A veces pasamos por alto el pasado de los edificios y lo que fueron antes. Otras, sin embargo, es más complicado hacerlo porque su rehabilitación ha sido lo suficientemente respetuosa y cuidadosa que las huellas del pasado siguen vigentes porque. Hoy tratamos uno de esos ejemplos, localizado en Londres, porque, ¿qué hace una torre de casi 100 metros de altura en uno de los museos más conocidos del Reino Unido?
Nos estamos refiriendo al Tate Modern de Londres que antes de ser una pinacoteca mundialmente conocida fue… ¡una estación eléctrica!
La central eléctrica de Bankside, ese era su nombre, estuvo en funcionamiento hasta 1981, prácticamente ayer, y después fue abandonada e incluso amenazada con ser demolida. La central había sido construida por sir Giles Gilbert Scott (que por cierto fue el ideólogo también de otro icono inglés, la clásica cabina roja), y se construyó en dos fases entre 1947 y 1963. Cerró en 1981 debido al alza de los precios del petróleo.
Durante esos años en los que no se sabía qué hacer con el emplazamiento, Henry Tate anunció que quería abrir una nueva galería en Londres y que estaba buscando localización: se plantearon varios lugares, pero fue la central la finalmente escogida para acoger la pinacoteca. El trabajo se encomendó, tras un concurso, a los arquitectos suizos Herzog & de Meuron que decidieron conservar la estructura original del edificio, añadiendo algunos elementos como una caja de luz sobre el techo y creando diferentes galerías dentro de la central.
No hay duda de que la rehabilitación del edificio supuso un impulso al desarrollo económico y cultural del área de Southwark, zona en la que se sitúa. Para venir a redondear el proyecto, el área de Bankside se hizo mucho más accesible con la construcción del puente del Milenio que conecta la pinacoteca directamente con la catedral de san pablo. El puente es obra de otro grande de la arquitectura, Norman Foster.
Las instalaciones más icónicas, en la Sala de Turbinas
Tate Modern abrió el 11 de mayo del 2000, con una instalación que llamó muchísimo la atención, una araña gigante de bronce obra de la artista Louise Bourgeois localizada en la denominada Sala de Turbinas. Como curiosidad, el primer año se esperaban dos millones de visitantes en el museo. Fue un éxito, ya que acudieron cinco millones de personas.
Algunas de las instalaciones más icónicas de la Tate Modern han estado en la Sala de Turbinas. Tras la araña hubo una membrana de pvc rojo de Anish Kapoor, La Grieta de Doris Salcedo, que rompió el suelo de la galería y las cien millones de semillas de girasol de porcelana pintadas a mano por el artista Ai Weiwei.
En 2016, el museo inauguró un nuevo espacio añadiendo 20.700 m2 a su extensión original. Hoy es uno de los museos más visitados del Reino Unido.
Y, por cierto, una última curiosidad: las galerías Tate tienen su origen en el comercio del azúcar. Henry Tate fue un comerciante de azúcar de Liverpool del siglo XIX que acabó donando su colección de pinturas y una considerable suma de dinero al Gobierno. También fue quien introdujo los terrones de azúcar en su país.
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