Todo el mundo que ame la arquitectura y el diseño sabe quién es César Portela. Hablamos de uno de los grandes nombres de este país, autor entre otros del edificio de la Estación de autobuses de Córdoba, que le supuso el Premio Nacional de Arquitectura en 1999; el Museo del Mar en Vigo o la casa Domus en A Coruña, por citar solo algunos.
Entrevistamos al arquitecto en uno de los pazos más conocidos de Galicia, Pazo Baión, del que él hizo la rehabilitación. Se conoce como pazo a la tradicional morada de la hidalguía rural gallega que se compone de edificaciones, jardines y tierras productivas. Sus señas de identidad suelen ser la capilla, el palomar y el ciprés y cuando se produce vino, como es el caso, el lagar y la bodega. Muchos lectores conservarán en la retina una imagen muy clara del Pazo Baión: la de las madres de los toxicómanos golpeando las puertas del pazo a principios de los años noventa (el pazo estuvo en manos de Laureano Oubiña).

Nada tiene que ver este entorno que encontramos en la actualidad, verde, frondoso, cuidado... con el erial que era entonces.
Portela llega a la entrevista resfriado: es la primera vez que sale de casa tras dos semanas de encierro… A pesar de ello elige hacer la entrevista al aire libre, en uno de sus sitios favoritos del pazo.

Tiene 87 años y sigue en activo. Creo que padece el virus de la arquitectura…
Mi padre decía que los que no servimos para otra cosa tenemos que trabajar hasta que nos muramos. Y yo no sirvo para otra cosa que no sea la arquitectura. La arquitectura en un sentido amplio, no solo edificios, la arquitectura del territorio. A veces tiene más importancia una plantación de flores o de árboles que una fachada.
¿Por qué estudió Arquitectura?
Creo que estudié arquitectura porque cuando era chaval acompañaba a mi padre, que era aparejador, a las obras y veía que había una relación entre mi padre y los obreros y eso me parecía muy entrañable. Y no había distingos entre los que mandaban, por decirlo de alguna manera, y los que recibían. Después tomaban una comida juntos o unas botellas de vino.
Creo que se formó a caballo entre dos escuelas.
Sí, yo ingresé en Madrid pero había dos arquitectos que daban clase en Barcelona que eran muy buenos y me fui a Barcelona dos años. Coges el tren en Pontevedra y ya te da igual 12 horas que 24. Antes a Barcelona eran 36 horas…
El viaje daba para muchas lecturas y bocetos…
Sí. En Shanghái muchos ejercicios los hice en el tren. Y los proyectos de Japón los hice volando también sobre Siberia. Para aprovechar el viaje.

Una pregunta difícil, ¿hay alguno de sus proyectos al que le tenga especial cariño?
Esta obra (Pazo Baión) le tenía mucha ilusión porque era una pena cuando me la enseñaron. El anterior propietario lo había destrozado porque había asfaltado todos los caminos. Donde está ahora el jardín de los Camelios había hecho galpones para guardar cosas de estraperlo y entonces me dio mucha pena. Tenía un trabajo técnico de arquitecto pero también me parecía que era una obra social porque pasó de un tío que se dedicaba a eso a una cooperativa de gente muy agradable. Las cooperativas son un ente social muy importante porque comparten el trabajo, son amigos, reparten los beneficios o las pérdidas… Y me ilusionó eso. A medida que íbamos haciendo esto iba ganando belleza y entonces venía aquí como si fuera de vacaciones. A veces me inventaba en el estudio y decía tengo que ir a la obra y venir aquí cuando estabas así, muy quemado, pasabas dos o tres horas y te recuperabas como si tuvieras 15 días de vacaciones por ahí fuera.
Da gusto que un pazo como éste tenga una propiedad compartida. Y cuando, por ejemplo, Carlos Núñez da ese concierto una vez al año vienen todos los cooperativistas, se ponen por aquí y tal y hay gente muy mayor. El concierto es maravilloso porque él toca muy bien y el sitio donde da el concierto es maravilloso. Se juntan esas cosas, una buena música y un buen espacio. Y entonces aquí yo cada vez que vengo en verano acabo saltando con los propietarios de la finca.

Está sentado en uno de sus sitios favoritos del pazo...
Sí, bueno, yo quería crear sitios especiales. Esto es una piedra que parece una seta que nació aquí entre estos cuatro pinos y en ningún caso contradice la lógica ni la belleza del territorio. Estos asientos también son trozos de piedra muy naturales que sirven para sentarse: aquí te puedes tomar una empanada, unas jarras de vino y estar charlando todo el día arreglando el mundo, que no tiene arreglo.
También modificó la entrada al pazo, anteriormente era más carcelaria…
Quería cambiar la imagen que había, de que venían las madres de los drogadictos a protestar, una tragedia aquello. Y después lo otro era como muy marcial, muy militar. Entonces lo sustituí, mantuve el muro, cambié la verja y puse un Adán y una Eva que se dan en vez de una manzana, un racimo de uvas.
¿En qué proyectos está trabajando?
Estoy haciendo una casa para un amigo. Yo, las casas para la gente que me las encarga, es como si fueran para mí, como si mis necesidades fueran las del propietario. O sea, que sea una casa bella pero al mismo tiempo que sea muy útil que los que vivan ahí, que se sientan cómodos en su cuerpo y libres de espíritus. O sea, hacer una casa en Galicia me parece que es imperdonable que no tenga unos huecos, unas ventanas, que puedas ver el paisaje aunque no sea tuyo. Es como si fuera tuyo, ¿verdad? Porque yo, cuando veo el mar, pienso que es mío. Y estoy haciendo un concurso que ganamos cerca de Santiago, una escuela agropecuaria que es muy importante porque la Consellería quería que eso fuera como un escaparate de cómo es Galicia. También es un pazo, hay caballos, vacas.. y si tienes poco tiempo para ver quiero que el que vaya se lleve una idea de cómo es Galicia, que sea un escaparate.

¿Pinta?
No pinto ni dibujo. Me da vergüenza porque mi padre era un gran dibujante y mi hijo es un gran pintor, además de ser arquitecto. Y mis dibujos no tienen nada que ver. Son insignificantes al lado de los de mi padre. Hago croquis, pero no dibujo. Alguno tengo, de alguna escapada: tengo dibujos de París, de Barcelona, pero no es una cosa que me guste.
¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?
Pues mira yo lo primero que hago cuando me encargan un proyecto es ir al sitio, patearlo. Aquí vine 50 veces antes de empezar. Anduve por todos los caminitos, no me costaba porque como los había asfaltado el propietario…. Después ver un poco, estudiar muy bien el programa, las necesidades y después meterme con el proyecto. Y lo que más me gusta es que cuando tienes una idea y tal, cuando al final ves que encaja… entonces es una como si te tocara la lotería.

¿Y lo que menos le gusta?
Cuando empecé, un proyecto como la estación de autobuses de Córdoba, era una carpeta así de papeleo. La burocracia. De todas maneras, yo soy de una época que las cosas se hacían de otra manera. El propietario y el constructor se daban la mano y te voy a cobrar tanto. ¿De acuerdo? Sí. Y casi ni se firmaba contrato porque dabas tu palabra de que ibas a cumplir eso que se decía. Pero ahora el papeleo es…. Y eso no mejora la arquitectura. Los papeles son necesarios pero cuando pasas de un mínimo necesario….
¿Cree que coarta la libertad creativa del arquitecto?
La condiciona porque tienes que dedicarle casi tanto tiempo a cubrir papeles y a firmarlos como a dibujar el proyecto y firmarlo.
¿En España hemos sabido cuidar del patrimonio?
Yo creo que no, estoy hablando en general. No hay una sabiduría de lo que es el patrimonio, un conocimiento y una valoración de ese patrimonio, muchas veces tiramos una casita, o tiramos una iglesia, o un edificio, o un puente y no le damos importancia. Y otras veces lo sustituyes por una arquitectura actual. Para mí no hay diferencia entre arquitectura tradicional y la moderna, lo que hay diferencia es entre la buena y la mala arquitectura. Y se está sustituyendo arquitectura buena por mala arquitectura.
¿Qué es buena arquitectura para César Portela?
Es la que es capaz de aunar funcionalidad y belleza. Y que la escala humana de la arquitectura compagine con la escala territorial de donde se sitúa. Para mí eso es la buena arquitectura. Cuando haces una cosa, la estás haciendo para ti, pero también para los demás y ves arquitectura que es maravillosa y también, arquitectura que es asquerosa. Porque mandó mucho la especulación y el mal gusto. Y los que dirigieron no tenían cultura ni gusto ni sensibilidad. Mandaban los cuartos.
Estamos en un viñedo, ¿qué vinos le gustan?
A mí el albariño es un vino que me encanta, porque es de esos primeros recuerdos que tengo de chaval. Ir con mi padre en Cambados a la plaza y mi padre estaba tomándose una botella de albariño en una esquina con unos poetas amigos y hacía un poquito de viento y al descorchar una botella me llegó como a 20 metros que estaba yo jugando con los amigos el olor este maravilloso que tiene. Porque el albariño tiene un olor fantástico y un sabor extraordinario.
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