubo una especie de preocupación, ¿y ahora qué se hace? Y han sido 10 años de luchas, pero lo hemos conseguido.

¿Y qué se hace cuando se gana un concurso de esa envergadura?
En la escuela de Arquitectura no nos han enseñado, o al menos yo no he aprendido, qué es lo que haces cuando ganas un concurso de estas dimensiones. No teníamos experiencia entonces lo que hicimos fue contratar experiencia y nos hicimos con un abogado. Nos hicimos con gente. Tuve muchas conversaciones con Tuñón y Mansilla, con Andrés Perea para ver qué se hacía. Al final montamos una especie de congreso de Y ahora qué.
Háblenos de aquel proyecto...
Es en una bahía en Kaohsiung, era un muelle de carga y descarga. Querían hacer un sitio para la música pop. Entonces la propuesta que hicimos fue vale, está muy bien el programa de música pop, pero vamos a añadir un programa para los ciudadanos, para el día a día, para que no sea algo que solo funcione con grandes eventos. Y parece que la historia funcionó de hecho ahora la Navidad, todas las celebraciones, todas las cosas importantes se hacen allí.
Es un proyecto faraónico, ¿es el más grande que ha hecho?
88.000 m2 construidos. Es el más grande que he hecho y posiblemente sea el más grande que haga en mi vida. Hacer una cosa así es muy difícil.
¿Y qué es eso de las soluciones habitacionales para Marte?
Se trataba de hacer una ciudad en el futuro para un millón de habitantes en Marte y monté un equipo con alumnos y mezclamos nuevas tecnologías que hay ahora mismo, que sobre todo sirven para vivir en el desierto. Ganamos el primer premio y nos fuimos a conocer la NASA.
¿Utiliza la IA en su trabajo? ¿Qué le parece esta herramienta?
Me parece que cambia y revoluciona absolutamente todo. Cambia la manera de diseñar, los procesos de creación de arquitectura. O sea, al final estás introduciendo no solo una herramienta, estás introduciendo una inteligencia. Entonces tú tienes que conversar con esa inteligencia, tienes que pedirle cosas, te va devolviendo. Es otra forma de hacer que estamos aprendiendo ahora, no está nada escrito. Llevo tiempo ya trabajando con inteligencia artificial y los resultados me divierten muchísimo. Voy a empezar también una tesis que tiene que ver con esto. Nos va a cambiar a todos y de momento genera cosas muy inesperadas, muy interesantes.
¿En qué ha cambiado la figura del arquitecto desde la del antes del pinchazo de la burbuja y la de ahora?
A mí la figura del arquitecto constructor que hacía todo igual para gente con mucho dinero y que estaba en esta especie de dinámica, me aburría bastante. La crisis ha hecho que la gente se reinvente y que haga cosas súper interesantes. Sí que es verdad que esta reinvención estaría bastante bien que ahora empezara a tener cierta economía detrás, que la gente que está inventándose pues al final tenga un sustento y pueda vivir bien. Pero a mí este cambio de la profesión me ha parecido muy interesante.
Vive en una casa de madera situada en una terraza de un edificio de Lavapiés...
Mi casa es una casa que hizo un carpintero en la terraza de la comunidad, que no sé a qué acuerdos llegaría para que se la dejaran hacer. Pero hizo una casita de madera de dos plantas. Es como una cabaña en mitad de Madrid. Y bueno, pues llegó un momento que la vendió y yo la compré. Es una casa pequeñita y a mí me gustan las casas pequeñitas. De hecho, yo permanentemente estoy viajando y no necesito mucho más que lo que tengo: una casa que se amolde a mí. Y es casi como vivir en un barco. Me parece que está muy bien para mí. Es lo que necesito.


Desde su terraza se ven muchos carteles de no a los pisos turísticos, ¿qué opinión le merece esta problemática?
La problemática de los pisos turísticos nos ha afectado a todos los vecinos, vas notando que el barrio se va transformando, cada vez hay menos vecinos, que los vecinos se van yendo, que los sitios que abren ya no tienen la personalidad que tenían antes y ahora están más enfocados al turismo. Es una pena ver cómo los barrios que antes tenían su esencia la van perdiendo.
¿Y qué soluciones se le ocurren?
Creo que hay que regular los pisos turísticos y, sobre todo, hay que regular cuando el dinero viene de grandes inversores, tanto a nivel de pisos turísticos como a nivel de locales. No es lo mismo el local que monta un señor o una señora con todo su esfuerzo y cariño, que quiere montar ese bar de toda la vida porque es su ilusión o el que monta un fondo de inversión que tiene tropecientos mil en Madrid y que lo quita si no funciona.


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