Las primeras representaciones belenísticas se hallan, al parecer, en las catacumbas de la época romana, en un fresco de principios del siglo II en la Capella Greca, den las catacumbas de Priscila en la Vía Salaria de Roma. La escena mostraría a la Virgen María con el niño Jesús y frente a ellos, los Reyes Magos vistiendo una túnica corta pero sin manto ni corona.

Hubo un tiempo en que todos montábamos un Belén en casa y no nos referimos a montar bronca: con su río hecho con papel de plata, su musgo, la pajita para las cuadras de los animales… Era todo un trabajazo que nos podía suponer horas, que solía hacerse en familia y cuyo resultado encantaba a todos al final: cada figurita en su sitio, el paisaje recreado...

Después, llegó el árbol de Navidad y fue haciéndose fuerte en nuestros hogares: es más práctico, lleva menos tiempo de montaje (y ya sabemos que el ahorro de tiempo parece ser una máxima en esta época que nos ha tocado vivir) y además, se recoge antes, ocupando menos espacio. Pero, para los forofos del Belén, aunque le reconocen esas ventajas nada tiene tanto encanto como montar una paisaje y escenas con figuritas.
De Belenes sabe, y mucho, Enrique Haro, que lleva 30 años montando muchísimos para organismos públicos. Sin ir más lejos para el Ayuntamiento de Madrid en la campaña navideña del 2020-2021. Empezó a montar estas representaciones siendo niño y cambió los indios por figuritas del pesebre: “Me gustaba mucho el maquetismo, tendría unos 6 o 7 años. Y como no soy agresivo, lo de los belenes iba más conmigo que los indios. Mi abuelo, cuando venía del mercadillo, me compraba una o dos figuritas de plástico y al cabo del año tenía un montón y cuando me di cuenta tenía una colección bastante interesante. Y quería más. Preguntaba a, por ejemplo, los albañiles, el tema de los materiales, a los electricistas, cómo se conectaban las cosas, de cómo se daba corriente a una bombilla…”, nos explica en su taller de Villaverde del Río, en Sevilla.

Allí, rodeado de representaciones y figuras de toda índole, es donde trabaja en sus creaciones, siempre teniendo en cuenta la climatología porque el barro, el principal material que utiliza, se seca enseguida en verano pero en invierno es otro cantar… Lo que sí, incremento de la factura de la luz mediante, en la actualidad está explorando nuevos materiales, como el barro de secado libre porque elaborar belenes no es barato. Ni tampoco rápido, sobre todo si hablamos de figuras pequeñas, las que más trabajo suponen: “La miniatura es mucho más difícil, porque hacer miniaturas necesita utilizar el palillo, herramientas prácticamente como agujas. Tienes que ir haciendo con precisión, en el momento que estás un poco alterado no puedes hacerla. Además tienes que forzar mucho la vista”, aclara.

Huelga decir que con 16 años Haro ya montaba el Belén de su pueblo y también montó el del Cuartel cuando le tocó hacer la mili. Aparte de maestría en sus manos, Haro tiene la virtud de que todas las escenificaciones que desarrolla las hace de cabeza, no utiliza ni papel ni lápiz, ni mucho menos, ordenador. “Creo que al cabo de mi carrera habré utilizado tres folios”, confiesa. Y curiosamente, no se limita a crear las figuras sino que el proyecto se concibe de forma global, como una escena, incluyendo la música, elemento imprescindible además puesto que es por donde empieza a trabajar: “Lo primero que intento buscar es la música, pienso en algo relacionado con el belén, si es un paisaje de haber llovido, con tormenta o con nieve. Intento meterme en la situación, como una película. Cierro los ojos e imagino la escenografía”, explica. Solo después llegan las figuras, mira si las tiene o las tiene que crear de cero o si encarga alguna a escultores con los que trabaja. Para el escenario valora todo tipo de materiales: madera, poliespán, cartón e incluso, estropajos, que utiliza con una mezcla de perejil para hacer la copa de los árboles. Nada se le resiste.
Un rebaño de 1.500 ovejas
¿Cuántas figuras puede haber hecho a lo largo de su carrera? No lo sabe porque Haro, como buen artesano, no las contabiliza: “Como me encanta el tema panorámico, soy un amante del paisaje, ovejas, por ejemplo, puedo tener en diferente escala unas 1.500. La verdad que no sé exactamente. Y otros tantos animales de compañía como perros, gatos, gallinas, gallos, cerditos…”, explica.

Y, hablando de cerdos, del que gustan hasta los andares, Haro reconoce que se le da bien la chacina y para demostrarlo nos enseña sus jamones, las pancetas, los coloridos chorizos, todos en tamaños minúsculos y que después serán expuestos en los mercados que recrea en sus Belenes, en puestos de viandas y quesos, porque no todo va a ser la Adoración, convendrán con nosotros...

Esta época del año reconoce que es la que más carga de trabajo tiene, porque todo el mundo quiere, obviamente, su Belén. “Cuando me pongo con un Belén me lleva los tres últimos meses casi sin dormir, porque estoy siempre con la cabeza en ebullición. Una vez que ya entrego el trabajo, el cuerpo, me pasa como los osos, me pega el bajón y me llevo una semana durmiendo”, comenta riendo.
Pero vayamos al asunto importante, ¿en su casa pone Belén o en casa de herrero cuchillo de palo? “Yo, sinceramente, no me gusta el árbol, pero entiendo que hay que ponerlo. Yo no lo pongo nunca, lo pone mi mujer. Yo, mi Belén”, finaliza.

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